IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Propio

La disciplina artística no es nunca el objetivo final de la creación. De cada obra subyace un universo propio que supera la mera materialización formal. El nacimiento del arte conceptual en los años 60 supone la máxima expresión de esta premisa cuya relevancia sigue marcando los pasos de la contemporaneidad. Las grandes técnicas, pintura, escultura y arquitectura (podríamos incluir aquí la fotografía), son herramientas que sirven a la creación como un vehículo y no como una meta. Sin embargo, no todo el arte sitúa al concepto en el centro de sus intenciones. Lo plástico marca en ocasiones el grueso de cualquier narración que pueda suceder. Volvemos entonces a reivindicar un espacio de protagonismo para el diálogo con el material, la textura de lo pictórico o las torsiones de lo escultórico. Una raíz de lo manual que el devenir de los tiempos ha ido adaptando.

De nuevo, no hay posiciones polarizadas. Todo son espacios intermedios en los que los lenguajes atraviesan los umbrales de las facetas más sensitivas, buscando un territorio nuevo en cada puesta en común mediante el dispositivo expositivo. Las artistas que hoy reseñamos cuentan con un estilo reconocible que aporta a sus piezas una capa más de riqueza para su lectura, encontrando precisamente esos lugares hibridados a los que nos referimos en la introducción.

La artista navarra Dora Salazar (Altsasu, 1963) estrena en el Museo de Navarra el proyecto “Todo Arte es Contemporáneo”. Un ejercicio de renovación institucional que, entre otros cambios, ha decidido destinar la capilla como espacio para artistas navarros actuales con obra en los fondos de la colección. “Dora Salazar. Inspiración. Espiración. Expiación” se inauguró el pasado 26 de octubre siendo entonces la primera exposición de esta nueva época del museo. La representación del cuerpo y la perspectiva feminista adquieren, si cabe, una relevancia aún mayor en el lugar destinado para la muestra. Un espacio de connotado carácter religioso alberga un nuevo discurso en el que las quince piezas eminentemente escultóricas son capaces de recodificar nuestra relación como visitantes. La presencia de la desnudez se revela como un alegato por la piel y por las superficies de fragilidad que por contra acaban emitiendo un mensaje de fuerza y rotundidad.

Menchu Lamas (Vigo, 1954) es una pintora que participó en la fundación del grupo Atlántica en los años 80. Dicho colectivo, conformado por una veintena de artistas multidisciplinares, revitalizó la plástica gallega desde la creación experimental y la autogestión. La figura de Lamas nos ayuda una vez más a acercarnos a la pintura contemporánea esta vez de la mano de “Colores nómadas”, el título de la muestra que el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo Artium alberga hasta el 20 de enero del próximo año 2019. Un compendio de obras que no quieren hacer una labor retrospectiva para lo que se sitúan en algunas de las creaciones clave de la época actual de la artista. Las texturas, el gesto y una riquísima paleta se manifiestan en cada uno de los capítulos que componen el recorrido. Por contra, el color negro aparece presente en muchas de las fases hasta llegar a momentos como “Juego de Sombras” en el que las paredes aparecen pintadas de negro para invitar al público a vivir la experiencia desde un espacio en penumbra.

Como prólogo, el recorrido se abre con un enorme mosaico en un ángulo de la estancia de unos tres metros de altura y casi veinte metros de largo. Dando título a la exposición funciona, como un ejercicio de transparencia, una declaración de intenciones que antecede lo que discurre en las salas adyacentes.