Miren Sáenz
Entrevista
Nextor Otaño
Pintor

«La pintura es mi manera de expresarme»

Detrás de la firma Nexgraff está Nextor Otaño, uno de los artistas urbanos más conocidos en Euskal Herria, aunque solo tenga 20 años. A esa edad, ya ha perdido la cuenta de los murales que ha pintado. No se ha quedado ahí, estudiante de segundo curso de Bellas Artes en la UPV-EHU, sigue ampliando territorios.

(Jon Urbe FOKU)

A los 13 años pintó su primer mural y desde entonces Nextor Otaño (Pasai San Pedro, 2003) no ha parado de plasmar sus obras en edificios, paredes, lienzos y hasta en alguna furgoneta. Camino del estudio de Nexgraff, en Pasai San Pedro, hay unas cuantas. En la Casa Ciriza, por ejemplo, luce su “Homenaje al puerto de Trintxerpe”, que hace un año le deparó el décimo puesto en el Street Art Cities -una aplicación que desde 2016 muestra el mejor arte urbano a nivel mundial-. Junto a esa fachada lateral, mientras el artista posa para 7K durante la sesión fotográfica, aprovecha el momento para comprobar el estado de la pintura: «¡Qué bien se conserva!», observa, pasando la mano por esa gigantesca mujer rodeada de salmonetes que ilustra la portada de este número. Más adelante se pueden observar los primeros trabajos de un Nexgraff adolescente que permanecen, por ejemplo, en el museo-astillero Albaola o en la sede del club de remo San Pedro, que esta temporada ha vuelto a la máxima categoría para alegría del artista.

Los edificios industriales de barrios y pueblos sencillos resultan mejores lienzos en comparación con las fachadas acristaladas de las viviendas pudientes. No hay más que ver esa zona. Arte callejero y efímero que se ve y se admira gratis.

Cualquiera puede salir de la brocha de Nexgraff, desde un chaval de su cuadrilla a una estrella de la música mundial. Durante una época trabajó mano a mano con su padre, Aitor Otaño. Nextor es autónomo, aunque cuenta con su ayuda incondicional. «Un artista tiene que escuchar su voz interior. Nextor no hace rótulos, esto no es decoración, tiene mensaje social, habla de su vida, de lo que le rodea, de la inmigración...», asegura su progenitor, quien en su tiempo libre se encarga de toda la logística, que no es poca: administración, facturas, redes sociales, maquinaria... Pero ahora el que pinta y decide lo que pinta es Nextor, aunque a la hora de hablar a menudo recurra al plural.

Nextor Otaño, en su estudio, posando entre sus creaciones. En las siguientes páginas aparecen sus murales por orden cronológico y en los que se aprecia su evolución desde el año 2017 hasta este 2024.

La entrevista transcurre en el estudio de los Otaño, que antes fue una antigua carpintería regentada por dos hermanos gallegos de la que todavía conservan un suelo de la época y dos mesas macizas, en medio de cientos de sprays de todos los colores ordenados en valdas que tapan completamente las paredes. Hay también pintura plástica, rotuladores, un caballete, algún busto, dibujos, revistas, lienzos donde ha pintado varias veces y otro en blanco de 4 metros de ancho y casi dos de largo que, seguramente, a estas alturas ya estará colgado en la pared de un restaurante donostiarra. En fin, el encanto del rincón del artista. No somos los únicos visitantes del día. Casualmente espera a una galerista, que se ha trasladado desde París para conocer la obra de Nexgraff.

No es lo mismo ser grafitero o muralista. ¿Cómo se define usted? No, no es lo mismo. Yo soy muralista. El grafiti es una acción, la acción de hacer una pintada, de poner unas letras. Mucha gente entiende el grafiti como si fuera un estilo y el grafiti puro es vandalismo, si no no sería grafiti. Es lo que le da la adrenalina, que sea ilegal, que no te pillen.

¿Recuerda cuál fue su primer mural? Lo hice con mi aita, con 13 años, pero antes de los murales sí hice grafitis. Mi primera pintada fue en el skatepark de Bidebieta, hice un ‘nex’, aunque tenía más firmas; luego empecé a hacer caras.

