Iban Gorriti
Ángeles Flórez Peón, una luchadora centenaria

«Maricuela»: La última miliciana viva no conoció el miedo en el frente

La importancia de imaginar un futuro mejor urgió a una mujer a expresarse en los siguientes términos: “Cuando no podemos seguir soñando, morimos”. Él corazón tan guerrillero como pacifista de la asturiana Ángeles Flórez Peón corrobora ese pensamiento histórico de la revolucionaria lituana Emma Goldman.

Fotografía: Iban Gorriti
Fotografía: Iban Gorriti

A sus recién celebrados 103 años y conocida por la comunidad memorialista como ‘Maricuela’, Peón es –quizás– la última miliciana con vida del Estado español. Ella misma lo valora así. «Estoy reconocida ya como la última. A mi edad…», admite con su dulce voz, aunque con palabras en ocasiones cargadas de pólvora y de mecha corta. El fascismo, a su juicio, lo merece. Sin bajar la guardia, porque el movimiento nostálgico totalitarista avanza en las instituciones públicas. Por ello, hay que atajarlo cuanto antes «siendo buena persona». A su juicio, siendo “socialista”. De hecho, no quiere acabar la entrevista sin dejar clara su máxima personal: «El ejemplo es la libertad».

Y prefiere 85 años después de que estuviera en el frente –antes de que los hombres gobernantes retiraran a las mujeres de la línea ofensiva– «hablar de libertades; no de una libertad como la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso». «Ella siempre tiene en su boca la palabra libertad, pero esa libertad única que les gusta al PP o a Vox, que son los mismos fascistas. Sin embargo, no dice en plural, libertades, y yo me posiciono a favor de ellas, y dando ejemplo de buenas personas las logramos», amplifica quien permanece en pie de guerra, disparando mensajes democráticos desde su activa cuenta de Facebook, red social de internet en la que debutó sin pereza y con elegancia escrita a los 97 años.

Una postal enviada por su madre a la miliciana al penal de Saturraran. Fotografía: Familia Flórez y Mauro Saravia

 

En los últimos tiempos, Ángeles –quien sufrió presa en la cárcel guipuzcoana de Saturraran o residió un tiempo en casa de su hermana Argentina en el municipio vizcaino de Barakaldo– continúa participando en actos antifascistas con una vitalidad inimaginable. Lo mismo hace un llamamiento a unirse las izquierdas como en los tiempos de guerra, como a que los jóvenes se informen sobre la atrocidad del fascismo o, encantada, participa subiéndose a un autobús en el Día del Orgullo LGTBI en Madrid ondeando la bandera arcoíris. También aboga por el derecho de las mujeres al aborto. Todo ello desde una visión atea y de perspectiva de género clara. «Mira, yo le dije a mi novio cuando pensamos en casarnos lo siguiente: ‘Si quieres casarte, yo me caso, pero yo no voy a ser un mueble más de la casa. Tenemos que respetarnos el uno al otro. Yo creo en la igualdad de la mujer y el hombre’». Y su a la postre marido, un minero, permaneció a su lado 57 años. Aquel hombre que «cuando venía a casa de estar horas bajo tierra se hacía cargo de la huerta» participó en la reorganización del PSOE y la UGT de Asturias. Se llamaba Graciano Rozada Vallina y falleció en 2003.

Ángeles, militante del PSOE toda su vida, fue una de las históricas del partido que plantó cara a los destacados dirigentes de su grupo favorables a facilitar la investidura de Mariano Rajoy, del PP, al grito de: «¡No, no, no!». Ocurrió en un acto celebrado en Gijón. De hecho, aquella abstención de la dirección socialista en la investidura del candidato a presidente le llevó a sentirse enferma. «El PSOE debe volver a recuperar sus valores iniciales», levanta la voz, pero no ahonda en la cuestión. No quiere ir más allá.

Tan solo evoca que el fundador de las siglas por las que se desvive desde joven, Pablo Iglesias Posse, fue «muy amigo» de su padre. Murió el 9 de diciembre de 1925 en la calle Ferraz de Madrid. «Yo tenía solo siete años entonces. Recuerdo que mi padre se disgustó muchísimo y que muchas miles de personas acudieron a su entierro. Eso se me ha quedado bien grabado. No lo olvido a pesar de mis años».

