XANDRA ROMERO
SALUD

Ganar peso durante el embarazo

Cuando una mujer se queda embarazada, una de las mayores preocupaciones, por lo menos al inicio, es el peso que ganará durante el embarazo. Las preocupaciones pueden ir en distintas direcciones: estarán las que se preocupen de si están subiendo lo suficiente y, por contra, estarán las que se angustien pensando que, sea como sea, siempre son pocos los kilos.

En relación a este tema, hay mujeres que deciden optar por llevar el seguimiento de su embarazo a través del servicio sanitario público y otras, en cambio, por el privado. Esto no debería suponer ninguna diferencia, pero lo cierto es que, tanto esto como el tipo de profesional (matrona) que realice el control, marcará una notable diferencia en las expectativas y frustraciones que pueda suponer la ganancia de peso durante la gestación para la mayoría de las futuras madres. Si insisto en que no debería haber diferencia alguna es porque no hay una evidencia científica respecto a la ganancia de kg por mes, pero en el Estado español es el único donde se sigue favoreciendo este mito.

De lo que sí hay evidencia es de que el peso materno, el ganado durante la gestación y la forma de adquirirlo durante la misma son factores importantes que determinan el peso y la talla al nacer del recién nacido. El del recién nacido tiene gran impacto en la morbilidad y mortalidad, y también afecta a la salud futura y a largo plazo del niño-adulto. Como ejemplo, el bajo peso y probablemente el que este sea elevado en el nacimiento influyen sobre el riesgo futuro de ese bebé para desarrollar diabetes, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares.

El peso materno pre-embarazo y la ganancia ponderal materna durante el embarazo también parecen afectar al riesgo cardiometabólico del hijo, independientemente de cuánto pese al nacer.

Allá por las décadas de los 70 y los 80, los expertos promovían una gran restricción en la dieta con objeto de evitar situaciones como la preclampsia y otros problemas obstétricos, y recomendaban una ganancia ponderal absoluta entre los 9 y 12 kg. Sin embargo, se demostró que condicionaba la presencia de bajo peso al nacimiento y otros problemas neurológicos, por lo que, a día de hoy, la recomendación ha evolucionado indicando un aumento de los kilos permitidos, dependiendo del índice de masa corporal materno previo al embarazo, además de que se tiene en cuenta el aumento de peso de las distintas estructuras biológicas que participan en el proceso del embarazo.

Y es que quizá, a veces, tanto a los profesionales como a las madres se nos olvida que el tamaño del feto puede variar entre 3,2-3,6 kg, y que el almacén de tejido graso necesario para llevar a término el embarazo puede llegar a 3,6 kg. No olvidemos tampoco el aumento del volumen sanguíneo que se produce, y que incrementa el peso entre 1,3 y 1,8 kg; el líquido amniótico, 0,9 kg; otros líquidos, entre 0,9 y 1,3 kg; las mamas, 0,9-1,3 kg; el útero, 0,9 kg y, por último, la placenta, 0,7 kg. En total, suman un mínimo muy alejado de las antiguas recomendaciones pero que aún se siguen manejando.

Hoy en día, además, las sugerencias son distintas para cada mujer. Por eso, las recomendaciones de aumento de peso correcto actualmente aceptadas por el IOM (Institute of Medicine) y la OMS (Organización Mundial de la Salud) tienen en cuenta el estado nutricional materno previo al embarazo y, para eso, se formulan como un rango para cada categoría del índice de masa corporal (IMC) pre-embarazo. De esta forma, cuanto mayor es el índice de sobrepeso y/o obesidad, menor es el que se ha de ganar durante el embarazo. Algo que, bajo mi punto de vista, también debería cambiar en un futuro no muy lejano, dada la evidencia de que el IMC no es siempre una herramienta muy objetiva para valorar el grado de adiposidad (grasa corporal). Pero menos es nada.