Ane  Urkiri
Kirol burua / Jefa de Deportes
Entrevista
Garazi Sánchez

«La lesión me llevó a priorizar la gente con la que comparto la vida; acordarme de quién soy»

Fotografía: Marisol Ramírez - Gorka Rubio | FOKU
Fotografía: Marisol Ramírez - Gorka Rubio | FOKU

Garazi Sánchez (Algorta, 1992) esquiva los blancos y negros, a pesar de que durante años ha estado «más cómoda» en dividir el mundo en matices. «Yo que era muy de blancos y negros, todo ese proceso me ha abierto más y creo que es más divertida la vida así». El proceso al que se refiere es de cuando volvió a retomar el surf a los 20 años –después de dos años “sabáticos” respecto a coger olas profesionalmente– y, sobre todo, desde que sufrió la grave lesión de columna, en 2018, la cual le tuvo apartada del mar durante meses. Tras una maniobra durante un entrenamiento en Hossegor, se quedó sin poder mover los pies temporalmente. Las previsiones de los médicos no auguraban nada bueno: no podría practicar surf nunca más.

El apoyo de la familia y de la gente más cercana, obviamente, pero sobre todo «tener un propósito firme», le llevó a creer que podría volver a surfear. Se convirtió en una obsesión. «Tener los Juegos Olímpicos de Tokio en el horizonte, fuese o no fuese, y el ver el deporte como si fuese algo de una película, puede ser una historia de superación. No he ido a Tokio y no pasa nada, pero, en parte, me he curado gracias a esa obsesión».

Cita a 7K en la playa de Arrigunaga, en Getxo. Una zona que le encanta: «Antes de empezar a surfear yo patinaba en el parque que está encima de la playa. Tal vez por haber nacido aquí, elegí este estilo de vida y este deporte. Siempre digo que lo mejor de viajar es volver a casa y creo que tengo suerte de poder vivir aquí». Estilo de vida, deporte de élite, convicciones, objetivos… Garazi Sánchez, «entusiasmada por descubrir la vida», no se esconde a la hora de charlar ni a la hora de exponer su opinión.

Durante la recuperación dio forma al documental “Vergüenza” y a partir de las reflexiones que se exponen ahí surgió “Quitando la vergüenza”, una serie de entrevistas en las que charla con especialistas de distintos ámbitos.

«Este año he intentado viajar menos, voluntariamente. El año pasado me pesó un poco tanto viaje. Llevo viajando mucho desde que tenía 14 años y a veces te comparas con otras compañeras y... Creo que la cultura que tenemos aquí hace que, por lo general, se eche mucho más de menos. Es fácil volver a un sitio como este, a un sitio con tanta cultura y tanta historia, porque eso también ayuda a que te sientas parte de algo». Es su respuesta a una pregunta tan sencilla como ¿qué tal estás?

¿Coge fuerzas en casa?

Cuando viajas tanto y mayormente sola, me da bastante fuerza volver a casa y recordarme quién soy, independientemente de si gano o pierdo. También saber que si el surf a nivel competitivo no está en mi vida, lo que queda después está bastante bien.

El surf es su modo de vida y es su hobby.

Siempre he pensado que empecé a competir porque soñaba con conocer el mundo con una tabla y esas aventuras que el surf te puede dar, así como otros deportes al aire libre. Tuve suerte de que se me diese bien y de encontrar la manera de darle forma en la competición, y que eso me permitiese mantener mi hobby pero también que se convirtiera en mi trabajo. Parte de esa magia puedes perderla por el camino, tanto que hay épocas en las que ha desaparecido y han sido más complicadas a nivel deportivo, porque esa motivación tan intrínseca desaparece un poco. Pero con el tiempo, y gracias a la manera con la que he terminado viendo el deporte, pienso que lo que me hace competir es el amor por el surf. Creo que el deporte te ayuda a ser una mejor versión de ti, te ayuda a poder trabajar un montón de aspectos que te hagan más feliz.

¿Qué le hace ser mejor?

