Janina Pérez Arias
Entrevista
Roberto Benigni

,«Toda mi vida he sido Pinocho»-Roberto Benigni

Prácticamente no hace falta mencionar completo el nombre de Roberto Benigni para remitirnos de inmediato a aquella noche de 1999 cuando se celebró la 71ª edición de la entrega de los Óscar. “La vida es bella” había cautivado al mundo y a la Academia, tanto como para nominar esta película en siete categorías diferentes, ganando en las categorías de Mejor Película de Habla No Inglesa y Mejor Actor para el reconocido intérprete italiano.

‏Veintiún años más tarde, Roberto Benigni ríe en Berlín cuando se evoca aquella memorable trepada de butacas en el Dorothy Chandler Pavilion. Sus carcajadas suenan muy familiares, como su manoteo incesante, sus gesticulaciones, sus chistes que va entretejiendo en la gran mayoría de sus respuestas.

«Fue algo improvisado», confiesa, «no esperaba ganar, así que cuando escuché mi nombre, exploté», y al verbo le siguen perfectas imitaciones de diversos sonidos que emulan una explosión. «Cuando salté sobre las butacas fue cuando gané por Mejor Película Extranjera, luego por Mejor Actor no pude repetir lo de saltar», concluye entre risas.

‏Aquella noche la vida de Roberto Benigni también se encaramó a las alturas. Iniciado en el teatro, es un actor que siente una pasión desbordada por su profesión. «Significa muchísimo para mí porque algo así es una manifestación de amor, no puedes pedir más», describe. «Esos momentos están muy vivos en mi memoria, todavía pienso mucho en ese honor, ¡fue maravilloso!», exclama proyectando la voz como si estuviera sobre un escenario.

A pesar del tiempo transcurrido y de otras aventuras emprendidas en su larga carrera artística, “La vida es bella” siempre surge en cualquier conversación. Asegura que no le molesta: «Es una atadura muy dulce», aclara. «Después de esa película hay algo que no puedes repetir, no se puede hacer algo parecido, no puedes hacer los mismos chistes, ni las mismas payasadas. Ese film cambió mi vida en el buen sentido», sentencia.

 

‏Delgado, no muy alto, usa gafas de pasta; a Benigni le merma el pelo, pero no el buen humor. Hace bromas, intercala palabras y expresiones en italiano al expresarse en un inglés que hace melodioso gracias a su lengua materna. Con ese acento habla sobre “Pinocchio”, la cinta dirigida por Matteo Garrone, y en donde el actor italiano interpreta a Geppetto.

«Es como un sueño, era la oportunidad de mi vida para interpretar a Pinocho y a Geppetto. ¡Sencillamente increíble!», asegura mientras suaviza el tono de voz y se carcajea de lo que muy bien puede considerarse como una hazaña, ya que en la historia del cine nunca antes el mismo actor había encarnado a la marioneta de madera y luego al carpintero. Al niño de madera, cincelado por un hombre deseoso de tener un hijo, lo había interpretado en 2002 asumiendo al unísono la dirección. Entonces llegó a decir en tono de broma que le faltaban un par de años para poder encarnar a Geppetto y el momento llegó.

Volver a la historia de Carlo Collodi, publicada en la época del Risorgimento italiano (primero en 1881 por entregas y luego en 1883 como libro), guarda para este actor y director un abanico de significados. Los orígenes de Roberto Benigni se encuentran en la Toscana, a escasos kilómetros de donde Collodi sitúa la historia de Pinocho. De padre carpintero, igual que el personaje de ficción, el intérprete creció en una familia que se enfrentó a la pobreza. No en vano, cuando Garrone le mostró los dibujos de cómo se imaginaba a su Geppetto, Benigni cuenta que vio a su abuelo en ese hombre mayor con barba.

«A decir verdad no recuerdo cuándo me leyeron o cuándo exactamente leí la historia por primera vez», narra, «tal vez eso nunca sucedió porque toda mi vida he sido Pinocho», sentencia más divertido que nostálgico. «Desde los 4 o 5 años mi madre empezó a llamarme Pinocchio, me gritaba: ‘¡Pinocchietto, vieni qua! (¡ven acá!)’», transforma la voz y hace el gesto de poner las manos a los lados de la boca para gritar pero en vez de eso se ríe a carcajadas.

