Miren Sáenz
La behobia quiere más PARIDAD

De qué hablan las mujeres cuando hablan de correr

Correr es sano, pero también divertido. Lo demuestran anualmente los miles de participantes en la Behobia que, además de sudar la camiseta, animan esta carrera singular en la que los hombres son mayoría. Las mujeres se incorporaron a esta prueba popular en 1979, con cinco mujeres en la salida. Hoy son una cuarta parte de las 31.056 personas inscritas, pero la organización aspira a la paridad y para conseguirlo tiene un plan.

En 2007, Haruki Murakami publicó un libro titulado “De qué hablo cuando hablo de correr”, un ensayo autobiográfico en el que el escritor japonés contó sus experiencias en las distancias largas. Murakami empezó a correr a los 33 años, intentando poner fin a los males de la vida sedentaria. Fumaba sesenta cigarros diarios y terminó por dejar el tabaco y engancharse al maratón. El libro encandiló a millones de lectores y a miles de atletas que comparten con el eterno candidato al Nobel de Literatura esa sensación de salud física y mental que sienten calzándose las zapatillas y tirando millas. Correr no solo es saludable, también es divertido, como anualmente se puede comprobar en esa demostración de deporte y fiesta en la que se ha convertido la Behobia-SS de la mano del Club Deportivo Fortuna.

La carrera vasca más multitudinaria, siempre inquieta en la búsqueda de nuevos horizontes, lleva años intentando aumentar su participación femenina. En 2008, sus promotores, con la colaboración de algunos ayuntamientos de Gipuzkoa, pusieron en marcha el “Pruébalo tu misma”, un plan para impulsar la creación de grupos de mujeres que se juntaban para correr y aprendían las pautas de entrenamiento siguiendo los consejos de especialistas o monitores. Así, mientras sudaban, descubrieron las ventajas del deporte, hicieron amigas y en algunos casos comenzaron a frecuentar las carreras populares. Fue un revulsivo para el que ahora dan un nuevo paso destinado a alcanzar la paridad participativa entre hombres y mujeres, que esperan culminar en 2025, y cuyo objetivo final apunta a que niñas, jóvenes y mujeres hagan deporte durante toda su vida. Este proceso de reflexión crítica, aprendizaje y acción lúdica, al que han bautizado con el nombre de BSS50/50/25, es un trabajo a siete años vista abierto a las propuestas del público, por el que cada año abordarán asuntos relacionados con el deporte y el género al tiempo que propondrán fórmulas para mejorar.

En la 54ª edición que se celebra hoy, de las 31.056 inscripciones un 24,6% corresponden a mujeres, una cuota algo inferior a la que aspiraban los organizadores que, en este 2018, confiaban en llegar al 30%. Sin embargo, alcanzar la paridad no parece una quimera si observamos lo que está sucediendo en otros lugares del mundo. Las carreras de 20 kilómetros, como la Behobia, o los medios maratones de 21,097 kms en Estados Unidos y en determinados sitios de Europa son el territorio de las mujeres y generan una participación femenina de hasta un 60%, según estadísticas recientes que, en el caso de los maratones, contabilizan hasta un 44%. En las pruebas de trasfondo social, del estilo al apoyo a la lucha contra el cáncer u otras causas solidarias, las mujeres son mayoría.

Aún así está comprobado que las chavalas de 12 y 13 años, cuando finalizan el deporte escolar y se pasa a una actividad más organizada, abandonan el deporte en mayor medida que los chicos. Las razones de estos abandonos remiten al presente y al pasado.

La antropóloga Carmen Díez Mintegi, profesora jubilada de la EHU-UPV, tiene una larga trayectoria como investigadora en temas de género y deporte que continúa analizando: «Cuando una chica demuestra unas condiciones, se considera que es buena, se le anima a seguir; si no, se le responde con un “pues déjalo, no pasa nada”, cosa que no se hace con los chicos. Está muy naturalizado que los hombres tengan tiempo para trabajar, correr y para todo. Las mujeres entienden que ellos lo necesitan más. Esto está muy ligado al cuidado de la familia y también a que las mujeres no reivindican los espacios propios. Ellos lo tienen mucho más interiorizado», asegura Carmen Díez, que desde 1981 está muy vinculada a la Behobia, donde ha desarrollado distintas tareas.

El peso del pasado.. Puestas a simplificar, la investigadora alude a motivos históricos, sociales y culturales. Los primeros están relacionados con el surgimiento del deporte a finales del siglo XIX, al compás de un importante cambio de la sociedad industrial y capitalista con sus nuevas formas de trabajo a la que se incorporaron los hombres, mientras las mujeres se quedaron en casa. «Los chicos, que hasta entonces compartían la vida y oficios de sus padres, son educados por madres y maestras, por lo que algunos historiadores creen que se temía que salieran afeminados. Así surgen los clubes solo para chicos que reproducen una masculinidad hegemónica. El hombre tenía sus horas de trabajo y sus horas libres en las que, por ejemplo, podía jugar», señala Díez.

