MIKEL INSAUSTI
CINE

«I, Tonya»

Es una de las grandes sorpresas para los premios anuales que se van entregando nada más empezar 2018, máxime después de que la madura Allison Janney haya ganado un Globo de Oro como Mejor Actriz de Reparto, lo que la posiciona como favorita para hacerse con el Óscar en esa categoría. Un merecidísimo reconocimiento que se podría hacer extensible a la actriz estelar de la película y al resto del reparto principal, porque en pocas ocasiones se consigue tanta fidelidad a las figuras reales en las que se inspiran sus caracterizaciones en pantalla. Las interpretaciones en su conjunto son en primera instancia del todo convincentes, lo que se puede comprobar en la comparativa con las imágenes de archivo que se muestran en los títulos de crédito finales. Pero es que además están llenas de ironía, de acuerdo con el tono ambivalente escogido por el director australiano Craig Gillespie, que se mueve entre el falso documental, la comedia negra y el drama sobre familias desestructuradas.

No cabe duda de que Craig Gillespie ha hecho la mejor realización de su carrera, iniciada hace diez años con “Mr. Woodcock” (2007), el mismo año en que conquistó a la crítica especializada con “Lars y una chica de verdad”, que puede ser vista como una peculiar variación del clásico de Berlanga “Tamaño natural” (1973). Su trabajo en series televisivas y en largometrajes más recientes como el remake de “Noche de miedo” (2011), la comedia intercultural “El chico del millón de dólares” (2014) y el relato de supervivencia en alta mar “La hora decisiva” (2016), no hacían presagiar dentro de su perfil irregular que fuera a ser capaz de dirigir una película tan importante y destinada a perdurar como “I, Tonya”. Por el lado genérico tal vez sí, ya que había tocado la temática deportiva en su ópera prima, donde Billy Bob Thornton hacía de un atípico profesor de educación física, o en su cuarto largometraje, sobre la relación entre el cricket de la India y el béisbol profesional de los EEUU.

Así que cabe concluir que del deporte a Craig Gillespie le interesan modalidades y figuras marginales, perfectamente resumidas en el caso real de la campeona de patinaje artístico sobre hielo Tonya Harding. La controvertida patinadora saltó a la fama en 1994, cuando su principal rival estadounidense para los Juegos Olímpicos de Lillehammer, la mucho más querida por el público, los jueces y la prensa deportiva Nancy Kerrigan, sufrió un ataque por parte de un matón a sueldo cuyo objetivo era partirle las piernas, provocándole una grave lesión de rodilla. Bajo sospecha de ser la inductora, fue vetada de por vida por la Asociación de Patinaje Artístico de los Estados Unidos. La dos veces campeona olímpica demostró entonces sus cualidades para el boxeo, actividad en la que también brilló a pesar del linchamiento público al que fue sometida.

La actriz australiana Margot Robbie representa a la perfección las características físicas y sicológicas de la primera patinadora norteamericana en lograr el triple salto mortal, rechazada por su estilo rudo y poco refinado en contraposición al resto de patinadoras, que cuidaban sus coreografías como si fueran bailarinas. No tenía educación y era malhablada, porque provenía de una familia de clase baja de Portland, típicamente white trash. Fue maltratada por su abusiva madre, magistralmente caracterizada por una irreconocible Allison Janney, al igual que por su pareja, a quien da vida Sebastian Stan. Aparece como el causante del incidente que la marcaría para siempre, junto a su guardaespaldas, encarnado por el orondo Paul Walter Hauser. Gente poco recomendable que contribuyó a agrandar la mala imagen de la protagonista, tan admirada por sus hazañas deportivas como odiada por una sociedad que encuentra más morbo en la caída de sus héroes que en su ascenso.