XANDRA ROMERO
SALUD

Cheat meal

Hay muchas las personas que me cuentan que tienen un amigo o amiga que está haciendo una dieta en la que tiene un día en el que puede comer lo que quiera y cuanto quiera. Acto seguido, me suelen preguntar si esto es una opción saludable y que por qué ellos no pueden hacerlo (o por qué yo no les pauto algo así). Este tipo de “pauta nutricional” suele ser bastante más común en el mundo fitness, donde recibe el nombre de cheat meal o “comida trampa”. La forma de hacerlo suele ser la de tomar esta “comida trampa” una o dos veces a la semana. Lo aconsejan porque así te puedes dar la libertad de disfrutar si llevas una dieta para pérdida de peso y, según muchos, además acelera el metabolismo. Todo esto suena muy bien, pero la vida no es en blanco y negro, y en cuanto a nutrición se trata, menos aún.

Tal y como yo lo veo, si la única forma de cambiar los hábitos que conoces es hacer “dieta” y estar pensando toda la semana en que llegue el día de hacer la cheat meal, significa varias cosas: en primer lugar, que la dieta que llevas es, con toda probabilidad, extremadamente restrictiva y nunca lograrás mantenerla, lo que se traduce en no conseguir cambiar tus hábitos y, por consiguiente, supone también que no lograrás tus objetivos. En segundo lugar, si solo piensas en saltarte tu dieta habitual para ponerte “hasta las cartolas”, significa que tu nivel de ansiedad por la comida aumenta por momentos y esto es consecuencia directa de esta restricción. El riesgo añadido en este punto es que esta situación es caldo de cultivo para la aparición de atracones aislados o, incluso, para llegar a un trastorno de alimentación.

Al final, si pensamos en cuál es nuestro objetivo, estoy segura que no solo pretendemos alcanzarlo sino mantenerlo. Es por eso que, en concreto, si hablamos de cambio de hábitos alimenticios, la rigidez (restricción extrema) no durará ni funcionará. Entonces, lo mejor es que te lo tomes con calma y pensando siempre en cuidar tu salud física y mental e incluye entre semana, o cuando a ti te apetezca, eso que quieres y que sabes que no es lo más saludable.

Con esto, no quiero decir que comas dulces, bollería o snacks de forma diaria o siempre que te apetezca. Me refiero a que sigas un plan alimentario donde la palabra prohibido no sea lo habitual. Porque el hecho de que comas dos onzas de chocolate al día o piques unas aceitunas o unos frutos secos no va a hacer que engordes y, en cambio, sí que servirán para calmar esa ansiedad que pueda aparecer.

Si incluso, a pesar de no pensar en alimentos prohibidos y de llevar una alimentación equilibrada, la ansiedad por la comida te supera, prueba a incluir en esas comidas más alimentos de calidad pero con un sabor intenso. De esta forma, con menor cantidad te pueden satisfacer más; algunos ejemplos son los encurtidos, los quesos de calidad curados, ahumados o con sabor fuerte, las anchoas, los mejillones o sardinas añadidas a alguna ensalada, el jamón curado y, de postre, frutas como el plátano maduro, con un intenso sabor dulce, o el chocolate negro.

Sea como fuere, es importante que entendamos que, por un chocolate, dulce o alimento insano que consumamos en un día, si nuestra alimentación habitual es saludable, no afectará a nuestro progreso. No obstante, también es necesario que recordemos que si la ansiedad por la comida nos llega a superar, lo propio es buscar ayuda profesional de un psicólogo y un nutricionista.