Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«The Eyes of Tammy Faye»

Como es sabido el Zinemaldia inauguraba un premio inclusivo para dejar atrás las tradicionales categorías de actor y de actriz, y ese Premio de Interpretación fue en Donostia a manos de Jessica Chastain por su convincente caracterización de la telepredicadora Tammy Faye. El parecido físico con la figura real lo consigue mediante prótesis faciales, pero su gran mérito es haber sabido captar la sicología de un personaje anómalo, difícil de juzgar o de analizar. Gracias a que “The Eyes of Tammy Faye” (2021) es un biopic de ascensión y caída de los que gustan en Hollywood, su candidatura está bien posicionada para los premios anuales, tanto en los Globos de Oro como en los Óscar.

Lejos de lo que cabía esperar, la película no ridiculiza ni se burla de su protagonista, lo que favorece la compleja composición de Jessica Chastain. Tammy acaba resultando una mujer que despierta simpatía, a pesar de sus excesos y errores que le llevan a entender la religión de una manera materialista y, finalmente, autodestructiva. Digamos que tiene sus luces y sombras, porque si de un lado convierte a su culto en una máquina de hacer dinero, de otro se muestra más generosa, tolerante y solidaria con colectivos que son marginados y atacados por el lobby cristiano que en los Estados Unidos pide el voto político para el Partido Republicano.

La ambivalencia de esta comedia biográfica hace que se pueda ver a su protagonista o bien como una impostora, o bien como una iluminada. Ella en ningún momento siente que esté obrando mal, e incluso se llega a meter hasta tal punto en su papel de salvadora de almas que se lo acaba creyendo. Está convencida de lo que hace y de cómo lo hace, sin ver una maldad intencionada en su comportamiento errático. Se deja llevar por las circunstancias, respondiendo a unas señas de identidad fuera de lo común que provienen de una infancia atípica.

Ya en la introducción vemos a una Tammy niña, interpretada por la actriz infantil Chandler Heat. No puede entrar en la iglesia, porque es hija de una divorciada, pero vive la función religiosa y se muere por participar del ritual y de las canciones. Lleva el evangelismo en la sangre, así que no parará hasta convertirse en una predicadora, ya con el aspecto de Jessica Chastain. Su madre, a la que encarna Cherry Jones, es fría y distante, por lo que nunca se sentirá respaldada o arropada familiarmente. Es más, buena parte de su interés por alcanzar notoriedad se debe en el fondo a las ganas de llamar la atención materna.

Al modo de las parejas criminales, Tammy encuentra su alma gemela en el estudiante Jim Bakker, al que conoce en la Universidad Católica. El actor Andrew Garfield lo incorpora a partir de sus dotes de charlatán y embaucador, y pronto empezarán a ganar adhesiones en sus giras a lo largo y ancho de la llamada América Profunda. Durante la década de los 70 y los 80 conocen una fulgurante expansión, y se enriquecen a través de las donaciones. Antes de la era online la televisión jugaba una función decisiva, por lo que las aportaciones económicas dependían de la popularidad alcanzada en la pequeña pantalla.

El matrimonio obtuvo de la noche a la mañana auténticos récords masivos de audiencia en los Estados Unidos, llegando a levantar el imperio televisivo más grande del sector, con un entramado de cadenas que incluía su propio satélite, además de un parque temático y franquicias de tiendas. El éxito se basaba en buena medida en la versatilidad de Tammy para ser a la vez cantante, pastora y presentadora bajo un aspecto llamativo por sus pestañas postizas y peinados de diva.

Pero de igual forma que ganaba adeptos también se granjeó enemigos, principalmente el reverendo Falwell, al que da vida un irreconocible Vincent D’Onofrio. Un ultraconservador homófobo y misógino, que no toleraba su aperturismo y contribuyó a difundir escándalos privados y financieros de la pareja.