Janina Pérez Arias
Entrevista
Bong Joon-Ho

«No sería capaz de hacer absolutamente nada sin humor» -Bong Joon-Ho

Tras lograr la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes y después de su exitoso paso por el de Donostia, “Parásitos” llega el día 25 a la salas comerciales de Hego Euskal Herria. El realizador surcoreano Bong Joon-Ho (Daegu, Corea del Sur, 1969) da muestras de su gran capacidad de disección social con esta película, así como de su absoluta destreza y genialidad. El punto de partida de “Parásitos” fue una pregunta: ¿Qué pasaría si se encontrasen y se mirasen directamente a los ojos dos familias, una rica, la otra pobre, con espacios muy diferentes en la sociedad y tan distantes entre sí? ¡Plas! Bong Joon-Hoda da una gráfica palmada en el aire. El cineasta utiliza sus manos para enfatizar las palabras que fluyen en coreano y que se nos traducen casi sin matices, aunque de vez en cuando abandona su inseguridad para expresarse directamente en inglés. Tenerle enfrente, vestido de negro, con la redondez absoluta de su rostro, los ojos rasgados que asoman tras sus gafas y una sonrisa que, muy a menudo, se transforma en una carcajada, es como ver a una figura del manga en acción real, por lo que se disfruta mucho escuchándolo y viéndolo.

“Parásitos” (“Gisaengchung”, su título original) es un fascinante cruce entre comedia negra, drama social, suspense y thriller. Tras ganar la Palma de Oro en Cannes y convertirse en la primera producción coreana en conseguir ese galardón, arrasó en taquilla en Corea del Sur, ha repetido el éxito en otros países, como el Estado francés, y se ha colocado a nivel internacional como uno de los filmes más esperados. No en vano, se dice que es una de las películas del año.

Las cuestiones sociales, de una u otra manera, siempre han estado presentes en la filmografía de Bong Joon-Ho; bien a través de la historia de un monstruo acuático que se dedica a acechar Seúl, tal como ocurre en “The Host” (su primer gran éxito internacional), o narrando la ambición de un humilde joven de convertirse en profesor, como se plantea en “Perro ladrador, poco mordedor” (2000). Estos filmes, junto al oscuro drama “Mother” (2009) y el thriller “Memories of Murder” (2003), abonaron el camino para llegar hasta “Parásitos”, una absoluta disección del enfrentamiento entre clases.

El realizador surcoreano cuenta que proviene de una familia de clase media, «ese estrato social que se ubica exactamente entre los ricos y los pobres», apunta. Hijo de un profesor de diseño gráfico y nieto de novelista, Bong Joon-Ho admite que desde los 11 años quiso ser cineasta: «Ahora tengo 51 años, actualmente vivo en una torre de apartamentos y no, no tengo un búnker», afirma entre risas en alusión a una situación concreta de su película.

Lo hace a modo de aclaración para que no quepa la menor duda de que, a pesar de su fama, tanto en su país como internacionalmente, él no pertenece al estrato social que llega a construir búnkeres en sus mansiones como prevención ante la amenaza de una supuesta guerra entre ambas Coreas.

A pesar de que se trata de una historia de ficción, «Parásitos» muestra y, de paso, critica las diferencias sociales de su país. La pobreza no es exclusiva de Corea del Norte.

Es indudable que, en comparación con Corea del Norte, Corea del Sur es una potencia económica pero, a pesar de los beneficios sociales generales, existe una clase social pobre, lo cual genera una polarización, como en cualquier otro país. Se ha propagado una imagen bucólica de Corea del Sur, así como la idea de que toda la sociedad surcoreana es rica. ¡Y eso no es así! Por esa razón es chocante enfrentarse a la pobreza. Creo que los espectadores en otros países tendrán la misma sensación que yo tuve cuando vi, en 1995, “El odio” (“La Haine”), de Mathieu Kassovitz, con esos chicos al margen de la sociedad, en medio de tanta violencia y tanta confrontación social, ya que nunca imaginé que algo así podría suceder en París.

La familia adinerada que retrata es muy cercana a la del «Gangnam Style» (canción del coreano PSY popularizada en 2012). ¿Fue esa su intención?

[Se ríe] No quería que la familia de ricos fuera como esas que por lo general se ven en la pantalla, cuya motivación es solo la codicia. En mi país, cada vez más se hace evidente que existe un nuevo tipo de gente rica que es joven, sofisticada y que ha hecho dinero en el área de la tecnología de la información; por eso dan la sensación de que son muy sofisticados. En la superficie, esa gente tan sofisticada tiene buenos modales pero, al ponerles bajo un microscopio, se pueden ver ciertos detalles, en particular su mirada hacia los otros. A medida que progresa la historia, esos detalles se hacen más evidentes.

¿De dónde viene la idea del olor de la pobreza en «Parásitos»?

El olor es un aspecto muy íntimo, es algo que percibes cuando la gente está muy cerca de ti, pero es un tema del que no se suele hablar. En cuanto al lugar que ocupan los ricos y los pobres en la sociedad coreana, es muy significativo el hecho de que muy rara vez establezcan contacto entre sí. Tal y como sucedía en el pasado, solo cuando hay una relación laboral de por medio, como entre el señor y su chófer [tal como se ve en la película], se da una cercanía, por lo cual el olor [‘olor a pobre’ que se supone emana el chófer] me pareció un buen hilo conductor. Aunque el olor corporal pueda ser insignificante, puede ser también un elemento dramático poderoso, en particular cuando escuchas a los ricos refiriéndose al que emana la gente que toma el metro. Un comentario como ese deja una profunda impresión. Para lograr el clímax de esta historia, me pareció un detonante bastante fuerte.