Luchar desde la cocina. Ángeles Flórez Peón nació en Blimea, concejo asturiano de San Martín del Rey Aurelio, el 17 de noviembre de 1918 y a día de hoy es presidenta honorífica de las Juventudes Socialistas de Asturias (JSA). Su biografía –libro de memorias agotado a pesar de las diferentes ediciones publicadas– pormenoriza que ‘Maricuela’ se afilió a las Juventudes Socialistas de Carbayín (Asturias) en marzo de 1936, cuatro meses antes del Golpe de Estado militar fallido que derivó en guerra militar. Los antidemocráticos tuvieron pronto enfrente a un ejército como el vasco que fue creciendo de forma espontánea con voluntarios que nunca tuvieron como sueño ser militares, pero sí la defensa de la Euskadi de entonces y sus libertades.

Ángeles es la penúltima de un total de once hermanos. El mayor, Antonio, fue uno de los recordados veinticuatro “mártires de Carbayín” asesinados en la localidad astur durante la represión por la revolución de octubre de 1934. Este hecho conllevaría a que el batallón al que se inscribió voluntaria se llamara de igual modo.

«Yo fui a alistarme el primer día. Tenía bien claro qué debía hacer. Fui como voluntaria a defender la República. Recuerdo que viajamos subidos todos a un camión. Mujeres y hombres. Mujeres éramos muy pocas. En Colloto comenzó todo». Allí, en aquel concejo en el que a día de hoy cohabitan 4.000 personas, en el frente de Oviedo, comenzó a prestar servicio. Nunca lo hizo armada, sino en la cocina. A pesar de que habían matado a su hermano, nunca buscó la venganza propia con un fusil. «Yo no quise coger el fusil. Contadas mujeres lo cogieron. Es decir, yo quise que ganáramos la guerra, pero yo luchando en otro plano, en la cocina, por ejemplo».

Aquellos días, el bando golpista mató a una amiga. «Allí cayó. No obstante, te puedo decir que yo nunca tuve miedo a las balas franquistas. No conocí el miedo en el frente», enfatiza y ella misma incide en prolongar su testimonio al respecto. «Quiero dejar claro que yo no quería matar a nadie. No quería sentirme culpable. Gracias a ello, tanto entonces como a día de hoy, yo no tengo remordimientos. Fui miliciana por la República y lamento que a las mujeres se nos retirara del frente. Yo no quería ir a Gijón. El Gobierno fue quien nos obligó».

Según narra, no estaba de acuerdo porque ella siempre ha querido tener los mismos derechos y obligaciones entre mujeres y hombres. «¿Por qué no tuvimos las mujeres el derecho a defender la República, aunque en mi caso fuera desde la cocina? ¿Por qué? Yo ya fui a alistarme voluntaria antes que muchos hombres», levanta la voz la activista centenaria.

Apartada como el resto de compañeras antifascistas de la línea del frente, ‘Maricuela’ pasó a cumplir labores de enfermera en un hospital de campaña en Gijón. Al caer Asturias en octubre de 1937 fue detenida y condenada a 15 años de reclusión en Consejo de Guerra celebrado el 2 de febrero de 1938, pena que le fue rebajada a 9 años.

La cárcel de Saturraran. En mayo de ese año fue trasladada a la prisión de Saturraran, donde cumplió condena hasta salir en libertad vigilada en agosto de 1941. Antes de llegar al penal costero, sufrieron tres días de cárcel en Bilbo. «Íbamos cantando en el camión sin ser conscientes de a dónde nos llevaban. Cuando nos metieron a aquellas celdas es cuando caímos en la cuenta. Éramos muy jóvenes e íbamos como si nos llevaran de excursión». Aquel periplo se convirtió en pesadilla. Pronto conoció la disciplina sin pasión de aquellas monjas que de forma paradójica pertenecían a la orden denominada Mercedarias de la Caridad. «No nos dejaban hablar una palabra. ¿Malas? Malísimas. ¡La madre que las parió! Ante la superiora, no nos dejaban ni mirarnos entre las compañeras».

La asturiana tuvo un apoyo importante en aquel penal ubicado en un paisaje que si no fuera visto con ojos de rea sería de película. Estuvo junto a su hermana Argentina. «Cuando te castigaban en el sótano era lo peor. Yo una vez estuve cinco días y acabé que no me tenía en pie. Me dieron una manta para usar como colchón y otra para taparme en una celda que era todo humedad, en ocasiones con el suelo mojado ya que estábamos en la playa. ¡Imagínate!», evoca con tristeza palpable.