Depende, como todo. Depende de cómo lo enfoque. A los 18 dejé de surfear durante dos años. Venía de un éxito juvenil, estaba en el equipo europeo de Rip Curl, viajaba por todo el mundo y tenía una buena proyección. Pero llega un punto en el que por el hecho de competir por competir dejó de gustarme un poco el surf, ya no veía esa parte por la que yo había empezado a practicarlo. Ahí conocí a Gorka Alegría, y sigo trabajando con él. No sé si llamarlo “coach”, pero la cuestión es que el enfoque que le dimos a mi carrera era que la persona estuviese en el centro más que el objetivo. Gracias a esa manera de verlo, el sentido que le he dado a competir, a coger una ola y a que eso sea tu vida –que si lo pienso obviamente es bastante ridículo (se ríe)–, hace que parezca mejor. Todas esas cosas que he ido aprendiendo me ayudan a ser mejor hermana, mejor hija, mejor amiga...

¿La lesión de espalda tuvo algo que ver para que cambiara de perspectiva?

Con Gorka llevaba trabajando desde antes pero es verdad que la lesión me puso a prueba. A nivel identitario es como un momento de grandes dudas, porque yo desde pequeñita soy “Garazi la surfista” y esto me llevó a preguntarme si yo me quería a mí misma sin ganar un campeonato. En ese sentido, el documental “Vergüenza” me permitió comprobar que yo me podía entusiasmar con algo que no tuviese que ver directamente con la tabla. Por un lado me hizo no sé si más libre, pero consiguió que mi relación con el surf fuera un poco más tranquila porque era una decisión y no tanto una necesidad. Y eso supone un alivio.

¿Cuánto más sabe, es más difícil tomar decisiones?

No sé si tomar decisiones, pero sí posicionarte. Creo que estamos más cómodos en blancos o negros. En mi sistema de entrenamiento no tengo un entrenador que me diga qué es lo que tengo que hacer o no cada día; tengo gente a la que acudo y me ayudan a tomar decisiones en campos que desconozco. Pero no tomamos decisiones tan solo en cuanto a qué es lo mejor para mi cuerpo, sino también teniendo en cuenta qué es lo mejor para mi cabeza, para mi trabajo en redes...

¿Le da muchas vueltas a las cosas? ¿Le preocupa tomar buenas decisiones, quedar bien?

No tanto quedar bien, porque es muy difícil caer bien a todo el mundo. Pero sí, por lo menos, quedarme tranquila al final del día en función de mis valores y de mi manera de ver la vida, que no tiene por qué ser igual que la tuya. La trayectoria que he llevado no ha sido estándar. He tomado decisiones con las que mucha gente, incluso mi familia, han estado en desacuerdo pero, como las consecuencias las voy a vivir yo, intento que sean mías, no lo que la familia, una marca, la selección... quieran de mí. Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad, es verdad que a medida que he ido conociendo a través de “Vergüenza” gente que estudia más cuestiones éticas o sociales estas me han generado curiosidad. Yo he estado mucho más cómoda cuando veía el mundo en blancos y en negros, sin grises. Lo otro creo que es más complejo.

¿Y a la hora de coger olas?

Es una parte que se me da bastante mal, algo que he tenido que trabajar los últimos años. A través de ir mejorando esa faceta en el surf, he podido ir mejorando en mi vida. El poder trabajarlas es divertido. El deporte de alto nivel te permite ponerte un montón de retos en un periodo corto y a una intensidad muy alta, y obviamente te ayuda a evolucionar de una manera un poco más rápida. Aún así a mí me cuesta decidir porque en el mar nunca sabes. También hay que asumir el riesgo de equivocarse y no tener tanto el control, ¿no? Es un aprendizaje. Lo que hemos trabajado mucho ha sido la intuición, parece como algo hippie pero en realidad muchas veces al tomar una decisión te entra miedo y ruido, y eso no ayuda a que rindas mejor. Hay que aprender a callar ese ruido. Creo que eso se puede trasladar a la vida.

Leí que tiene una mente inquieta y que quizás por eso le costaba tomar decisiones en el mar.