El deporte era cosa de hombres mientras las mujeres tenían prohibido participar en los grandes eventos, pero cuando se incorporan a los Juegos Olímpicos «surge un modelo dicotómico de deporte masculino y femenino, un modelo naturalizado de que esto debe ser así, que no se cuestiona hasta los años 60 y 70 cuando surgen los asuntos de género. Lo femenino y lo masculino son construcciones. Van cambiando en función de las sociedades, el modelo de comportamiento permanece», afirma la antropóloga.

Quizás por eso muchas de las mujeres que en su momento se atrevieron a dar el paso tuvieron que pagar las consecuencias. Abundaban los bulos como que ciertas disciplinas podían afectar a los aparatos y los procesos reproductivos; por no hablar de reacciones no tan lejanas del estilo de «pareces un marimacho», «se te van a poner unas bolas inmensas», «¡pero qué va a ser esto, ahora estas se ponen a correr!», discrepancias que no siempre venían de los hombres sino también de sus propias congéneres, algo que Díez Mintegi enmarca como «patriarcado de consentimiento: esas mujeres que aceptan esa situación porque no pueden o no se atreven a cambiarla», explica.


A por el modelo mixto. Afortunadamente algo sí ha cambiado y en algunos círculos se anima a las chicas a que hagan deporte, pero aunque se haya avanzado sigue habiendo muros que derribar. Pasa con el fútbol, donde las diferencias entre niños y niñas son evidentes. Ellos son mayoría y comienzan con la lección aprendida; ellas, no. «El fútbol masculino tiene una estructura piramidal y una serie de rituales donde se relacionan, aprenden a ser protagonistas, a ganar, a perder y eso está muy ligado con el tipo de sociedad que tenemos. De esto se les ha privado a las mujeres que carecen de estas estructuras y en lugar de juntarlos, de hacer equipos mixtos, los separamos. No tiene sentido. ¿Admitiríamos qué en el mundo laboral, en la política, en la Judicatura hubiera espacios separados entre mujeres y hombres? El deporte es un ámbito que reproduce jerarquías de ámbito y poder, pero también es una de las cosas que más presente está en la sociedad», señala.

Díez Mintegi aboga por romper esa estructura e ir desde abajo a un modelo más mixto, que tímidamente ya empieza a dejarse ver en la alta competición como son las pruebas de dúos o equipos mixtos en los últimos Mundiales o Europeos de natación o atletismo. En el mundo de hoy, sin ese modelo dicotómico, la presencia de transexuales e intersexuales en un certamen no sería noticia, tampoco motivo de comentario los escasos chavales que practican gimnasia rítmica o natación sincronizada.

Dicho así parece complicado, pero también se decía hace un siglo que las mujeres no podían correr un maratón y los gestos de algunas de ellas demostraron lo contrario. Ni siquiera se sabe con seguridad quién fue la primera. Se especula con la francesa Marie Louise Ledru, que pudo acabar el Tour du Paris Marathon en 1918, aunque se le da más credibilidad a la inglesa Violet Percy, que en 1926 concluyó la mítica distancia entre Windsor y Londres. Merry Lepper, en 1963, fue la primera estadounidense en acabar en California una prueba oficial, a la que por cierto accedió sin permiso, como Bobbi Gibb y Katrine Switzer, que la emularon en Boston con sus melenas escondidas bajo las capuchas de sus respectivas sudaderas Años después Gibb fue reconocida oficialmente como la ganadora de las ediciones de 1966, 67 y 68 del maratón más antiguo del mundo, mientras Switzer lo era como la primera mujer en acabarlo con un dorsal –el ya famoso 261– después de que en 1967 la inscribieran como K.V. Switzer y, tras ser descubierta, su novio y otros corredores evitaran que la expulsaran de la carrera.

La estadounidense, a sus 71 años, sigue corriendo y continúa en la pelea. Ganó el maratón de Nueva York en 1974, fue segunda en el de Boston en 1975 y ha llevado por el mundo su mensaje feminista, como se podrá comprobar en la conferencia que impartirá pasado mañana en la Universidad de Deustu en Donostia.


De cinco a miles. Tampoco Begoña Zuñiga, a los 68 años, ha perdido su pasión por el atletismo. En 1979 fue la primera ganadora de la Behobia coincidiendo con su 15ª edición y el estreno de la época moderna. Zuñiga es una de las atletas más laureadas de esta prueba, que ganó en tres ocasiones –1979, 1981, 1987– y en la mayoría de sus catorce participaciones acabó en un podio compartido con Maria Luisa Irizar, la única persona que ha vencido siete veces. Se animó porque la carrera salía de la puerta de su casa y, entre los apenas mil participantes, la presencia femenina se podía contar con los dedos de una mano. «No sé si llegamos a seis mujeres», apunta y casi acierta porque, en realidad, fueron cinco. Por ese motivo, no es de extrañar que a la tricampeona le sorprenda para bien el actual 24,6%. «¡Cuántas mujeres la corren ahora, pero cuántas!. Me da una envidia...», exclama esta excorredora que acostumbra a ver el «casi interminable» paso de la carrera desde las aceras de Irun mientras recibe las felicitaciones de sus vecinos.