En «Parásitos» hay muchos momentos de humor. Al parecer, imitar al líder norcoreano es uno de los hobbies nacionales de Corea del Sur.

[Se ríe] Muchos presentadores de televisión norcoreanos hablan de una manera muy particular, por lo que son carnaza para los comediantes, los monólogos humorísticos o stand-up, y los imitadores. Como el búnker fue construido para esa familia adinerada en previsión de una invasión por Corea del Norte, quise hacer una broma, y que los personajes prácticamente dijeran que gracias a Corea del Norte podían vivir en ese búnker. Por otra parte, creo que no sería capaz de hacer absolutamente nada sin humor; me sale instintivamente a la hora de escribir mis historias. Claro que puedes emitir tu mensaje de la manera más seria posible; sin embargo, ni en mi vida diaria y ni en privado suelo ser tan solemne.

¿En qué medida cree que esta película conecta con otras culturas?

Cuando se proyectó en la sala Lumière de Cannes, me alegró que esa audiencia tan variopinta, compuesta por personas de todo el mundo, se riese tanto durante la película, que reaccionaran de inmediato ante la historia. Sin embargo, pienso que en Corea se ríen al menos un 10% más [se ríe]. Es que la audiencia coreana descubre ciertos matices y, por muy buenos que sean los subtítulos, no se pueden captar todas y cada una de las connotaciones del idioma. Mucho del color y sabor de cada frase en coreano se desvanece con los subtítulos.

Weinstein, Netflix y Bong. Preparado siempre para hacer añicos los cánones establecidos en el cine, Bong Joon-Ho concibe cada una de sus películas primero desde la escritura, para luego elaborar un minucioso storyboard que será la guía casi espiritual de su rodaje. Y estas son apenas algunas características de esa su manera tan particular de hacer cine. No es de extrañar pues que llamara la atención de productores cinematográficos más allá de las fronteras de su país. La apocalíptica “Rompenieves”, con un extraordinario elenco encabezado por Tilda Swinton y Chris Evans, basada en la novela gráfica “Le Trasperceneige” (de Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb) fue su primer filme en el ámbito internacional. Luego vendría “Okja”, creación propia, donde, además de constituir una férrea crítica hacia la industria alimenticia, también tuvo un gran elenco coreano-angloparlante, (Swinton, Jake Gyllenhaal, Steven Yeun). Ambas producciones recibieron una muy buena acogida por parte de público y crítica, aunque para Bong Joon-Ho hayan constituido experiencias más bien agridulces.

¿Era el momento de volver a rodar en su país?

Aunque tenga grandes planes internacionales, siempre voy a volver a filmar en Corea. Para ser sincero, esta película no la siento como un regreso, ya que “Okja” (2017), además de tener actores y equipo coreanos, también fue rodada en parte allí. Más significativo para mí es el hecho de volver a una escala más pequeña de producción, ya que “Parásitos” en su tamaño es similar a “Mother” (2009) o “Memories of Murder” (2003). Después de hacer dos filmes de gran presupuesto, realizar otra vez una película pequeña me proporciona un cierto sentimiento de confort. Para mí es muy importante la comodidad que siento cuando hago películas más pequeñas.

Hay que hacer referencia al escándalo de Harvey Weinstein, ya que fue productor de la película «Rompenieves» (2013).

¡Nunca me tocó! [se ríe a carcajadas]. Weinstein estuvo un par de veces en la sala de edición de “Rompenieves” (cuyo título original es “Snowpiercer”), pero lo siento como una persona de otro mundo diferente al mío. A pesar de que lo conozco desde hace tiempo y de haber trabajado juntos, cuando vi lo del escándalo, para mí solo era una figura en los informativos porque, en realidad, no tengo ninguna conexión personal con él. En relación a “Rompenieves”, me sentí muy contento de haber podido proteger la edición final y que la película pudiera verse en algunas salas comerciales en EEUU. Tal vez la distribución limitada que tuvo ese filme fue una especie de castigo al que fui sometido por defender la edición final, pero no me importó, ya que tener la versión del director fue más importante.

Con «Okja», vista por millones de personas alrededor del mundo, involuntariamente se encontró en el centro de la polémica entre Netflix y el Festival de Cannes.

Yo pienso que el streaming es una maravillosa forma de ver películas. En ese sentido, considero que Netflix ha contribuido mucho a la industria del cine y, si tuviera otra oportunidad, me encantaría volver a trabajar con ellos. Sin embargo, también creo que la mejor forma de ver películas es en una sala de cine y, de hecho, como insistimos tanto en esa idea, “Okja” fue proyectada en más de cien salas en Corea del Sur, cosa que me alegró mucho.

Otro tema bastante polémico es la violencia en el cine. «Parásitos» entra en esa discusión: ¿Se ha preocupado de controlar esa violencia?

Claro que existen momentos violentos, pero en realidad no se ven detalles gore [violencia gráfica extrema]. Pienso que mientras más gore son los detalles, la audiencia tiende a no creer en lo que ve, porque detecta el truco, el maquillaje, el ketchup y la irrealidad. En el caso concreto de “Parásitos”, las escenas violentas suceden tan rápido que el público no tiene ni tiempo de organizarlas en su cabeza, por lo que es ese ritmo tan veloz lo que, en realidad, genera más miedo.

Con cada película usted rompe las reglas de los géneros. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar para defender su visión?

No es que conozca las convenciones y cánones de todos los géneros cinematográficos, como tampoco me propongo romperlos. En Corea tenemos un término al que llamamos random dancing, que no es otra cosa que ponerse a bailar sin conocer los movimientos o los estilos: solo te mueves, te dejas llevar por la música. Así es mi forma de hacer cine.