Entrevista
ERNESTO VALVERDE

«Me gusta que mis fotografías sean misteriosas, inquietantes, incluso incómodas»

Fotografías: Ernesto Valverde
Fotografías: Ernesto Valverde

Ernesto Valverde lleva prácticamente toda su vida ligado al fútbol, primero como jugador y después como entrenador. Ha militado y dirigido a distintos equipos y, además, ha ganado títulos en ambas facetas. Como delantero fue apodado Txingurri y acumuló un centenar de goles –la mitad de ellos los marcó en el Athletic–, aunque sus dos títulos como futbolista los logró con el Barcelona. Como entrenador, de momento, suma once; bajo su tutela el club catalán y el Olympiacos griego engordaron su palmarés y también al frente del Athletic ganó una Supercopa. Teniendo en cuenta la dimensión de este deporte, esto da una idea de las miles de fotografías que le han hecho a Valverde desde 1982 –año en el que debutó como jugador en el Deportivo Alavés– hasta enero de 2020, cuando fue destituido por el Barça.

De corto o de traje, en el campo en acción o dirigiendo el juego desde la banda sin olvidar las comparecencias en las ruedas de prensa semanales, el “objetivo” en esos casos era Valverde, alguien que se toma la fotografía muy en serio y que prefiere ser él el que dispara la cámara. De vez en cuando, el técnico vasco expone e incluso recurre al formato libro para enseñar sus trabajos –ha publicado dos libros de fotografía: “Medio Tiempo” (La Fábrica), en 2013, y “Frontera” (Fracaso Books), en 2021–. Las fundaciones de la Real y el Athletic se unieron para organizar la exposición “Beste Aldea - El otro lado”, que hasta el próximo 4 de setiembre se puede ver en Donostia, en la Casa de Cultura Ernest Lluch. Después, la muestra se trasladará al edifico del Ensanche de Bilbo, donde se podrá visitar desde el 15 de setiembre hasta el 28 de octubre. Así que 7K contacta con el Valverde fotógrafo, cuyas instantáneas ilustran esta entrevista. Algunas, las de las aficiones, están en la exposición; otras, que se pueden ver aquí, aparecen en el libro “Frontera”, presentado recientemente en la capital vizcaina, y seguramente habrá más que están por venir.

Fotografía: Luis Jauregialtzo l Foku

 

Conocido por su faceta futbolística, hay otra faceta fundamental en su vida que es la fotografía. ¿Cómo y cuándo le dio por ella?

En casa teníamos una Olympus Pen pequeña de las que hacían el doble de fotogramas por carrete, era una cámara mini, casi de juguete, y con 16-17 años empecé a utilizarla para hacer fotos a la familia y con la cuadrilla.

El primer sueldo como jugador del Alavés lo invirtió en una cámara de fotos. Eso fue en 1982. ¿Todavía la conserva?

Le encargué a un amigo que iba a Canarias a hacer la mili una cámara Nikon. Al final, tras un año, me trajo la mítica Canon AE1 Program. Se la regalé a mi primo al cabo del tiempo y me compré la no menos mítica Nikon FE2, que sí conservo, aunque está inutilizable.

Para usted la fotografía no es solo un hobby, de hecho estudió cinco años en el Instituto de Estudios Fotográficos de Catalunya (IEFC) e incluso pensó en dedicarse a ella cuando colgara las botas. Pero continuó como entrenador, aunque no la dejara de lado. Pudo más el fútbol. ¿Tuvo alguna duda?

Cuando estaba cerca de terminar mi carrera como jugador, me fui interesando por los procesos de entrenamiento, por la dirección de grupo, por la táctica… Con la experiencia empiezas a preguntarte el porqué del juego, me saqué el título de entrenador y empecé con chavales. Y hacía fotos a mi aire pero sin un fin determinado.

En su etapa de estudiante de fotografía fue delantero del Espanyol y del Barcelona. Allí realizó sus primeras exposiciones. ¿Recuerda de qué «hablaban» aquellas fotos, qué temas le interesaban?

En aquella época solía hacer fotos por algunos barrios de Barcelona, especialmente por el Born. Pero en líneas generales siempre he hecho fotos de lo que tengo más a mano, paisajes, amigos…

Su hermano Mikel es dibujante e ilustrador, incluso durante algún tiempo algunas de sus viñetas aparecían en esta revista. ¿De dónde les viene esa vena artística?

