Janina Pérez Arias
Entrevista
Rupert Everett

«Cuando eres actor, un día estás en lo más alto y otro te ven como un fracasado»

Hubo un tiempo en el que Rupert Everett (Norfolk, 1959) quiso ser una estrella de Hollywood. Proveniente de una familia pudiente, nunca le faltó de nada, más bien parecía sobrarle de todo. Como pocos actores, se ha permitido hacer lo que le apetecía: rechazar roles que no le convencían y asumir riesgos atraído por la fascinación de lo imposible, bien sea en cine, teatro o en televisión. Íntimo y cómplice de Madonna, modelo en pasarelas, rodó junto a Julia Roberts (“La boda de mi mejor amigo”, de P.J. Hogan, 1997), y se quedó un tiempo en EEUU donde trabajó con reputados directores como Robert Altman (“Pret-a-porter”, 1994) o Paul Schrader (“El placer de los extraños”, 1990), aunque su filmografía más destacada tiene sello europeo.

Everett fue, además, una de las primeras celebridades encumbradas en declarar su homosexualidad. Después de casi cuatro décadas de carrera, con aciertos y tropiezos, el actor y productor inglés sabe perfectamente que mantenerse en activo y en la memoria del público es lo más difícil en el mundo de la interpretación. Con la sabiduría y los golpes que otorgan los años, a Everett le llegó el momento de pasarse a la dirección. Entre manos amasaba una historia preciosa, para él en todos los sentidos, ya que se trataba de recrear a Oscar Wilde (1854-1900), una figura a la que ha estado conectado en cuerpo y alma.

En “La importancia de llamarse Oscar Wilde” (“The Happy Prince” en versión original), además de guionista y director, Everett también es el protagonista. Encarna al escritor irlandés al final de su vida: un hombre roto, en situación precaria tanto de salud como económicamente, aún sintiendo la humillación y malviviendo en el exilio. En esta gran aventura coproducida por Alemania, Bélgica, Italia y Gran Bretaña, y que ha tenido muy buenas críticas, le acompañan Colin Firth (también como productor), en el papel del entrañable amigo Reggie Turner, y Emily Watson dando vida a Constance, la esposa de Wilde. La película llegará a nuestras carteleras el próximo viernes.

Su fascinación personal por Oscar Wilde es grande y le ha llevado a invertir unos cuantos años en esta película. ¿Por qué ha sido todo tan cuesta arriba?

Sinceramente, cuando empecé con este proyecto nunca imaginé que iba a estar años tratando de levantarlo. En 2007 todo indicaba que el proceso de realización marcharía sobre ruedas: le envié el proyecto al productor en Londres quien, a su vez, se lo remitió a uno de los mejores y más famosos productores del mundo. Este casi instantáneamente manifestó su entusiasmo, me llamó para decirme que era el mejor guion sobre Wilde que había leído. Ese fue prácticamente el día más feliz de todo el desarrollo. ¡Hasta me imaginé que entraría en las nominaciones a los Oscar!, me vi ensayando mi discurso frente al espejo (se ríe). Sin embargo, al día siguiente, ese mismo productor me llamó para decirme que sería mejor que yo no interpretase a Oscar Wilde, que quería a Philip Seymour Hoffman (fallecido en 2014) para ese papel. Me horroricé. Esta anécdota es un buen ejemplo de cómo es este negocio para los actores: un día estás en lo más alto y al otro te ven como a un fracasado, aunque se trate de un proyecto propio. Luego empezó la búsqueda de un director, el guion estuvo varios años girando entre agencias y managers, ocho directores lo rechazaron, y llegó el momento en el que pensé: ‘¡Pues qué les den!, lo voy a dirigir yo, de lo contrario el proyecto morirá’. Es obvio que al tomar esa decisión no era consciente de lo complicado que iba a ser todo el proceso. Durante los tres primeros años no conseguí ninguna fuente de financiación. Pensé entonces que si hacía una obra de teatro sobre Oscar Wilde, podría convencer a potenciales inversores [se trataba de la excelente obra de David Hare, ‘The Judas kiss’, montada en el londinense Hampstead Theatre en 2012, protagonizada por Everett y por cuya actuación obtuvo importantes reconocimientos]. A partir de allí las cosas empezaron a mejorar.

Siendo la figura de Oscar Wilde tan cercana a usted, ¿se le hizo difícil tomar decisiones que iban en contra de cómo la había concebido originalmente?

No me vi en esa tesitura. Yo tenía una idea de cómo sería, quería hacer una película sobre la muerte y los recuerdos; me parecía fantástico tener a ese hombre moribundo en una habitación tratando de organizar sus memorias y su vida antes del colapso definitivo de su cerebro. No pienso ahora sobre lo que pude haber hecho o lo que estaba dejando de lado, conocía muy bien ese personaje, había leído tanto sobre él que sentía que todo fluía. Por otra parte, en el momento de hacer la película, hubo cosas a las que definitivamente no me aferré porque ya sabía que resultarían muy caras para el rodaje, por lo que me centré mucho más en el personaje.

Una parte importante de «La importancia de llamarse Oscar Wilde» es la relación con Bosie (Lord Alfred Douglas), detonante de su caída en desgracia. ¿Cree que fue amor verdadero?

La relación con Bosie [interpretado por Colin Morgan] es una buena muestra de su locura, porque fue más bien una relación esnob. Una de las cosas que me llamó la atención es que ha pasado como una gran historia romántica, y siempre me había preguntado si de verdad era tal. En aquella época para un irlandés vivir en Inglaterra era tremendo, y es que los ingleses pensaban que los irlandeses eran horribles. Wilde hizo todo lo posible para ser muy inglés, para acceder a la alta sociedad y empezó su relación con Bosie, que pertenecía a esa clase social. La verdadera historia de amor fue con Robbie Ross [encarnado en el filme por Edwin Thomas], quien amó incondicionalmente a Wilde y siempre volvió para ayudarle. Una de las ideas de la película es que generalmente no se ve dónde está el amor y, al descubrirlo, ya es demasiado tarde.

