Jaime Iglesias
Entrevista
Jo Nesbø

«En mis novelas la letra no es tan importante como la música» - Jo Nesbø

Nacido en Oslo en 1960, lleva veinte años abanderando el fenómeno de la nueva novela negra nórdica, un seudo género donde la exploración del mal en sus distintas versiones ha venido a sustituir al espíritu que sostenía el relato criminal en su versión más clásica y depurada, aquella donde lo relevante no era la investigación en sí, sino profundizar en las contradicciones de una sociedad al borde del colapso. Nesbø representa la posmodernidad en la novela negra, contaminada, a estas alturas, por las formas del thriller y por una cadencia narrativa de inspiración audiovisual antes que literaria. Quizá por eso sus novelas, singularmente las protagonizadas por el detective Harry Hole, se hayan convertido en un fenómeno global.

La última entrega de la serie, “Cuchillo”, acaba de ser editada en castellano y Jo Nesbø nos recibe en un hotel madrileño pocas horas antes de presentarla. En su figura hay algo de estrella de rock, una visión que puede estar condicionada por sus inicios como músico o por el hecho de saber que estamos ante uno de los escasos escritores que pueden presumir de ser ídolo de multitudes. No obstante la energía que denota en la conversación, su cordialidad y su espíritu reflexivo nos acaban por revelar a un escritor con los pies en la tierra, a alguien perfectamente consciente de lo que quiere y lo que no.

En alguna ocasión usted ha comentado que a los escritores, como a los filósofos, se les da mejor hacerse preguntas que dar respuestas. ¿Le cuesta hablar de su labor como escritor?

No, realmente no me cuesta. Lo que ocurre es que a veces resulta difícil reflexionar sobre el trabajo desarrollado por uno mismo y que eso, a su vez, dé lugar a una respuesta satisfactoria. Lo más normal es que dicha reflexión genere preguntas adicionales, porque el hecho de contar algo exige ordenar una serie de hechos aparentemente caóticos y muchas veces carentes de sentido hasta dotarles de algún significado. Por esa razón, cuando me veo obligado a contarme a mí mismo, cuando se me exige que hable sobre mi labor como escritor intuyendo que en dicho trabajo subyace una intención o una línea de pensamiento muy clara, muy definida, la mayor parte de las veces dudo de si lo que digo se ajusta a la verdad o, por el contrario, estoy mintiendo. A través de la ficción lo que hacemos es intentar encontrar un sentido a cosas que no lo tienen y creo que por eso mismo la ficción engancha a tanta gente. Pasa lo mismo que con las religiones, todos necesitamos respuestas, pero ¿cuánto de verdad hay en dichas respuestas? Esa es la gran pregunta.

«Cuchillo» es la duodécima novela de la serie Harry Hole, un personaje sobre el que ha confesado que tiene diseñado un proyecto narrativo. ¿Debo asumir entonces que las preguntas que han motivado cada nuevo libro de la serie responden a cuestiones que usted ya tiene prefijadas de antemano o aún queda espacio para la incertidumbre cuando se embarca en una nueva novela de Harry?

Hay una pregunta fundamental que está en la base de todas las novelas de la serie y que es la que sigue inspirando mi trabajo. Dicha pregunta sería: ¿cuál es la naturaleza del mal? Y, paralelamente, ¿cómo podemos explicar dicho concepto? ¿Puede ser que todos nosotros tengamos el germen del mal en nuestro interior? Esas cuestiones están presentes en cada uno de mis libros desde que hace veinte años di carta de naturaleza al personaje de Harry Hole en “El murciélago” y son las que definen todo este proyecto narrativo. Ahora bien, en todos estos años han ocurrido muchas cosas a mi alrededor que me han hecho evolucionar como persona y creo que esa evolución, de algún modo, también encuentra su reflejo en las diferentes novelas de la serie. Dicho de otro modo, cuando hablo de que tengo diseñado un proyecto narrativo para el personaje, no me refiero a que cada novela que escribo sea parte de un plan rígido, siempre hay espacio para la improvisación y para adoptar desvíos según me vayan surgiendo nuevas preguntas.

¿Pero ese deseo de hacerse preguntas no conlleva también la necesidad de responderlas? Se lo comento porque en cada nueva novela que escribe se percibe una voluntad por explicar muy bien todas las motivaciones de los distintos personajes que aparecen en ellas.

Bueno, es algo que va implícito en este tipo de narrativa. Como te decía antes, cuando uno se enfrenta a una obra de ficción lo hace esperando obtener respuestas, pero yo soy más partidario de sugerir que de explicar. Cuando expongo las motivaciones de cada uno de los personajes que aparecen en mis novelas no busco ofrecer al lector aquellos argumentos que le lleven a comprender la naturaleza de sus acciones, entre otras cosas porque me niego a convertir a mis personajes en arquetipos, en portavoces o representantes de una determinada corriente o de un determinado perfil social. Mis novelas no aspiran a explicar la realidad y no estoy autorizado para llevar a cabo este tipo de análisis. Tampoco lo pretendo. Mi única pretensión es que mis personajes le resulten creíbles al lector.