Ni idea de dónde viene. Mi hermano era un buen jugador de fútbol que jugaba en el mismo club que yo, el San Ignacio de Adurtza. Pero un día decidió que quería dibujar y dejó el fútbol de lado. Y lo hizo con determinación y muchísima dedicación.

Usted conoció el proceso manual y de revelado en el cuarto oscuro. En plena era digital se ha mantenido fiel al blanco y negro. ¿En blanco y negro se expresa mejor? ¿Y con el color?

Actualmente no hago fotos con cámaras analógicas. Me pasé al digital hace ya un tiempo. Tuve mi laboratorio montado hace años pero revelar en casa era un poco engorroso y más cuando la familia crece. Además yo no era un gran positivador y para los procesos de revelado hay que ser muy metódico, excesivamente metódico, una cualidad de la que no ando sobrado. Pero mantengo el B/N porque siempre lo hice así y me expreso mejor. El color es una asignatura pendiente.

Habitualmente acostumbra a llevar una cámara encima, eso le ha permitido inmortalizar algunos momentos que le interesan. ¿Qué busca en una foto?

Todos los fotógrafos buscan algo, aunque no lo sepan. Y todos miran de manera diferente, aunque tengan sus referencias. Todos queremos encontrar imágenes que sean suficientemente enigmáticas y que logren transmitir una parte de nuestra visión de las cosas.

¿Tiene referentes dentro de la fotografía?

Mis fotógrafos de cabecera son Daido Moriyama y Anders Petersen, sobre todo. De los más cercanos, Alberto García Alix, Ricky Dávila y Vari Caramés.

¿Qué es eso de que a veces hacía fotos desde el banquillo escondiéndose del entrenador?

Lo hice un par de veces hace mucho tiempo, pero cuando el partido ya no tenía trascendencia. Y alguna de ellas me gusta mucho.

Desde su condición de entrenador ha tenido acceso a algunas de las grandes estrellas mundiales, empezando por Messi. ¿A jugadores, entrenadores, directivos, técnicos… les ha fotografiado alguna vez aunque sea en el ámbito privado? ¿O no le interesan?

Alguna vez en el pasado cuando era jugador hice fotos de mis compañeros en el Athletic y en el Mallorca. Como entrenador en el Olympiacos también retraté a algunos jugadores, pero con el tiempo lo he ido haciendo menos. No me ha interesado demasiado.

Seguramente el fútbol es una de las actividades más retratadas del mundo. Entrenamientos, partidos, ruedas de prensa… La competición, además, da para mucho en la mayoría de los deportes, pero con el movimiento, la velocidad, ¿quizás captar el instante resulta más complicado?

Los fotógrafos de prensa deportiva son muy buenos. Gente que trabaja con poco tiempo, que tiene que enviar rápido las fotos y que captan imágenes increíbles. La tecnología ha ido a su favor con las cámaras digitales, el wifi… pero hace años sin enfoque automático, revelando después de los partidos, acertar con la foto buena era todo un éxito. Son grandes en su oficio.

El deporte ha deparado algunas de las secuencias que más se recuerdan. Hay imágenes icónicas. ¿Tiene algunas en su memoria?

Claro. Las fotos del combate en Kinshasa entre Foreman y Mohamed Ali. Las de Maradona marcando con la mano a Inglaterra, Bob Beamon batiendo el récord mundial de salto de longitud en México. O una parada de Iribar en un entrenamiento en Lezama.

Cada cierto tiempo muestra su trabajo a través de libros y exposiciones. En «Beste aldea», en 24 fotografías de gran formato, retrata a las aficiones durante el ambiente previo o posterior a los partidos, las celebraciones, las puertas de los hoteles, imágenes tomadas desde el autobús... Son fotos realizadas desde la otra parte. ¿Cómo las ha ido creando?

Son fotos hechas a lo largo del tiempo. Algunas de ellas han sido publicadas en los dos libros que he editado, pero tenía ganas de hacer algo conjunto con todas ellas y la invitación de las fundaciones de la Real y el Athletic era el mejor marco para hacerlo.

