IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Lenguaje

En múltiples ocasiones hemos aludido a nuestra contemporaneidad como un lugar en permanente estado de cambio. La imposibilidad de fijar nuestros ritmos sociales provoca una constante aceleración por la que nos convertimos en ávidos consumidores. Cuando nada se posa, todo está en actualización e, incluso, podríamos asegurar que en una continua duda. El descreimiento, el cuestionamiento y el cambio nos convierten, en palabras del siempre citado sociólogo Zygmunt Bauman, en un estado líquido que el propio autor aplicó a conceptos como la modernidad, el amor o el arte. En este contexto, y sin ánimo de caer en un optimismo extremo, podemos entender que lo inestable es a la vez una fisura para la conquista de nuevos territorios capaces de alterar todo aquello que resulta impuesto.

Los lenguajes del arte hace tiempo que han visto alterados sus espacios de encierro a cambio de una mezcla entre modos de hacer y resoluciones formales que nos llevan a la indefinición. ¿Se puede hablar hoy de grandes disciplinas? ¿Es aún un lugar desde el que asumir la creación de un análisis crítico del arte? Como marca nuestro tiempo, no existen respuestas definitivas, pero lo que sí debemos garantizar es una creación cultural capaz de desmontar los cimientos más estables. Porque si no es ese su papel, puede que entonces nada de todo esto tenga sentido.

En mayo del pasado año, abría sus puertas en el centro de Gasteiz una nueva galería bajo el nombre de Talka. Este proyecto, que cuenta ya con varias exposiciones en su corto pero intenso recorrido, inauguró el pasado 1 de febrero una muestra a cargo de Miguel González de San Román (Gasteiz, 1952). Una propuesta pictórica en la que el color, la mancha y el trazo asumen el peso de nuestra visita. Hasta el 30 de este mes podemos sumergirnos en un escenario en donde la reconocible abstracción del creador conduce una narración apoyada en los títulos de cada una de las piezas. “Después de la lluvia” o “Tótem del signo” son solo algunas de las sugerencias que las cartelas de la sala añaden como una capa de lectura más allá del propio lienzo.

Sin embargo, la coherencia cromática y la resolución formal funcionan como hilo conductor de nuestro paseo, permitiendo al color rojo revelarse como protagonista. El expresionismo de cada cuadro comparte lugar común con trazos caligráficos o manchas desde un formato semejante pero con tamaños diferentes.

La galería Juan Manuel Lumbreras recibe por segunda vez al fotógrafo bilbaíno Cano Erhardt (Bilbo, 1955) tras su primera ocasión que tuvo lugar allá por 2016. “Wonders of nature” es el nombre bajo el que se conforma una sugerente muestra en la que los límites de lo fotográfico son cuestionados de una manera tan sutil como poética. El encuadre, como unidad básica de decisión compositiva, ayuda Erhardt a componer una serie de obras que nos agarran por la solapa para sacarnos de un tirón de la comodidad de la fotografía de paisaje y llevarnos a códigos mucho más cercanos a la abstracción pictórica. La naturaleza y su casi imposible condición de espacio virgen es el tema principal en esta reflexión poética sobre el significado de los límites y el fin de la inmensidad como concepto.

No hay espacios inhabitados, no existe más el sueño de la tierra que aún no haya sido pisada. La dominación del mundo natural es una de las crisis constantes de nuestra sociedad. Incluso, podríamos pensar que la propia fotografía es la dominación del recuerdo o de la memoria y el legado visual de un lugar inhóspito anula automáticamente esta condición pues el disparo fotográfico requiere presencia, gesto e intención.