MIKEL INSAUSTI
CINE

«The Knack»

El título completo de la película era “The Knack… and How to Get It” (1965), que traducido vendría a ser “el don y cómo conseguirlo”. Puso al cine británico y al joven Richard Lester en la órbita mundial al ganar la Palma de Oro en el festival de Cannes, y se situaba justo en medio de las dos películas que el cineasta de origen estadounidense dedicó a los Beatles: “A Hard Day’s Night” (1964) y “Help!” (1965). En ese momento, Lester era el tipo más moderno que podía existir, y si no se habían visto sus películas uno no estaba a la última. También influyó el don de la oportunidad, porque “The Knack” era una exitosa obra teatral de Ann Jellicoe que debería haber sido adaptada para la pantalla por Lindsay Anderson, uno de los principales impulsores del movimiento “free cinema”. Pero cayó finalmente en manos del rey de la comedia “pop”, el único capaz de visualizar el lado humorístico de la nouvelle vague, sin dejar de hacer cine de autor.

El movimiento “mod” considera a “The Knack” como su película fundacional o referencial, influyendo en todos los grupos de rock británico con The Who a la cabeza que en esa época abrazaron dicha estética. Expresa muy bien de dónde venían sus influencias musicales, gracias a una antológica banda sonora de John Barry que es puro modern jazz. Las variaciones y desarrollos varios del tema central ponen de manifiesto la musicalidad del cine de Lester, con ese aire improvisado de las imágenes que avanzan al ritmo de los instrumentos. Respecto al look que luce Ray Brooks, no deja de ser la fusión entre “mod” y “rocker” que dio lugar al termino “mocker”. En cuanto al supuesto don del que habla, sigue siendo exactamente lo mismo que Mike Myers en su saga paródica de los 60 “Austin Powers” fue a redefinir como “mojo”.

En cualquier caso, se le ha dado una excesiva importancia al personaje mujeriego de Ray Brooks, que conviene revisar con una perspectiva histórica más de cinco décadas después. En mi opinión, es una desmitificación y una burla de la figura del empedernido seductor al estilo felliniano, en cuanto trasnochado casanova que llega a ser acusado de potencial violador, siempre y cuando sus dotes de seducción no le funcionan. Y con Rita Tushingham, que era la musa sesentera británica, fracasa estrepitosamente, porque ella prefiere la ingenuidad de Michael Crawford, quien llega a creer que haciéndose con una cama más grande se resolverán sus problemas sexuales. La conclusión es que la liberación sexual de los 60 fue machista y no tuvo en cuenta los verdaderos e íntimos deseos de la mujer.

Y esas fantasías o frustraciones eróticas Lester las eleva a la categoría de surrealistas creaciones que conectan con su loco repertorio de gags visuales, logrando así secuencias antológicas como la de la cama rodante, la de las taquillas de la estación de autobuses, la del fotomatón, o la de las puertas en la persecución motorizada. Mediante los infinitos juegos de montaje, se adelantó a la llegada del videoclip, además de innovar en la desestructuración del lenguaje publicitario o de los rótulos sobre consejos de bricolaje, tan televisivos hoy en día. También es de significar su buen ojo para los casting, descubriendo nuevos talentos. Al memorable cuarteto estelar formado por Rita Tushingham, Ray Brooks, Michael Crawford y Donal Donnelly, hay que sumar el triple descubrimiento a la vez de Jane Birkin, Jacqueline Bisset y Charlotte Rampling. Las dos primeras aparecían por primera vez en el cine, y la tercera había debutado justo antes en “Qué noche la de aquel día” (1964). El reparto se completaba con secundarios habituales como Charles Dyer, John Bluthal, Peter Copley, Margot Thomas, Dandy Nichols o William Dexter. Representaban ese mundo adulto que observa a la juventud con recelo, y muchos de esos señores y señoras eran sorprendidos con cámara oculta.