Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Oppenheimer»

Por una vez, y no sabemos si sentará precedente o no, el cineasta británico Christopher Nolan deja de ser el director estrella del estudio Warner. Poco importa que sea su máximo valedor dentro de la entente de la compañía con DC Cómics en lo concerniente a las películas de Batman, con las tres entregas de la franquicia mejor puntuadas por la crítica mundial. La ruptura, de momento puntual, entre Nolan y Warner, se debió a que el cotizado autor de superproducciones millonarias no aceptaba el plan de exhibición y distribución para “Oppenheimer” (2023) que le planteaban los ejecutivos del estudio, quienes querían un estreno simultáneo en salas de cine y en la plataforma digital HBO Max. Por eso Nolan, que ha adquirido mucho poder de decisión en la industria de Hollywood, se sintió libre para contactar con otros estudios y llegar a acuerdos más favorables a sus intereses. En principio probó con Paramount, que fue el primer descarte, y después con Sony Pictures y Apple Studios, que tampoco vieron viables las exigencias de Nolan. Por último, ha sido Universal la única que ha admitido sus condiciones, consistentes en contar con un presupuesto mínimo de cien millones de dólares y un plazo de cien días en salas de estreno antes de pasar a cualquier otro medio. Lo demás ya son especificaciones técnicas que también se han visto cumplidas, porque se ha rodado en formato IMAX 65 mm y en Gran Formato 65 mm con el añadido de fotografía analógica en blanco y negro para IMAX, y así en EEUU se proyectará en cines IMAX en 70 mm, además de en cines de 35 mm y digitales.

De las arduas negociaciones se puede decir que “Oppenheimer” (2023) ha sido un proyecto muy querido por Nolan, y que se trata de una obra más personal, siempre teniendo en cuenta las grandiosas dimensiones en la que se mueve el director de “Origen” (2010). La cuestión es que llegó demasiado pronto a Hollywood, quedando su seminal “Memento” (2000) como su obra más libre y original, creativamente hablando, en la medida en que revolucionó el thriller psicológico, convirtiéndose en la obra más influyente para el género de la entrada del nuevo milenio. Desde entonces, hay que reconocerle el mérito de seguir haciendo un cine con pretensiones para un público masivo, lo cual no está al alcance del resto de sus colegas. El nolanismo, valga la expresión, se ha convertido en una religión con seguidores en todas partes del planeta.

La elección por su parte para hacer un biopic de Julius Robert Oppenheimer ha sido muy sabia, porque es una figura histórica que resulta fundamental para entender el mundo actual. La energía nuclear lo cambió todo, creando una dependencia de la que las sociedades modernas todavía no se han liberado. A este físico téorico se le considera como el padre de la bomba atómica y, por muchas cosas buenas que hiciera a lo largo de sus investigaciones científicas, quedó estigmatizado por siempre debido a esa infernal invención. La mala prensa que arrastra proviene de su participación fundamental en el proyecto Manhattan, del que surgieron las primeras pruebas armamentísticas en el desierto de Nuevo México. La película se ha rodado en las verdaderas localizaciones de Los Alamos, que guardan en el ambiente aquel horror.

Allí se realizó la prueba Trinity el 16 de julio de 1945 con la primera de las bombas, como ensayo previo al genocidio de Hiroshima y Nagasaki en agosto de ese mismo año. Tras el final de la II Guerra Mundial, Oppenheimer se arrepintió de su triste contribución, y desde el cargo de asesor jefe de la Comisión de la Energía Atómica abogó por el control armamentístico, que le valió ser vigilado e interrogado durante el macarthysmo.

Cillian Murphy muestra una muy verosímil caracterización de Oppenheimer en las primeras imágenes, en las que se le puede ver fumando. Se remarca, mediante la fotografía en blanco y negro, el tabaquismo del personaje como símbolo de toxicidad.