XANDRA ROMERO
SALUD

Que no se te atragante la Navidad

Con el habitual revuelo festivo que se aproxima cada año en diciembre y que se caracteriza por cenas festivas, cenas de empresa, de cuadrilla, poteos varios con todos nuestros grupos de amigos etc., solo puedo pensar una cosa: con lo que a mí me gusta comer bien, qué pereza me da esto que huele a obligatoriedad. Y es que, en estas fechas, nos sumimos en una vorágine gastronómica y de alcohol de la que acabamos disfrutando de todo menos de los alimentos.

Para evitar sensaciones de este tipo en esos días en los que es difícil escaquearse de estos compromisos, es importante pensar en las distintas formas de comer que existen y que practicamos.

Comemos a diario, comemos bien, comemos mal, intentamos comer menos o mejor pero rara vez, y menos en estas fechas que se aproximan, comemos comiendo. Y es que vivimos tan rápido que no prestamos atención a muchas cosas, entre ellas, al hecho de comer. Principalmente porque buscamos llenar todos los espacios haciendo más de una cosa a la vez y eso conlleva no hacer ninguna de ellas con atención plena.

El problema es que nos hemos desconectado cada vez más del origen de nuestra comida y del acto en sí y olvidamos que los alimentos requieren de un tiempo para llegar hasta nuestro paladar, que comer no es un mero trámite y que, aparte de nutrirnos literalmente, también ha de “nutrirnos” a un nivel más allá por medio de su textura, olor y sabor. Olvidamos, a menudo, que estas cualidades de los alimentos nos conectan con el valor emocional que otorgamos a la comida y que es precisamente este valor emocional, que puede ser positivo o negativo, lo que influye en el qué, el cómo, el cuánto y el cuándo comemos.

Pensemos que, por ejemplo, la canela nos recuerda a un abuelo o abuela que cuando éramos pequeños nos hacía galletas con este ingrediente y las tomaba pasando un rato con nosotros. Por el contrario, imaginemos que cuando éramos pequeños cada vez que teníamos un berrinche nos daban algo de chocolate para distraernos y que se nos pasara.

Muy probablemente durante nuestra adultez, sin ser conscientes, puede que tomar alimentos con canela nos haga sentir felices y en paz puesto que lo asociamos a ese hermoso momento de la infancia. Sin embargo, aprender que ante cualquier obstáculo solo podemos darnos un atracón de chocolate para calmarnos puede llevarnos a graves problemas no solo de peso sino también emocionales. Y no somos conscientes de ninguna de estas situaciones, porque no comemos con atención plena.

Comer sin atención tiene varias y graves desventajas, una de las peores es comer más de lo que necesitas. Esto pasa porque se vuelve mucho más difícil distinguir cuando ya estás satisfecho, pues no estás concentrado en escuchar tus señales internas y, además, olvidamos que nuestro cerebro necesita de algunos minutos (aproximadamente 20) para darse cuenta de que el estómago está lleno.

Pero si nuestro enfoque está en otra actividad y además lo hacemos de forma rápida, dejaremos de comer solo hasta que el plato esté “limpio” y el estómago a reventar.

Está comprobado que dirigir nuestra atención a lo que comemos nos ayuda a sentirnos satisfechos con menos cantidad de comida y, por lo tanto, a prevenir el aumento de peso. Porque cuando practicamos el comer consciente, reconocemos más fácilmente las señales de hambre real, lo que ayuda a controlar nuestras decisiones para no engullir por otros motivos como aburrimiento, estrés o ansiedad.

Asimismo, ingerir con atención también representa comer más lento, lo cual mejora la digestión.

Y, por último, comer sin distracciones cambia la forma en que pensamos acerca de los alimentos y cualquier emoción negativa que pueda asociarse con la comida es reemplazada por más conciencia, de modo que se puede cambiar. Así que en estas fechas más que nunca, recupera la esencia de comer concentrado, disfrutando, saboreando y escuchando a tu cuerpo.