Estas imágenes están tomadas durante una década en ciudades como Atenas, con protagonismo para los seguidores de Olympiakos; athleticzales en distintos lugares, aficionados en Dortmund, Johannesburgo, Melbourne, Tokio, Ioannina, Granada, Sevilla, Valladolid... En realidad, como usted dice, las hinchadas o los admiradores no son tan diferentes, ¿o sí?

No son una muestra de fotografías de hinchadas diferentes o no pretendo que se vean así. Creo que son una parte de un espectáculo en el que participamos todos y cada uno tiene su propio rol, pero que no hay mucha diferencia entre unos y otros. Los que vemos enfrente no son extraños, son como nosotros pero en otra situación.

Aun así, en «Beste Aldea» las aficiones son las protagonistas tras una temporada con pandemia que las ha mantenido alejadas de los estadios y con importantes restricciones ante cualquier tipo de celebración. ¿Qué es el fútbol sin ellas?

La gente necesita sentirse partícipe de un proyecto común y el fútbol le da esa posibilidad. Y el fútbol ha traspasado la idea de ser solo un deporte para ser un espectáculo de masas. Los futbolistas tienen suerte de que a la gente le guste el fútbol, a los actores que a la gente les guste el cine, a los músicos que les guste la música…

Las nuevas generaciones se sacuden la timidez a base de móvil, imágenes reenviadas mil veces o selfies que engordan a diario las redes sociales. Esos móviles siempre presentes hasta se pueden ver en sus fotos de «Beste aldea». ¿Eso también es fotografía?

Con un móvil se pueden hacer grandes fotografías, pero el uso generalizado es para hacer fotos de recuerdo o para autoexhibirse en las redes. Todo es fotografía, la finalidad es la diferencia.

La exposición está ubicada en Ernest Lluch KE, una casa de cultura incrustada en el estadio de Anoeta y rodeada de federaciones deportivas. Parece un espacio apropiado. ¿Está satisfecho con la muestra?

Estoy muy contento por cómo ha ido la exposición hasta ahora. En un principio hubo que tomar decisiones respecto al formato, tamaño, material, revista, y creo que acertamos en un porcentaje muy alto.

Bernardo Atxaga definió así las imágenes de su primer libro: «Son al mismo tiempo delicadas y duras, como si estuvieran hechas por dos manos: una mano japonesa que vela por los paisajes, particularmente por los interiores, y una mano alemana que se encarga de los retratos. A veces ambas actúan juntas...». ¿Cómo las ve usted?

Me gusta que no sean evidentes, que el que mire se pregunte qué le tratan de decir y, por supuesto, que sean misteriosas, inquietantes, incluso incómodas. Que no sean complacientes, eso lo detesto.

¿Es de los que piensa que el arte más que entenderlo hay que sentirlo?

No sé, yo solo soy alguien que hace fotografías y que ve las cosas de una forma diferente. Está claro que cuando veo algo que me intriga y hace preguntarme por algo ya me parece interesante.

 

Para publicar su libro «Frontera» ha elegido Fracaso Books, que se define como una editorial alternativa que publica libros autoeditados y financiados a través de campañas de «crowdfunding». ¿También el suyo? ¿Por qué esa editorial?

El mío no ha sido un crowdfunding. Es un proyecto personal autofinanciado que la editorial Fracaso Books distribuye. La he elegido porque se ajusta a lo que yo pretendía y porque Paco Gómez, que dirige la editorial, trabaja muy bien y me cae genial.

En «Frontera» deja atrás el fútbol para asumir otros espacios y preguntarse por las cosas que pasan precisamente al otro lado de la frontera. ¿Qué diría de este libro?

Los que hemos estado en muchos sitios por causa del trabajo sabemos qué es sentirse como un extraño en ocasiones. Este libro va un poco por ahí, las fotografías son contundentes y espero que quien lo vea le pueda gustar.

¿Hay planes inmediatos o a medio plazo para cualquiera de sus ámbitos?

En el fútbol en cualquier momento pueden pasar cosas y hay que estar preparado. Llevo un tiempo sin entrenar pero me hacía falta parar después de años seguidos de trabajo. Ya veremos. En el ámbito fotográfico sigo haciendo fotos pero no sé si dará para un proyecto futuro.

Por cierto, ya sé que le han hecho miles de fotos pero... ¿le gusta salir en la foto?

No demasiado.