MIKEL SOTO
gastroteka

Seis consejos para la gaupasa

Vamos a empezar por lo evidente: los excesos no son buenos en ningún ámbito de la vida, tampoco en el gastronómico. Dicho esto, para mí la vida no tiene sentido sin embriagarme; no concibo vivir sin tener acceso a esos maravillosos otros mundos que tienen puerta en este. Como dice Baudelaire en su hermosa “Spleen de París”: «Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos».

Así pues, voy a daros algunos consejos para minimizar las consecuencias de los excesos y, teniendo en cuenta que hay distintos tipos de juerguistas, empezando por quienes se drogan y quienes no –no voy a entrar en matices sobre qué es droga y qué no, nos entendemos– voy a tratar de dar soluciones para todas y todos.

Conócete a ti mismo. La mayoría de la gente son otras personas y, lo que para una está bien, para otra no. Si cuando haces juerga tienes cualquier remedio que te funciona, no lo cambies. Y sigue a tu instinto: si el cuerpo te pide ensaladilla, ensaladilla le tienes que dar, igual que si te pide vomitar o no hacerlo.

Come. Hay que comer. Siempre. Antes, durante y después. El alcohol es nuestra droga cultural, así que desde jóvenes aprendemos que no hay que beber con el estómago vacío, por lo que, aunque no te apetezca, come. A partir de ahí, dependiendo de la duración de la gaupasa, hay que procurar seguir llenando el estómago; lo más sencillo es hacerlo con lo que más fácil te entre, sean croquetas, patatas fritas o yogur. A veces la farra te pilla de improviso pero, la mayoría de las veces, sabes cuándo vas a salir, así que procura dejarte la comida que te suela apetecer preparada. Además, yo suelo tener un efecto rebote que me hace comer como un jabalí los días posteriores.

Bebe. No voy a dar consejos para beber, ya que más o menos todas y todos los conocemos: no mezclar, alcoholes claros mejor que oscuros, etcétera, pero, a la hora de la verdad, yo también tengo subidones de amor y pido rondas de tapones a las tantas. Lo que quiero decir es que es fundamental tomar líquidos: antes de meterte en la cama y al despertar, bebe, mucho. La resaca es principalmente deshidratación, así que tienes que reponer líquidos y minerales.

Serénate. Es difícil llegar a casa como un atún y ponerte a comer y tomar líquidos pero, para mí, la principal diferencia entre tener un resacón brutal o estar medianamente bien es el meterme a la cama como una cuba o un poco más despejado.

Farmacopea. Por mucho que digan los jipis, a mí sufrir de balde en pleno siglo XXI no me atrae lo más mínimo y, aparte, empezar a preocuparte por lo que tomas con control sanitario después de haber estado dándole al cuerpo cosas objetivamente malas para la salud o directamente adulteradas, me parece una astracanada. Por eso, procuro facilitarme la vida y, fundamentalmente: tomar Omeprazol o Almax antes de empezar a darle caña al estómago; tomar cualquier tipo de pastilla contra el dolor –paracetamol o ibuprofeno– antes de meterme a la cama –importante y efectivo– y después –inevitable– y, finalmente, a mí por lo menos se me queda la lengua como esparadrapo, así que procuro lavarme y enjuagarme la boca siempre que puedo.

Entretente. No hay nada más triste y deprimente que estar comiendo techo o resacoso perdido mirando a las musarañas, compadeciéndote de ti mismo o jurando no repetir jamás algo que repetirás. Ten series, películas o, como diría mi amigo Aurken, «calorcico de pecho ajeno» para pasar la resaca. A partir de aquí... egurra sano!