IGOR FERNÁNDEZ
PSICOLOGÍA

Felicidad

Sea una utopía inalcanzable o una experiencia cotidiana, el caso es que la felicidad es un anhelo que todos tenemos, sin excepción. Incluso aquellas personas que han renunciado a esta posibilidad, o las que se oponen a ella inconscientemente, también albergan esta esperanza. Quizá por la preeminencia en nuestro cerebro de los sistemas de alerta para asegurar la supervivencia, quizá por la mentalidad productiva y consecutiva, parece que la felicidad está “allí” en algún sitio diferente al que nos encontramos. Y lo lejos que queda de nosotros está influido, entre otros factores, por lo ambiciosos que seamos o lo idealistas que seamos cuando pensamos en nuestra felicidad.

No quiero entrar en divagaciones filosóficas sobre cómo hemos construido la idea de felicidad en nuestros días, pero es un hecho que, a poco que nos dejemos llevar, la idea de ser felices se coloca en algún tipo de logro fuera de nosotros, que va a subsanar nuestras dificultades o malestares cuando lo logremos. Aunque, quizá, podamos mirar a la felicidad de otra forma. Para empezar, vamos a usar la definición de una psicóloga americana que da un curso sobre ello en una de las mejores universidades de ese país y, aunque algunos de sus marcos de referencia sean muy distintos a los nuestros, quizá podamos encontrar algo útil. Esta psicóloga es la doctora Laurie Santos y la describe como una sensación, asociada a pensamientos y comportamientos; por un lado, la sensación de reírse fácilmente, la presencia de un humor positivo y la ausencia de depresión o negatividad –y parece una perogrullada pero, ¿cuánta leña echamos al fuego de los pensamientos negativos que tenemos? –; y por otro, la sensación de que la vida va suficientemente bien en general.

Cabe plantearse si aquello que con tanto esfuerzo tratamos de obtener, realmente va a darnos estas sensaciones más o menos inmediatas, porque, al fin y al cabo, sentirse bien, felices, debería ser algo cotidiano –que no permanente–, no reservado a las ocasiones especiales. Y cabe hacerse esta pregunta porque la felicidad está mucho más relacionada con las relaciones sociales que con los logros económicos o académicos.

De hecho, está más relacionada con experimentar la gratitud, o sentir que tenemos tiempo para nosotros, que el logro concreto de ésta o la otra meta. En cuanto al tiempo, cabe distinguir entre lo que hacemos para no estar aburridos, o lo que hacemos para que ese tiempo cuente; en otras palabras, el que empleamos en pasatiempos o el que empleamos en contactar realmente con los amigos, la familia, o las personas con las que compartimos la vida, de forma que ese encuentro “cree” algo nuevo en nosotros, nos cambie, nos fortalezca.

El entretenimiento tan popular asociado a las pantallas, que consumimos durante horas, es uno de esos pasatiempos muy accesibles, pero que nos aísla y nos absorbe, sin que nada cambie realmente. Y es que, según esta psicóloga de la que hablábamos más arriba, ser felices tiene principalmente que ver con cubrir las necesidades propias de los seres humanos, y poco más. Somos seres sociales, por lo que el tiempo para establecer, fortalecer y disfrutar de las relaciones sociales con personas reales será indispensable, al igual que mostrar abiertamente nuestra gratitud y contento a esas personas por pertenecer.

También vivimos aquí y ahora, en nuestro cuerpo, por lo que sentir el cuerpo en movimiento, cuidado y descansado, será otra de las piedras angulares. Y necesitamos tener la sensación de seguridad, de tener control sobre lo que nos sucede, por lo que ser dueños o dueñas de nuestro tiempo y decidir en qué lo empleamos nos ayudará a que esta sensación crezca. Y no solo con el tiempo, también podemos pararnos un momento, mirar a los lados, al frente y decidir hacer las cosas diferente.