¿Todo crimen tiene una razón clara? ¿O contempla la posibilidad de que haya crímenes que acontezcan sin motivación aparente?

Sí, claro que lo contemplo. El caos y la falta de respuestas a los que nos enfrentamos en nuestro día a día también acontecen en el mundo del crimen. Algunas veces, mientras entrevistaba a delincuentes con vistas a documentarme para alguna novela, me he dado cuenta de que ni ellos mismos tenían claro cuáles habían sido sus motivaciones. Por ejemplo, hay ladrones de bancos que te dicen que necesitaban el dinero, claro, pero a la vez te reconocen que lo que es el atraco en sí resulta una aventura muy emocionante y que su ejecución les coloca en una situación de tensión máxima que a la mayoría les motiva casi tanto, o más, que el botín que puedan lograr. Luego también hay quien busca fortalecer una posición de prestigio social a través del crimen, obtener el reconocimiento o el respeto de determinadas personas. Dicho lo cual, vuelvo a lo de antes, mis novelas no pretenden ser un testimonio sobre el mundo del delito, en mi caso los crímenes solo me interesan como metáfora, como un argumento que me permita hablar sobre los claroscuros que hay en el alma humana.

Ya que habla de los procesos de investigación que aborda previos al trabajo de creación literaria, ¿cómo se documenta para escribir sus novelas? Porque creo que, aparte de ser un destacado autor de novela criminal, este también es su género preferido como lector.

La verdad es que sí, leo bastante, pero no solo novela negra. Como autor encuentro inspiración y cosas interesantes casi en cualquier tipo de texto. Dicho esto, lo cierto es que de cara a documentarme concedo mucha más importancia a las entrevistas personales que a aquella información que me llega a través de libros o artículos. ¿Por qué? Pues porque el contenido al que accedes leyendo suele ser muy frío, mientras que las palabras que obtienes en una conversación están llenas de calor, de verdad. Cuando estás con alguien cara a cara tienes acceso a ciertos detalles que, en sí mismos, son bastante insignificantes informativamente hablando pero que, convenientemente desarrollados, aportan aroma, ritmo y autenticidad al relato.

¿Cree que hay una retroalimentación entre los autores de novela negra?

Bueno, al final cualquier novela que lees termina por dejar un poso en ti y, como tal, te influye, consciente o inconscientemente. En ese sentido creo que quienes nos dedicamos a escribir literatura criminal tendemos a encontrar un modelo de inspiración en otros autores que han cultivado el género antes que nosotros, tanto en los buenos como en los malos.

Desde este punto de vista, ¿cuáles son los autores que más le han influido, aparte de Jim Thompson, que parece una referencia clara en su estilo narrativo?

Con los autores que me apasionan me sucede una cosa y es que no sé hasta qué punto puedo considerarles una influencia o directamente un modelo al que no me canso de copiar (risas). Es cierto que Jim Thompson siempre ha sido un referente para mí pero también otros autores como Frank Miller. Me fascinan sus guiones tanto para “Batman” como para “Sin City” y esos perfiles inspirados en el arquetipo del detective fuerte y duro que popularizó el cine negro de los años 40, fueron bastante reveladores para mí a la hora de crear un personaje como Harry Hole. En el trabajo de Miller hay una cosa que me fascina especialmente y es esa mezcla entre realismo y fantasía que hay en sus historias.

Esa influencia quizá también se deja sentir en la representación de la violencia porque sus novelas son bastante brutales, algo que sorprende estando ambientadas en un país como Noruega que, según diversos estudios, arroja las mayores tasas de bienestar y felicidad del mundo. ¿Cómo explica esa aparente contradicción?

Vuelvo a insistir en lo mismo: mis novelas no están escritas en clave realista. En ningún momento pretendo servirme del género negro para llevar a cabo un retrato de la sociedad noruega ni para hablar sobre la realidad política de mi país. Las novelas de Harry Hole están ambientadas en Oslo pero lo que narro en ellas podría acontecer en Londres o en Ciudad de México y, salvo por algún que otro detalle, la historia no cambiaría demasiado. Lo que ocurre es que necesito un contexto, una realidad en la que anclar mis relatos y Oslo me ofrece justamente eso. Al ser mi ciudad, es un escenario que conozco perfectamente y eso me permite conferir a mis narraciones una atmósfera veraz donde el noventa por ciento de las cosas que cuento están inspiradas por la realidad, pero eso no significa que mis novelas sean realistas.

Entonces me imagino que se rebelará ante esa idea tan extendida de que la novela negra es el género literario que mejor define la realidad de nuestro tiempo.