Sobre todo no es una mente muy ordenada. He tendido a mezclar cosas y no hacerlo como está establecido. Yo estudié bachiller a distancia cuando hace 10-12 años no era lo habitual; la carrera también la hice a distancia... Veo un montón de opciones y la decisión tiene que ver con que me entran muchos ruidos en la cabeza. En ocasiones me ha pasado que, si opto por una estrategia que no es mía, luego no sé cómo seguirla porque en el agua no estás comunicado con nadie. En mi caso, el entrenamiento que más me funciona es eso de que “te enseñen a pescar”. Considero que es muy importante tener a gente que sabe más que tú, pero que no te digan lo que tienes que hacer porque, a los cinco minutos, cuando la manga ha pasado y la situación es totalmente distinta, no sabes seguir. Ahora trabajo la visualización mediante la meditación y cosas así, y es verdad que ayudan a saber lo que sientes: si es miedo, si es ansiedad, vergüenza... El deporte desde fuera se ve como algo muy básico, que también puede serlo, pero a esos extremos es bastante complejo porque tomas las decisiones en muy poco tiempo.

Y nunca va a tener todo el control.

Y menos en un deporte como el nuestro. Hay otros deportes que tienen la dureza en otro ámbito. En el surf tienes que tener la capacidad de adaptarte y de cambiar de planes, eres tú quien toma las decisiones, no puedes llevar todos los deberes hechos. Para mí es un deporte bastante injusto. Hay épocas en las que he estado muy en forma, muy entrenada, y he tenido resultados muy malos; y, en otras, no estás tan en forma y de repente has hecho un resultado bastante mejor que una compañera que se lo merecía más.

¿Y cómo lleva eso?

Al principio mal, obviamente. Sobre todo cuando vas a Australia, gastas 4.000 euros, llegas, entras al agua 20 minutos, te eliminan y te vas para casa. Bueno, lo peor es que no te vuelves a casa y te tengas que quedar toda esa semana que habías reservado con la sensación de la derrota... En ese sentido, es un deporte que te curte bastante en cuanto a frustración.

¿Esos viajes al principio los costeaba usted?

Hasta esa época de los 18 tuve patrocinadores. Cuando lo dejé, me quedé sin sponsors y cuando volví a los 20 no tenía nada. Ni sponsors ni tampoco estaba en forma. Entonces, empecé a trabajar en una escuela de surf. Al principio no competía ni nada, y ahí fue cuando conocí a Gorka. Yo estaba en un estado de ánimo bastante bajo, era un momento complejo, y empecé a surfear sin ningún afán de competir. Cuando otra vez me empezó a picar el gusanillo, sabía que no te llegan los sponsors de la nada. Y cuando lo has dejado luego tienes que volver a demostrar tu nivel. Los primeros viajes de esta segunda etapa deportiva los pagué trabajando en la escuela. Por eso digo que la presión era más grande porque trabajaba dos meses y casi todo lo que había ganado era para un viaje a México, por ejemplo; y te eliminan en primera ronda… Las maneras de afrontar estas situaciones pueden marcar la diferencia. Sin la ayuda o el acompañamiento de Gorka hubiera sido muy difícil sobrellevar todos esos momentos de frustración. Yo que era muy de blancos y negros, todo ese proceso me ha abierto más y ahora pienso que la vida así es más divertida.

¿Pasar a la escala de grises le ha tranquilizado un poco?

Sí, obviamente te preocupa más porque no ves una única solución, pero a la vez relativizas las cosas. No quitándote responsabilidades, pero sí entendiendo las cosas de diferentes maneras. Te quita un poco el odio o la rabia que te pueden generar ciertas situaciones. Nos tenemos que indignar ante muchas cosas pero de una manera un poco más sana.

Habla de esto en un capítulo de “Quitando la vergüenza”.

Sí, la situación actual que estamos viviendo es muy compleja a todos los niveles. Nuestra generación ha vivido dos crisis, es un poco injusto o vergonzoso lo que se está cobrando por los pisos o los alquileres, los sueldos... Pero que esto te llene de rabia, te dificulta a la hora de buscar soluciones, te quedas en la indignación. Es muy importante quejarse, y creo que algo, no sé qué, se debería de hacer; no tengo la solución, ojalá. Es cuestión de mirar desde otra perspectiva, que te lleve a algo bueno; ¿qué puedo hacer yo? Si estoy en una posición privilegiada, hacer algo y, si estoy en una situación vulnerable, buscar la manera de salir. Si a día de hoy las necesidades básicas no están cubiertas, no le vas a pedir a alguien que compre ropa sostenible cuando no puede pagar el alquiler. Es bastante injusto y es otra demostración de que no todo es blanco o negro. Hay que entender las circunstancias de cada uno. Por eso creo que es más complicado.

