IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Veraz

Cada vez que una exposición fotográfica es reseñada en esta página proponemos similares líneas de análisis. Por supuesto, su papel como un campo que parecía menor (frente a la pintura y la escultura) y que acabó por erigirse como una de las grandes líneas del arte contemporáneo. Su capacidad de expandirse hacia diversas ramas que sobrepasan la creación artística, desde lo documental a la fotografía periodística. Por último, su constante actualización en cuanto a formatos y usos. Algo que ninguna otra rama del arte ha conseguido.

Instaurada en la cotidianidad como un valor frágil pero constante, miles de archivos pueblan los servidores de las redes sociales, los smartphone y nuestras bandejas de entrada. ¿Existe acaso una mayor diversidad en alguna otra disciplina? La respuesta es obvia. Sin embargo, sigue existiendo una condición inherente al dispositivo que captura. Como dice Wim Wenders, una fotografía es una imagen doble. Por un lado el encuadre y la imagen que se capta. Por otro, la intención de quien ejecuta la acción. Un concepto híbrido entre la actitud del ojo que mira, la elección nunca inocente y la decisión de dejar fuera del encuadre los elementos que no interesan al relato que en él se dan.

Por esto, estas exposiciones vuelven a ponernos en esta tesitura analítica en la que nos preguntamos si tiene sentido seguir produciendo desde el arte un tipo de resultado cuya lógica responde a un ritmo social totalmente desbordado por la sobreproducción de información gráfica. La respuesta nunca es clara y mucho menos definitiva, pero lo que es indiscutible es que hay una potencia poética que merece la pena ser reservada para una contemplación que poco tenga que ver con el deslizar acelerado de nuestro dedo pulgar en una pantalla táctil.

La Sala Amárica de Gasteiz inauguró el pasado 31 de enero “Un Lac”, a cargo del fotógrafo Iván Urarte (Gasteiz, 1980). Cuatro años de trabajo han sido necesarios para completar la muestra que se extiende hasta el 24 de marzo. La juventud es el hilo conductor y el grueso conceptual del proyecto mediante la utilización de un lenguaje que se acerca al trabajo documental. Sin embargo, existen varias capas de lectura que acaban por proponer una óptica más compleja y asentada en conceptos que escapan de una mera representación. Los códigos del retrato dominan todo el montaje, proponiendo miradas que interpelan al público como parece que lo hicieron con la lente de Urarte. Cada una de las piezas soporta sobre sí misma una experiencia vital que mediante esta oportunidad se nos brinda desde el poder de lo visual.

La galería Cibrián, situada en el centro de Donostia, acoge hasta el 30 de marzo “El intrusismo del inspector” a cargo del artista cubano Leandro Feal ( La Habana, 1986), a cuyo trabajo nos acercamos desde esta página con motivo de su exposición en Azkuna Zentroa del año 2017.

En esta ocasión, el llamado decreto 349 aceptado el año pasado y puesto en marcha en diciembre del 2018 es el elemento central respecto al que se orquestan las diferentes obras que la componen. Lo que el autor denuncia como un control gubernamental sobre la creación artística en Cuba es lo que pretende mostrar desde algunas de sus series más conocidas. “Hotel Roma” o “Tratando de vivir con swing” responden a una fotografía de lo vivido, de un momento captado del que el propio Leal parece formar parte pues desprenden, cada una desde su propio universo narrativo, una veracidad y una atmósfera propia capaz de hacernos sentir parte de lo que parece estar sucediendo.