No, no me rebelo ante esa idea porque es cierto que el género negro ha demostrado ser una herramienta muy eficaz a la hora de narrar la podredumbre moral que existe en nuestras sociedades y de llevar a cabo una visión crítica de la realidad, entre otras cosas porque se trata de un tipo de narrativa con una estructura muy definida con la que todo el mundo está familiarizado, es el equivalente al blues en lo referente a géneros literarios. Ese conocimiento de la melodía por parte de los lectores hace que quienes cultivan el género puedan preocuparse más por el contenido que por la forma que reviste su relato y por eso, a través de la novela criminal, se pueden tocar temas muy diversos. Pero ese no es mi caso, en mis novelas la letra no es tan importante como la música.

Sin embargo, aunque sea a modo de apunte, usted siempre introduce cuestiones sociales en sus novelas. En «Cuchillo», por ejemplo, está la violencia contra las mujeres, el tema de la jornada laboral en Noruega y los recelos que despierta en el resto de Europa, la dependencia económica hacia el petróleo. ¿Ninguno de estos temas le interesaba lo suficiente para ponerlo en el centro del relato?

No es que no me interesen, claro que me interesan pero, como te decía antes, cuando me pongo a escribir una novela, de entrada no contemplo tratar coyunturas políticas ni asuntos sociales, tampoco hablar sobre lo que pasa en Noruega. Sin embargo, como cualquier otra persona, yo también soy una criatura política y sé observar. Todos esos temas que comentas, y que es cierto que están en el libro, parten de mi capacidad para observar lo que acontece en mi país, pero al abordarlos no pretendo generar ninguna toma de posición en el lector, simplemente los menciono porque me vienen bien de cara a definir a los personajes de la novela. También hay otras cuestiones intrascendentes que cumplen ese mismo objetivo; por ejemplo, cuando Harry comenta que “Braveheart” es la peor película que jamás ha ganado un Óscar, se trata de un comentario banal pero que, en cierto modo, nos sirve para conocer mejor al personaje, para saber cuáles son sus gustos. Ese es un privilegio que tengo como escritor, poder decidir cuáles son las preocupaciones y las inquietudes de mis personajes. A partir de ahí lo que me interesa explorar en mis novelas es la esencia del mal, preguntarme si existe y, en caso afirmativo, dilucidar si se trata de una necesidad o es una construcción filosófica y cultural. También me interesa reflexionar sobre si el mal es algo que existe por sí mismo o viene a ser, simplemente, la ausencia del bien.

Ese tema ocupa un lugar destacado en la novela negra escandinava. ¿A qué lo atribuye? ¿Es quizá ese orden social que hay en sus países lo que impone la necesidad de asomarse al abismo?

No lo sé, la verdad. De entrada no soy muy partidario de hacer diagnósticos en ese sentido pero lo que sí es verdad es que, hace ya cien años, en los hogares noruegos era muy frecuente compartir historias sobre duendes, troles y monstruos, con lo cuál es cierto que nos gusta contar cuentos sobre el lado más oscuro de la naturaleza humana vinculándolos a nuestra propia identidad como pueblo, pero no sé si eso responde a una necesidad real por salir de nuestra zona de confort.

Usted, aparte de escritor, se presenta como músico. ¿Hay una vinculación directa entre sus inicios como músico y el dedicarse a la literatura? ¿Siente que una cosa le llevó a la otra o son facetas independientes?

Yo creo que sí que existe un vínculo entre ambas cosas, pero realmente mis inicios no fueron como músico sino como escritor. Yo escribo desde que era un adolescente. Posteriormente, varios amigos míos comenzaron a tocar en diferentes bandas y algunos de ellos me animaron a que me ocupara de las letras de sus canciones. Mis inicios en la música tienen que ver, por lo tanto, con mi faceta de escritor. Es verdad que luego, con veintitantos años, aprendí a tocar la guitarra y pude empezar a componer mis propios temas, pero para mí aquello no dejaba de ser otro modo de poder contar historias. Así que mi evolución natural fue esa, primero fui escritor, después letrista, más tarde compositor y, por último, novelista.

¿Qué papel diría que juega la música en sus novelas?

La música tanto para mí como para Harry Hole es algo que está vinculado a nuestras emociones, más que cualquier otra forma de arte. Asimismo, nos permite confrontarnos con nuestro pasado, con nuestro propio bagaje cultural. Eso es algo que no ocurre ni con las películas ni con los libros. Es verdad que hay largometrajes o lecturas que han cambiado nuestra vida pero nunca verás a nadie con una camiseta con la portada de un libro, cosa que sí ocurre con determinados álbumes musicales o con determinados grupos. Luego ocurre otra cosa y es que tus gustos musicales te definen como individuo y eso es algo que a la hora de construir personajes me resulta muy útil. Cuando yo era joven estabas obligado a elegir entre los Beatles o los Rolling casi como si se tratase de dos equipos rivales, como si fueran el Madrid o el Barça. La música está pues muy ligada a nuestra identidad como personas.