Wilde fue condenado por su homosexualidad, encarcelado, cayó en desgracia y murió en el exilio. ¿Cómo ve los cambios de actitud en la sociedad?

Empecé en la realización de esta película en mi cincuentena. Para un actor esa es una edad complicada en todos los sentidos porque no eres lo suficientemente joven, pero tampoco lo suficientemente mayor; estás en el medio. Cuando constaté que cada vez se ponía más difícil concretar este proyecto y veía más cerca el fin de mi carrera, para mi hacer esta película pasó a ser una cuestión de vida o muerte. Esa fue una gran motivación, pero también lo fue el sentimiento de que esta historia era importante porque, probablemente, lo que le pasó a Oscar Wilde lo puede vivir hoy en día alguna persona en Rusia, India o Uganda. Ya no sucede en mi mundo pero, sin embargo, es relevante, y más si pensamos que los problemas actuales nos abruman tanto que no somos capaces de verlos desde una perspectiva histórica. Es un hecho que en los últimos 115 años todo ha cambiado, tenemos una percepción más humana hacia la presión, hacia el horror de casos como el de Wilde. Claro que aún en Inglaterra se ven situaciones feas, pero hemos avanzado mucho. En ese sentido, pienso que, para los homosexuales, Wilde sería como la figura de Cristo.

¿Podría profundizar un poco en esa afirmación?

Tendríamos que redefinir la figura de Cristo. Lo fascinante de la noción de Cristo es el hombre y dios, pero es el hombre imperfecto, con sus errores, su vanidad, su codicia, su ira, con todo lo que tenemos y somos en realidad. Nunca hemos investigado a Cristo como persona, porque incluso desde la perspectiva humana es demasiado divino. Una de las concepciones de Cristo es la del genio, junto a lo divino y lo terrenal; pienso que Wilde es muy cercano a eso. Wilde era un genio, muy compasivo como persona, muy poético, pero al mismo tiempo era la típica celebridad, era completamente egocéntrico. En sus años de éxito, el mundo era como su reino. Era la típica estrella, tonto si se quiere; sin embargo, a veces al escribir dejaba ver a un ser humano excepcional.

En 2017, el Gobierno británico concedió «el perdón» a Oscar Wilde junto a otras personas que habían sido condenadas por homosexualidad. ¿No es demasiado tarde para este gesto?

Es demasiado tarde y es típicamente inglés. Además, perdonar es un error, ya que lo correcto hubiera sido una disculpa, puesto que perdón implica que has hecho algo malo. Porque son más que palabras. Es como ‘tolerancia’, que me parece una palabra bastante extraña, porque no creo que la gente tenga que ser ‘tolerada’. Para mí ‘tolerante’ es la versión débil de ‘intolerante’, que es una mala palabra. Definitivamente, ‘perdón’ es incorrecto.

En su juventud se le relacionó con mujeres famosas, era un tiempo en el que «salir del armario» era amenazador para una carrera artística. ¿Sufrió esos prejuicios?

Creo que la vida es una lucha constante y, en cierto modo, aprecio que sea así porque prácticamente te obliga a que te lances en contra del mundo. Debo decir que ahora tampoco es fácil ser gay, sobre todo en el mundo del entretenimiento, donde tienes que ser muy cuidadoso. En Estados Unidos, por ejemplo, es cierto que existen un par de actores gais muy famosos; hasta hay uno que se dedica al cine de acción, lo cual es increíble, pero no todo es pan comido. En otros países, como Alemania o Francia, los actores son más conscientes de su identidad sexual, pero en Estados Unidos aún consideran que hay que mantenerla oculta, aunque posiblemente opten por lo contrario ya que hoy en día es muy difícil reservarse.

Ha dicho que quedó exhausto después de esta experiencia en la dirección. ¿Qué aprendió de usted?

Principalmente me di cuenta de que soy más fuerte de lo que pensaba. Creo que a lo largo de mi vida no había tenido la tenacidad suficiente para obtener logros. Al comienzo de mi carrera muchas cosas me llegaban fácilmente, y cuando me tuve que enfrentar a desafíos reales, me sentía incapaz de lidiar con ellos. Por alguna razón, nunca dejé que muriera este proyecto, por lo que pienso que la tenacidad es la única cosa que necesitas en la vida. Puedes lograr lo que te propongas mientras continúes con tus objetivos, aunque siempre va a existir alguien que trate de detenerte. Sinceramente, nunca me había imaginado que tuviese tanta energía.

De haberse percatado en sus comienzos de que poseía esa fuerza interna, ¿qué haría de otra manera?

Lo más probable es que trabajaría mucho más duro. Cuando eres joven piensas que todo va a durar para siempre, y nunca imaginas que más allá del éxito puede estar el fin. Creo que anduve un poco ciego a lo largo de mi vida.

¿Esa es una de sus conexiones personales con Oscar Wilde?

Mientras más difícil se hacía rodar este filme, mi conexión con Wilde y su historia se hacía más intensa. Fue casi como una posesión y hasta me convertí en él. Existen paralelismos entre su historia y la mía, como hombre gay intentando trabajar en Hollywood en un mundo convencional, comercial, conservador y heterosexual, donde siempre serás un outsider. Después de haber estado poseído por Wilde, con la película lista, pienso que ya es hora de dejarlo ir. ¡Bueno, eso espero!