XANDRA ROMERO
SALUD

Consecuencias de la obesidad infantil

La obesidad en la niñez y en la adolescencia tiene un impacto negativo en la salud y se ha asociado tanto con la carga de enfermedades en esa etapa de la vida como, posteriormente, en la edad adulta. El Estado español es uno de los países del mundo con las cifras más elevadas y el primero en Europa en prevalencia de sobrepeso y obesidad tanto en la etapa de los 5 a 10 años, como de los 14 a los 17 años.

Sin duda, una situación de sumo riesgo pero que asociada al período vital del que hablamos lo hace mucho más preocupante. Y es que estaremos de acuerdo en que la niñez y adolescencia son periodos críticos porque en estas etapas se instalan los hábitos alimentarios y de actividad física, pero además, porque en esta etapa se empieza a determinar la imagen corporal que cada uno tenemos de nosotros mismos y que en este período suele estar estrechamente vinculada con la autoestima.

No es extraño entonces que algunos adolescentes tengan dificultades con su autoestima y su imagen corporal al entrar en la pubertad porque es una etapa en la que el cuerpo atraviesa gran cantidad de cambios que, en combinación con el deseo de sentirnos aceptados por nuestros iguales, hace que nos comparemos constantemente con las personas de nuestro entorno social y familiar.

En este sentido, un niño obeso no solo sufrirá consecuencias de salud físicas, sino que puede sufrir discriminación social, baja autoestima y depresión. Tanto es así que otra de las consecuencias de la obesidad infantil es el riesgo de desarrollar trastornos psicológicos durante la adolescencia. De modo que, en algunos casos, se ha asociado la obesidad en la infancia y adolescencia con mayor probabilidad de presentar desórdenes de la alimentación, especialmente bulimia.

Asimismo, estos aspectos psicosociales permiten considerar la obesidad infantil como una alteración de los hábitos alimentarios, por lo que se ha propuesto un continuo entre anorexia nerviosa-obesidad en el que, evolutivamente, pueden situarse muchos pacientes con trastornos de la conducta alimentaria a lo largo de los años. De hecho, más de la mitad de pacientes con anorexia desarrollan síntomas bulímicos y muchos sujetos con bulimia refieren antecedentes de anorexia o sobrepeso.

Sea como fuere, una condición común y necesaria, aunque insuficiente por sí misma para situar a un niño dentro de este continuo, es una dieta muy hipocalórica. Esto quiere decir que en pacientes que acaban desarrollando trastorno por atracón o una bulimia, refieren que durante la adolescencia sufrieron sobrepeso u obesidad y que realizaron entonces dietas muy restrictivas.

Este es un ejemplo claro de lo que puede suceder si un niño con sobrepeso u obesidad no recibe el tratamiento y la atención adecuada. Y queda claro que las dietas restrictivas en el propio niño, adolescente o en su entorno familiar y social son un factor de riesgo.

No obstante, no olvidemos que la obesidad es una enfermedad multifactorial por lo que la alimentación no es la única causa. De hecho, los expertos están detectando un aumento de los casos de anorexia entre los adolescentes motivado en cierta medida por estos mensajes que señalan a la alimentación como la única responsable del aumento de peso.

Entonces, ¿cómo lo hacemos? pues partiendo en primer lugar de aceptar que socialmente existe un deterioro de hábitos alimentarios. No sabemos qué es comer bien y no diferenciamos entre cuidarnos y restringir de forma notable.

Debemos entender además que un niño obeso deberá cambiar de hábitos pero también su entorno (padres, hermanos, abuelos etc.). Y por último, retomar aspectos que parecen haberse olvidado como realizar un número de ingestas adecuadas, comer alimentos y no productos, tomar primer plato, segundo plato, pan y postre y completar la actividad diaria con ejercicio físico.