Ángeles confirma que familias falangistas se hacían a través de las monjas con bebés de las presas republicanas. «Yo no lo vi allí, pero luego sé que existió, que se dio. ¡Qué pena arrebatar sus hijos a aquellas madres!». A ella también le dispersaron del calor de su hermana. Los franquistas destinaron a Argentina a la cárcel de Durango ubicada en la conocida como Villa María. «Estuve cuatro años sin verla y sufrí mucho. Luego me contó que estuvo en la cocina y que, por lo menos, no moría de hambre como en Saturraran».

Mujeres que pasaron por el penal de Saturraran cosiendo a máquina. Maricuela recuerda a unas monjas
«malísimas». Fotografía: Familia Flórez y Mauro Saravia

 

En aquel enclave de Gipuzkoa, ‘Maricuela’ superó incluso un brote de tifus que se desató en aquella prisión. «Muchas morían en veinticuatro horas». Pasado el tiempo conoció la figura histórica de otra miliciana Rosario Sánchez, famosa por haber quedado manca y a quien el escritor republicano Miguel Hernández inmortalizó: ‘Dinamitera’. «Sé quién era, pero no recuerdo haberla conocido entonces», aporta. Precisamente el día en el que aquella mujer ya sin mano salió en libertad de Saturraran, el poeta murió en Alicante. El autor que le dedicó versos como “celaba la dinamita, sus atributos de fiera” perdió la vida el 28 de marzo de 1942.

Argentina, tras haber sido recogida por una familia, comenzó una nueva vida en Barakaldo donde contrajo matrimonio con un vizcaino. «La vida en Barakaldo, resume Ángeles, era la normal de un pueblo grande como aquel». En aquel tiempo, había una mujer vizcaina a quien se conocía en todo el mundo, Dolores Ibarruri ‘Pasionaria’. «La recuerdo muy bien. Era una luchadora con un ideal. Eso sí, yo no era de su cuerda. Ella era comunista, y yo socialista», determina y va más allá: «Pero luchábamos juntos. Hoy echo en falta que la izquierda esté más unida, como entonces. Y salir de esta juntos, a una. Yo, en las charlas y en internet, hago llamamientos para la unión de la izquierda para que Vox o el PP –el mismo fascismo– no llegue a más. Me dan miedo. Son exactamente lo mismo».

Al regresar a su querida tierra, residió en Oviedo y en El Entrego, donde trabajó primero en un “chigre” –palabra asturiana empleada popularmente para referirse a las sidrerías– y más adelante como sirvienta en una farmacia. La Fundación Pablo Iglesias agrega que en 1946 se casó con Graciano Rozada Vallina, quien participó en la reorganización del PSOE y la UGT de Asturias. «Este, en agosto de 1947, decidió escapar a Francia ante el peligro de ser detenido, quedando Ángeles y su hija en Asturias».

Al ser involucrada en la muerte de un grupo de guerrilleros decidió marchar al Estado francés para reunirse con Graciano en marzo de 1948. Pasó en barco a la república gala ayudada por la organización socialista clandestina. Se estableció en Saint Eloy les Mines (Puy de Dôme) perteneciendo a las Secciones de la UGT y el PSOE, representando a esta última en el VII Congreso del PSOE en el exilio celebrado en 1958.

En 1960, aquella mujer menuda –aunque, ¡menuda mujer!– regresó al Estado español para visitar a su familia, siendo detenida en la frontera, aunque pudo continuar su visita hasta Asturias y volver al hexágono.

En 2003 falleció su marido en Saint Eloy les Mines y un año más tarde regresó a Asturias, estableciéndose en Gijón donde aún forma parte de la Asociación Socialista. Trece años después, ‘Maricuela’ visitó Elgeta, Gipuzkoa. Fue una de las homenajeadas por resistente y represaliada durante la guerra militar de 1936 y el franquismo. Entre otras, en aquel encuentro organizado con mimo por Intxorta 1937 Kultur Elkartea, estuvieron la comunista histórica Bittori Bárcena o la escritora navarra Arantzazu Ametzaga Iribarren que estrena estos días el libro “Cartas desde la libertad”. Esta última tiene palabras de recuerdo y “admiración” hacia Ángeles Flórez Peón. «Es una mujer que emprendió un camino nuevo abriendo brecha de feminismo», recalca.

