BERTA GARCIA
CONSUMO

Sobre gastos navideños

Se acerca la Navidad, las fiestas más asociadas al consumismo generalizado por la costumbre de regalar pero también por esa cesta de la compra, cuyo coste aumenta considerablemente a causa de las grandes comilonas y opíparas cenas que quien más o quien menos compartirá en los próximos días. Así pués, «allá cada quién con su cada cual». Hoy esta columna no va de consejos sino de hacer la moviola de lo que nos pasó en las anteriores navidades, como una especie de ejercicio que reanime nuestras neuronas.

Entonces, en el asunto presupuestario teníamos claro el tope de gastos, pero... no habíamos contado con los imprevistos. Por ejemplo, ¿quién estuvo tan lúcido como para pensar en la factura de la luz y de la calefacción? Sí, esas horas de más en consumos de luz, de gas y otras comodidades extras para sentir el hogar calentito y acogedor. También esas llamadas telefónicas para felicitar con cariño a una larga lista de destinatarios, si hay alguien todavía que no disponga de tarifa plana, o esos recorridos interminables en el coche buscando aparcamiento y, por supuesto, consumiendo combustible extra.

Pero existen más gastos imprevistos (o no metidos en presupuesto), aunque sean por causas humanitarias, tan propias de ponerse de manifiesto en Navidad. Por ejemplo, esa empatía hacia los problemas humanos que tan hábilmente nos recuerdan los maratones televisivos, los productos del supermercado o los juguetes encarecidos con un eurito de regalo para los necesitados. O, simplemente, esos aguinaldos a gente “servicial y encantadora”, o también esos dinerillos con los que jugamos al regalo para “el amigo invisible” con los compañeros del trabajo. Pues eso.

Sí, pues eso, no podemos negar a estas alturas de la película que repetiremos hábitos in sécula seculórum. El presupuesto del año anterior nos volvió a quedar cortito y lo comprobamos en enero cuando llegaron los gastos de la visa, los facturones de consumos energéticos y el teléfono, amén de otros marrones que ni pensábamos : léanse subidas sí o sí del costo de la vida.

Vamos, que no se diga. Pero, mesedez, a Olentzero ni me lo toquen.