BERTA GARCIA
CONSUMO

Nuevo etiquetado de la leche

Ya está vigente la nueva normativa sobre el etiquetado de la leche y los productos lácteos (RD 1181/2018). Desde el pasado 22 de enero, el decreto viene a dar la razón a los consumidores, los ganaderos y los fabricantes, que acumulan ya años de reclamaciones a sus espaldas. Y es que “quien no llora no mama”, aunque ya se nos hayan caído los dientes de leche. A partir de esa fecha, la inclusión de los datos de procedencia de la leche ha pasado de voluntaria a obligatoria, aunque, en principio, solo tendrá una vigencia de dos años con el fin de que se evalúen los resultados cara a su prolongación. Productos como la mantequilla, la nata, los yogures, los quesos y la propia leche (y cualquier otro producto que incluya en su elaboración más del 50% de leche, ya sea de vaca, oveja o cabra) deberán especificar el país en el que la leche ha sido ordeñada y donde haya sido transformada.

Sin embargo, hasta pasados uno o dos meses los consumidores no van a disponer de la nueva información, ya que los distribuidores tienen ese plazo para actualizarse, tanto por el estocaje existente como por la sustitución de los envases con los datos exigibles para poderse comercializar los lácteos. Sin duda, con esta nueva norma se va a facilitar mejor la elección del producto, porque, de cara a los consumidores, se avanza en transparencia. Y, según señalan las cooperativas agropecuarias, se espera que la gente opte por productos de cercanía, algo que va a redundar en que se genere mayor valor en el territorio, evitando así la despoblación rural que es palmaria desde hace varias décadas.

De momento, los ganaderos y la industria láctea se ven recompensados, aunque los consumidores siguen pidiendo más al etiquetado y a los controles, como es acabar con la mala leche con la que se multiplica la pura para obtener más ganancias... para el engorde, no de las vacas, sino de los listillos. Llegados a este punto de la reflexión habrá que esperar a que pase un tiempo. Mientras, tendremos que seguir llorando, como dice el refrán.