La última miliciana viva agradece las palabras de la bibliotecaria que nació en el exilio bonaerense. «Para mí fue un orgullo defender la Segunda República, como ahora defiendo la igualdad, el aborto, los derechos LGTBi…, pero ahí siguen los fascistas para menoscabar las libertades. Por ello, yo digo que el ejemplo es la libertad, la libertad por las que lucharon, por las que yo también luché y lucho». •

La bandera del batallón en el que Maricuela militaba: Mártires de Carbayín. Ilustración: Fundación Pablo Iglesias

 

Sobre Las 13 rosas, Nevadita, Tomasa Cuevas, Matilde Landa y… Maricuela

Madrid es el campo base de un colectivo que mantiene su lucha diaria. La asociación guerrillera que dispara palabras antifascistas lleva por nombre AGE, siglas de Archivo de Guerra y Exilio. De forma más concreta, es una plataforma de reivindicación de los derechos de las víctimas del franquismo y la recuperación de la memoria democrática. Fue fundada en 1998 y tiene a Dolores Cabra como secretaria general.

Consultada sobre qué visión tiene de Ángeles Flórez Peón, última miliciana que se presupone que está viva, Cabra echa la vista atrás y cita en un primer momento a Nieves Torres, ‘Nevadita’ le llamaban sus amigas, cuando ella tenía 90 años. Dolores entonces era como le decía aquella mujer mayor una jovenzuela en la cincuentena. «Mi querida amiga y miembro de AGE Carmen López Landa, me dijo que tenía que conocerla porque Torres era una mujer de historia, conocedora de ‘Las 13 rosas’ y sabedora también de las cárceles y penales con memoria, Ventas, Alcalá de Henares, Saturraran...

Según evoca la secretaria, ‘Nevadita’ guardaba fotos de aquellas cárceles y se las fue enseñando mientras describía las escenas que habían quedado fijas en esas improntas de terror. El mundo de la dictadura se abría como un abanico de buen aire en ese mundo cerrado y protegido por un muro de silencio, mientras oía las palabras de su amiga Carmen, la hija de Matilde Landa –a quien rinde homenaje con una preciosa canción el navarro Enrique Villarreal ‘El Drogas’–, ‘suicidada’ por la jerarquía eclesiástica en la cárcel de Mallorca.

Enfatiza al respecto Dolores: «Las noches interminables con Carmen entre el cigarro, el café y la conversa, descubriendo los exilios y la represión de la posguerra, y, sobre todo, a aquellas mujeres de alma hermosa y corazón valiente que resistieron hasta el final», aporta y da un paso más al frente: «Los veinte años que Carmen me llevaba de ventaja en la vida, me los regaló generosamente llenando mi memoria de historias, que sin ella nunca hubiera conocido de primera mano».

De la suya descubrió a ‘Nevadita’ quien a su vez era amiga de la guerrillera antifranquista Esperanza Martínez ‘Sole’, a través de quien Cabra descubrió y visitó en aquella oscura residencia barcelonesa de mayores a Tomasa Cuevas, conocedora de las vidas carcelarias de sus compañeras de lucha a quienes «como un tesoro había plasmado en las páginas de su libro de testimonios de mujeres en las cárceles franquistas». Y de la mano de ‘Nevadita’ allí estaban Dinamitera y Maricuela, todas ellas inquilinas, coincidentes más o menos en la estancia y en el tiempo, de la cárcel de Saturraran. «Ese muro de silencio –apostilla– se resquebrajaba en mi memoria a medida que hablaba con estas grandes mujeres porque ellas llenaban con sus palabras esas oquedades de los cerebros de mi generación».

Cuando Dolores se encontró con ‘Maricuela’ en el monumento memorialista Pozu Fortuna levantado en San Andrés de Turón –Asturias– sintió «un gran honor porque en esa ocasión, era el año 2015, el galardón me lo concedían a mí». El reconocimiento se debió a la exhaustiva labor de rescate de memoria democrática que Cabra venía realizando desde hacía años. «Era la primera vez que ese preciado galardón se le concedía a una mujer y naturalmente se lo dediqué a todas, a las que me precedieron y enseñaron».

A su juicio, Ángeles ‘Maricuela’ es una mujer menuda, de piel suave y luminosa, risueña y con ánimo, «siendo lo más potente y fortalecedor sus ojos tan expresivos, esos ojos que no necesitan palabras para indicar con contundencia que siempre se pudo contar con ella, que su voz se ha ido quedando sola y por ello la responsabilidad es mayor, porque ahora su voz es la voz de todas ellas».

Siguiendo en su análisis, la madrileña señala a todas esas mujeres «fuertes y dulces» que además comprendieron, como lo ha hecho Flórez Peón, la importancia de dejarnos escritas sus memorias. «’Maricuela’ –concluye la madrileña a 7K– sabe que si conseguimos doblegar estos tiempos de pandemias y fascismos nos tomaremos pronto un café en ese su Gijón querido». •