Esta navarra de Abarzuza, que desde muy joven reside en Irun, inauguró la categoría femenina de la Behobia a los 28. Para entonces era una atleta curtida que había descubierto el cross a los 16 cuando estudiaba en la Escuela Profesional de Arrasate y, pese a las dificultades, no lo abandonó hasta que un serio desgaste de cartílagos en la rodilla le obligó a renunciar al Maratón de Nueva York estando allí y a decir basta.

Zuñiga acumuló 46 años de atletismo en activo empezando en aquella especie de élite de su juventud que le permitía participar en el Cross de las Naciones en Bélgica o Italia cuando el profesionalismo significaba, con suerte, una pequeña beca que desaparecía al primer error. Salió en decenas de carreras populares e incluso, hace una década, cuando los achaques de rodilla le castigaban seriamente, lo intentó solucionar con métodos sofisticados como esos tratamientos de plasma que utilizan los deportistas profesionales antes de convencerse de que lo suyo ahora es andar.

Llegó a correr embarazada de mellizos y después, cuando sus hijos tenían dos años, para disputar el Mundial de Londres de maratón y otras competiciones los dejaba a cargo de sus padres y de su difunto marido, un exvelocista que empezó más tarde que ella y no llegó a tanto: «Ahora lo ven más normal, antes la gente era muy crítica. Pero mi aita era mi fan número uno y me defendía a muerte; mi marido lo entendía y estaba de mi parte. Veían como me machacaba, sin dormir con dos niños pequeños, entrenando 30 kilómetros, haciendo series, compitiendo los domingos. Pero a mi el atletismo me lo ha dado todo menos dinero –ríe–. Tenía que trabajar en otras cosas, he dado muchas clases de gimnasia». Zuñiga, que entrenaba con hombres, siempre se sintió una más. «Tiraba como los demás, no me echaban ni los tejos», bromea.

Un deporte que llena. Uxue Urbeltz, de 20 años, también ha sucumbido a la atracción del atletismo. Sus padres la llevaban al monte en la mochila, practicó kárate, natación… hasta que terminó saliendo dos o tres días a correr y descubrió el encanto del running.

Esta tudelana, afincada en Donostia por motivos académicos, corre por libre y no está federada. Se reconoce feliz y asegura que las endorfinas que le produce el ejercicio físico no se las da ninguna otra cosa. «Solo salir a correr y despejarte ya está bien, pero correr la Behobia es increíble. Con esas aceras llenas de gente, donde te animan desde los txikis a las amonas. Es un gusano que te lleva hasta la meta».

Esta es su segunda Behobia de mayores, aunque viene de la Gaztea, la prueba para adolescentes que el Fortuna ideó hace unos años intentando fomentar la costumbre de correr en las edades que más se le resisten. No es el caso de Uxue Urbeltz, quien no entiende su vida sin el deporte hasta el punto de que ha estudiado TAFAD (Técnico Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas), un ciclo formativo de grado superior enmarcado en la Formación Profesional, que ahora compagina con Nutrición y Dietética. «No sé exactamente qué me va a deparar mi profesión, si terminaré como psicóloga deportiva o tratando temas de salud, pero me gustaría que mi futuro fuera por ahí», afirma.

Uxue Urbeltz ha visto a unas cuantas amigas y compañeras abandonar la práctica deportiva. «Tengo amigas que han hecho fútbol o natación, pero llega un momento que se corta; o te vas a dedicar a ello y vas a alto rendimiento, o lo plantas. Yo subsisto gracias a los grupos de corredores con los que en Donostia es fácil contactar. Los chicos, quizás, lo tienen más fácil, Ellos continúan con sus liguillas».

Opina que es cuestión de prioridades, las suyas están claras: «Si a ti te encanta algo sacas tiempo de donde sea, dejas de ver la tele... No concibo estar bien sin hacer deporte, para mi es salud, pero también es ocio y diversión. Creo que el deporte es algo que une, y el atletismo más, puedes correr con gente de cualquier sitio y de cualquier edad. Si te gusta viajar es ideal para conocer otros lugares». Urbeltz despidió sus 19 años corriendo el maratón de Sevilla, una experiencia inolvidable: «Sinceramente, fue uno de los mejores días de mi vida. Era la víspera de mi cumpleaños y entré en meta emocionada y llorando».

Y es que Uxue cultiva la filosofía de la participación y la diversión frente a la puramente competitiva: «Yo me siento una atleta dominguera, no pertenezco a un club, no me interesan las marcas. Para mi, el único tiempo es el meteorológico. Pero me gustaría que al igual que se dan clases de zumba, se impulsara el atletismo. Ayuda a evadirse», dice convencida de que invertir los ratos libres haciendo deporte es provechoso, sea en grupo o buscando la soledad, como Murakami.

La Behobia es una prueba de 20 Km, no homologada, que se celebra el segundo domingo de noviembre. Su cupo de participación es de 35.000. Los atletas en silla de ruedas salen hoy de Behobia (Irun) a las 09.45 h., a las 9.50 los rollers y a las 10.15 los atletas a pie que tienen 2 horas y 45 minutos para llegar a la meta del Boulevard donostiarra.