«Yo era un chico incorregible, muy travieso, me pasaba el día inventando historias, tenía mucha creatividad», asegura remontándose a su infancia. «Es importante mantener a ese niño interno a lo largo de la vida, y siento que aún soy un bambino», reflexiona mientras se ríe de buena gana y de pronto sus 68 años parecen esfumarse.

Benigni es un gran entusiasta de la adaptación de Matteo Garrone (“El cuento de los cuentos”, “Dogman”, “Gomorra”), la cual tras convertirse en un éxito en la taquilla italiana en diciembre de 2019, pasó a formar parte de la programación de proyecciones especiales en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Federico Ielapi, Rocco Papaleo, Marine Vacht, Massimo Ceccherini (también co-autor del guion junto a Garrone), Maria Pio Timo, Davide Marotta y Massimiliano Gallo, son algunos de los actores del nutrido elenco de este filme, que es lo suficientemente oscuro para ser disfrutado por adultos y lo bastante luminoso para una audiencia infantil.

El Geppetto de Benigni está despojado del histrionismo exagerado que le caracteriza, dando paso a una pureza y honestidad que traspasan la pantalla. Esto denota que el actor apeló a sus recuerdos más íntimos de cuando correteaba en los campos de la Toscana, a sus orígenes humildes que la fama no puede eclipsar.

«El padre en “La vida es bella” es como una mezcla entre Pinocho y Geppetto, porque le tuvo que mentir muchísimo a su hijo», analiza Benigni. «Para interpretar a Geppetto seguí las indicaciones y sugerencias de Matteo, me puso en el camino de la ternura, la dulzura, la calidez y las emociones de un padre hacia su hijo», asegura mientras revela: «Matteo me dijo: ‘sé el padre que deberías ser’ en el sentido del símbolo de la paternidad».

Cuenta la leyenda que quien ose llevar al cine la narración de Collidi, una de las historias más emblemáticas de la literatura italiana, corre el riesgo de ser perseguido por una maldición. Después de encarar a la mafia en “Gomorra” (2008), a Matteo Garrone esta leyenda le suena a cuento chino.

Cierto es que antes de Garrone y del mismo Benigni, a Roberto le llegaron otros ofrecimientos. Francis Ford Coppola, un seguidor incondicional del actor italiano, hace casi tres décadas visualizó a Roberto como un Geppetto de su Pinocho. El actor cuenta que le entusiasmó y le halagó tanto la idea que hubiera estado dispuesto hasta interpretar a la ballena de la historia.

El proyecto de Coppola, que empezó a gestarse en 1992, nunca llegó a realizarse. Se transformó en una larga querella millonaria frente a los tribunales, Francis versus el estudio implicado (el mismo que está detrás de la versión de Garrone) y fue otro tipo de filme, o más bien un reality show, cuyo veredicto final en 2001 sentó precedentes en el seno de la industria cinematográfica que se mueve en la estratosfera de millones de dólares.

El otro director que soñó con Benigni para su Pinocchio fue Federico Fellini (1920-1993), de quien este año se celebra su centenario. Fellini estuvo durante mucho tiempo imaginando un proyecto sobre el niño de madera que una y otra vez cae en tentaciones y miente como si no existiese un mañana. Según la biografía de Fellini, escrita por John Baxter (Ediciones B, 1995), Marcello Mastroianni y Giulietta Masina hubieran formado parte del elenco en este filme junto a Benigni.

Aunque fue muy cercano a Federico Fellini, quien también le apodaba Pinocchietto, además de ser gran admirador de sus películas, Benigni no se arriesga a fantasear sobre cómo hubiera sido el Pinocho del director de “La Dolce Vita” y “8½”.

«Solamente él lo sabe. Fellini amaba con locura la historia de Pinocho, para él era como un libro chamánico, sagrado. Solía abrirlo en cualquier página y lo leía, como buscando el sentido de la vida o como tratando de visualizar el destino», revela en tono reflexivo. «A Fellini le encantaba la fantasía, en su alma vivía lo fantástico», hurga en sus recuerdos, «me habló tantísimas veces de esa posible película. Es una lástima que no la pudiéramos hacer. Muchas veces pienso en él y en ese proyecto que no cristalizó». Sin embargo, tiene la certeza de que «si Fellini viviera, yo estaría dispuesto a hacer otro Pinocho de inmediato, ¡sí, por tercera vez!».