También abordaban el tema de valores, que pueden variar con el paso del tiempo. No sé si la lesión le hizo cambiar algunos de ellos.

Sí, y aunque me cuesta poner la salud por delante, al menos la física, sí que he aprendido a cuidarme más, sobre todo la espalda. Me llevó a priorizar la gente con la que comparto la vida. Eso fue muy importante a la hora de poder, no solo superar, sino acordarme de quién soy. A veces, cuando estás tiempo fuera, te desconectas. Es normal, porque eres más joven y sueñas mucho, y en ese sentido sí que fue algo como para bajar a tierra y reubicarme. Antes de la lesión, en el primer o segundo año desde que retomé el surf de manera profesional, cogí velocidad y perdí un poco eso de tener los pies en la tierra. Lo comenta Marije Goikoetxea [doctora en Derechos Humanos], «creer que nuestro cuerpo es ilimitado».

¿Cree que la vida le dio un golpe para despertarla?

Sí, fue una oportunidad para parar. Creo que las deportistas, hasta no vernos reventadas, no sentimos que hemos entrenado bien. Y lo suyo es que no acabes reventada. Antes del Mundial me ingresaron cinco días por un absceso de 3 centímetros en la garganta, que el médico dijo que era porque llevaba un montón de tiempo con anginas. Voy aprendiendo pero me cuesta, y creo que en general esto se da bastante. Me dejaron ir al Mundial pero fui con cortisona y fui fatal. De hecho, el médico me dijo que no debería ir. Todo lo que había hecho en meses anteriores lo tiré por la borda por no haberme cuidado.

¿El deporte se convierte en una obsesión?

Se parece mucho al mundo del trabajo. Hay épocas que ese ritmo alto se aguanta durante un tiempo y, tarde o temprano, casi todo el mundo acaba petando. Por eso, tener un equipo que te diga que hay que cuidar ciertas cosas es indispensable. Esas típicas frases motivacionales de “cuando tú te duermes, el otro entrena”... Es mentira, porque necesitas dormir, necesitas estar con tu amama, tener vacaciones, ser una persona normal. Es algo que hay que aprender y hay que escuchar al cuerpo.

¿Los Juegos de París 2024 son un objetivo?

Sí, puede ser. Quedan dos Mundiales, están a la vuelta de la esquina. Son un objetivo pero en el fondo entrenas igual que para otro campeonato. Lo tienes que tener marcado en el calendario como un punto álgido de temporada y competir. Lo bueno y lo malo de ello es que es solo un campeonato, y entonces depositar ahí todas tus energías puede sumar mucha presión, al menos en mi caso.

¿Y cómo prepara la temporada?

El surf tiene una parte muy flexible y sí que tiene una estructura para saber cuáles son tus objetivos pero, para empezar, el calendario va cambiando. Te puedes organizar hasta un punto, es un deporte bastante caótico. Lo ideal es estar todo el año medio en forma y luego, una vez que vayan saliendo los objetivos o eventos importantes, prepararte un poco más para eso. Intentamos poner el foco en el proceso y en lo que yo puedo hacer bien; y luego, si he fallado, vemos por qué ha pasado eso e intentamos trabajarlo.

¿Cómo valora la última temporada?

En cuanto a los resultados ha sido una temporada bastante buena. Me clasifiqué para los Challenger Series, quedando en el Top 5 europeo. La última victoria en La Infernal estuvo bastante bien porque los últimos dos años probablemente hayan sido los mejores en cuanto a resultados, pero no había ganado ningún campeonato. Ha sido un año con altibajos aunque, a nivel general, ha sido un año bueno. Y una manera diferente de afrontarlo después de finalizar la etapa de los Juegos Olímpicos de Tokio, un poco más relajada. He tomado más decisiones en función de lo que yo sentía o de lo que yo creía.

Cuando se lesionó, se le paralizó el cuerpo de espalda para abajo. Le dijeron que no podría volver a hacer surf. ¿En ese momento dónde encuentra apoyo? ¿En la familia?

