BERTA GARCIA
CONSUMO

Gastos hipotecarios

La cuestión de los gastos hipotecarios y quién debe de soportarlos sigue siendo un tema de rabiosa actualidad. Y es que el Tribunal Supremo español (TS) ha cambiado su opinión, al menos en parte, respecto de lo que sentenció el 23 de diciembre del año 2015 acerca de la abusividad de la cláusula que hacía recaer la totalidad de los gastos de formalización de hipoteca en quien pedía el préstamo. Ahora al Tribunal Supremo se le puede aplicar ese dicho de «Donde dije digo, digo Diego». En el fondo no se sabe bien si, con esta decisión, pretende favorecer a los bancos, mareando la perdiz al darles un balón de oxígeno provisional para un año o dos más.

De momento, esta sentencia reciente, de finales de febrero, perjudica a quienes tuvieron, tienen y tendrán que pedir un préstamo hipotecario porque deberán soportar el capricho de constitución de la hipoteca. En su literalidad, el Supremo ha dicho que «el prestatario pague la totalidad del impuesto de Actos Jurídicos Documentados (AJD); y que, por el timbre de los documentos notariales, el impuesto correspondiente a la matriz se abonará por partes iguales entre prestamista y prestatario, y el correspondiente a las copias, por quien las solicite».  

Pero que no cunda el pánico, porque esto vuelve de nuevo a manos del Tribunal de Justicia Europeo (de ahí lo de marear la perdiz) que, con suerte, es de esperar que en un año vuelva a reafirmarse en su postura, con la que daba la razón a los consumidores afectados.

En resumen y en la práctica, tenemos que seguir reclamando, aún en el caso de que la devolución del dinero, de momento, sea menor de lo que corresponde. Los gastos de notaría, registro, tasación de la vivienda y fotocopias siguen en pie de guerra esperando volver al bolsillo de sus legítimos dueños.

Claro que para ello hay que sacudirse perezas y hacer las reclamaciones formales, bien personalmente o a través de organizaciones de consumidores. Al fin y al cabo, éstas son las que han ido y van hasta donde haga falta. Es decir, a falta de buena justicia, llamémosle “casera”, vayamos a la europea.