No se había ido, estaba justo en la esquina. Siendo una de las figuras cinematográficas más queridas en Italia, así como también reconocida allende fronteras, en los últimos años Roberto Benigni se había ausentado de la gran pantalla. No obstante, atendió la llamada de Woody Allen para participar en “A Roma con amor” (2012). «Fue una experiencia muy interesante, o como se dice: ¡Una gran experiencia!», engola la voz y resuena la risa de este intérprete que como el realizador neoyorquino gustaba de realizar dobletes como director y protagonista algo que el italiano no repite desde “El tigre y la nieve” (2005).

A modo de aclaración: Benigni no se había ido, estaba justo en la esquina de enfrente, por denominar de alguna manera sus otras ocupaciones: «Aunque no he actuado en cine últimamente, sí que estuve trabajando mucho en televisión haciendo cosas maravillosas (“La più bella del mondo”, sobre la constitución de Italia, y “ I dieci comandamenti”, acerca de los 10 mandamientos cristianos), así como en teatro. Durante casi 10 años hice una gira mundial con el programa Tutto Dante, de La Divina Comedia (de Dante Alighieri), fui de Japón a Israel, Brasil, Argentina, Europa y por supuesto viajé mucho por Italia».

‏Varios vídeos en internet dan fe de que Roberto Benigni posee la magia de llenar con su sola presencia un escenario enorme y al aire libre. Al iniciar la declamación del primer canto logra un imposible: que cientos de espectadores callen. Les hipnotiza llevándoles por los versos del “Infierno”, hasta que la línea final rompe esa especie de hechizo con estrepitosos aplausos. Acto seguido Benigni desmenuza a Dante, desplazándose de un lado a otro del entarimado, como si fuera un coach de vida, un ponente de charla TED o un pastor evangélico. Nadie mejor que Benigni para ponerle diversión y contexto actual a las palabra de Alighieri.

«No voy mencionar a nadie en específico, tampoco quiero que se piense que es una cuestión de ego, pero siempre tengo ofertas en Italia, Francia o Estados Unidos», profundiza en las razones de su “abstinencia” cinematográfica. «Sin embargo, acepto cuando me gusta el guion y los directores». Puede que lo haya dicho muchas veces pero nuevamente hace referencia a que a raíz del triunfo de “La vida es bella” recibió numerosas ofertas de todo el mundo, «¡muchas!», enfatiza, «pero no me decanté por ninguna porque no me gustaron las historias».

Acto seguido, Roberto Benigni abre el baúl de las sabidurías para extraer una que a pesar de ser tan simple no puede ser tomada como una obviedad. «Es muy importante cuando dices que sí, pero también cuando dices que no, expresarte cuando algo no te gusta», su sonrisa no se desdibuja aunque el tono sea serio, «se puede ver cuando has dado el sí, pero no cuando has rechazado un ofrecimiento, y he dicho muchas veces ‘no’, tal como lo haría una dama», e imita a una mujer negando amable y cálidamente.

‏El “sí quiero” para este Pinocho fue categórico: «considero a Matteo Garrone como uno de los mejores realizadores del mundo, todas sus películas son maravillosas. Matteo es capaz de captar siempre el cinema –lo pronuncia en italiano–, por eso es un autor fabuloso».

‏Veintiún años más tarde de haberse encaramado a las butacas rojas del Dorothy Chandler Pavilion (aún la gala no había cambiado de sede) para recoger el Oscar, Roberto Benigni hace una confesión: no sabe en qué lugar específico de su casa se encuentra la estatuilla. A estas alturas, tras cinco décadas de carrera artística, se puede tener la certeza de que son muchos los galardones que atesora en su vivienda. «Cuando me dan un premio, luego no sé dónde los pongo. Si entras en mi casa no verás nada –acompaña la frase con un manoteo–, aunque creo que lo más probable es que estén en un armario». Y Roberto vuelve a