Sí, en la familia para desobsesionarte, pero tener un propósito es lo que te ayuda más. Te sientes muy querida, pero lo que necesitas para salir de ese bache no solo es amor sino levantarte todas las mañanas cuando te duele y cuando no. Tener un entorno que te apoya es imprescindible para la vida en general, pero en los casos en los que tu vida puede dar un giro muy grande creo que tener fe en algo, no hablo de la religión ¿eh?, puede ayudar. Tener Tokio en el horizonte, fuese o no fuese, y el ver el deporte como si fuese algo de una película, incluso una historia de superación. De hecho, hay un documental que probablemente editemos este año. Empezamos a grabarlo cuando me dijeron que no iba a surfear y en mi cabeza yo me hacía la película viéndome en Tokio. No he ido a Tokio, pero en parte me he curado gracias a esa obsesión.

Nunca se planteó verdaderamente que se acababa su etapa como surfista.

Tenía miedo porque podrían tener razón, porque ellos son médicos y yo no. Busqué a alguien, que supuestamente era bueno, para que me dijese lo que yo quería oír (se ríe). Podría no haber sido así. Ese toque obsesivo y querer buscar respuestas me llevó a no quedarme con el primer diagnóstico médico.

En ese proceso surge la idea de “Vergüenza”.

Eso empezó un poco antes, pero en ese proceso cogió la forma que tiene ahora. La idea principal era el cambio climático y nuestro comportamiento, pero para mí tiene mucho que ver con cómo nos comportamos ante problemas ambiguos, o cómo funcionamos como sociedad. Fue, por un lado, una manera de sobrevivir a esa ausencia de actividad deportiva y, por otro lado, el hecho de parar me llevó a reflexionar y encontrar en otro sitio algo que me pudiera emocionar. Darme cuenta de que me podía emocionar otra cosa que no fuera competir fue un alivio la verdad.

Es decir, ¿antes de la lesión estaba tan concentrada en las competiciones que no pensaba más allá del surf?

No piensas en nada en general, más allá del próximo campeonato. El 90% de los deportistas tienen que gestionar ellos mismos todo. Estás tan obsesionada en conseguir que tu proyecto funcione que muchas veces no eres consciente de nada de lo que tienes alrededor, y menos de algo que encima es tan complejo. Pero creo que nos puede pasar a todos. A la gente no le gusta hablar de estas cosas porque te sientes tan impotente y es tan complejo a la vez.

Con “Vergüenza” quise conseguir que no pasa nada si te sientes hipócrita, no pasa nada por no hacer todo bien... Ayudar a que los expertos nos ayuden a atrevernos a mirar de frente. Parece que toda la responsabilidad recae en la sociedad. Y sí, pero, culpándoles de que todo lo hacen mal, es muy difícil conseguir que se sientan parte del cambio. La culpa y el hecho de señalar no suelen ayudar. Hay quién dice que reconocerse hipócrita es bueno porque, si no te sientes así, es imposible que cambies. La hipocresía te puede llevar a replantearte las cosas.

En “Quitando la vergüenza” pasa a ser entrevistadora. ¿No le dio miedo exponer sus opiniones con temas que pueden generar controversia?

Sí, pero entendía que todo lo que yo decía, sin ser yo muy radical ni nada, es lo que soy. Mi aita sí que me preguntaba a ver por qué me iba a meter en esos líos. Pero es una de las cosas que me frustra un poco. Parece que los jóvenes tenemos mucho miedo a mojarnos, y creo que en parte por eso estamos en riesgo de ir perdiendo derechos. Poder mojarme a un nivel lógico, es enseñarme a mí misma a ser un poco coherente con lo que yo creo. Sin tirar tu vida por la borda, sí creo que tenemos una pequeña obligación.

He leído que, antes, mientras los hombres surfeaban, había un concurso de los mejores culos femeninos. ¿Llegó a vivir eso?

Sí, fue en 1999 o 2000. Yo puedo ser surfista a día de hoy porque un montón de personas han reivindicado, se han mojado y han luchado para esto. Y al principio hay gente que siempre reacciona a proteger lo suyo de una manera, los cambios no suelen gustar en general. Ahora mismo las mujeres en el deporte tenemos unas oportunidades que hace años no teníamos. Y es gracias a ellas y a las anteriores también. Esa obligación de seguir lo que han conseguido. Igual que pasa con un montón de derechos que ahora tenemos. Y, últimamente, esa filosofía de si yo estoy bien el resto me da igual, está ganando fuerza. Me parece un poco triste. Supongo que la globalización nos está llevando un poco al individualismo.