«Homeless» (2017). Fotografías de Aitor Otaño.

Ha crecido en un paisaje entre industrial, marinero y portuario. ¿La procedencia marca su trayectoria artística? Sí, y para bien. Inconscientemente vas cogiendo de lo que te rodea, aunque hoy en día estamos muy contaminados con el móvil y las redes sociales. Con Instagram puedes ver lo que hace la peña por todo el mundo y todos funcionamos con eso. Es nuestro principal escaparate, bueno, después de la calle.

Da la sensación de que el arte urbano está cada vez más «normalizado», aceptado y hasta valorado. Poco a poco la gente se va familiarizando. Al principio sí que tuve problemas. Una vez se me echó todo un vecindario encima. Teníamos un encargo de una academia de inglés para pintar un mural, debajo de unas casas aquí cerca; vieron a un chaval de 16 años con sprays, y se enfadaron muchísimo: ‘Que no pintes, que te voy a rayar el mural’, me decían. Teníamos permiso, les explicamos que íbamos a hacer algo bonito. Luego se hizo y ahí sigue, creo que les gustó. También entiendo que haya a quien no le guste. Es algo que está en la vía pública y no le tiene por qué gustar a todo el mundo. Así es como se educa a la gente, pintando más muros y haciendo cosas bonitas. A la gente lo que le chirría son los grafitis en puertas y persianas.

¿Es buena su relación con Pasai San Pedro? Sí, me tratan bien. En fiestas leí el pregón y lancé el txupinazo. Tengo las paredes que han quedado de lo que antes era Proisa para pintar. Allí hicimos nuestro primer mural para ver qué pasaba. Como era nuestro pueblo y a la gente le gustó, no pasó nada. Poco a poco fuimos llenándolo todo. Cuando empiezas no tienes paredes para pintar. Es una de las cosas que reivindicamos, tener un espacio para los artistas, los muralistas. Aquí hay un montón de frontones y campos de fútbol para que la gente juegue, pero para pintar, no.

«Haundiya Pasaiako Errementariya» (2018)

Es conocido que su padre quiso ser pintor y, aunque académicamente tiró por otro lado, durante una época pintaron juntos. A él no le dejaron en casa y, en cambio, en su caso, le han apoyado desde el principio. Mi padre siempre quiso ser pintor, mis abuelos no le dejaron porque les parecía que esto no tenía salida. Frustrado, cuando terminó la carrera de Ingeniería, se fue a Londres a pintar durante un año, conoció a alguien que tenía una galería de tres pisos y expuso allí, estuvo de museos... Así que el conmigo hizo lo contrario. Cuando los profesores le dijeron que andaba pintando grafitis y no atendía en clase, me propuso que hiciéramos las cosas bien. Creo que se vio reflejado en mí. Mis padres siempre me han apoyado, la ama también viene siempre a ayudar. Por esa parte estoy muy agradecido. Sí que a veces puede ser un poco agobiante trabajar juntos porque paso mucho tiempo con ellos; cuando pintamos, estamos todo el día, desde la mañana hasta que se va la luz. A veces son días seguidos, pero tampoco me puedo quejar.

¿Era autodidacta o asistía a clases de dibujo? Autodidacta. Soy un poco obsesivo, cuando me dio por el cubo de Rubik no paré hasta sacarlo, también me pasó con el deporte. Así que fue empezar y no dejar de pintar. Pero sí, soy autodidacta, aunque he recurrido a Youtube, he copiado fotos y sí que es verdad que ahora he hecho algún curso on line.

Además, cursa segundo de Bellas Artes en la UPV-EHU. ¿Le está aportando algo la carrera? En Bellas Artes hay mucha gente diferente que hace diferentes cosas y rodearte de ella puede enriquecerte. A mí me ha ayudado salir de casa y de mi pueblo. Pintando en el estudio, mi padre me puede dar algún consejo, pero allí soy yo solamente. La Universidad me ha hecho pintar más en lienzo y así puedo experimentar, ser más yo y hacer más mi obra. El artista tiene que pintar lo que siente o lo que sea, y en los murales a veces me veo un poco condicionado porque estás más cara al público, te ponen temas o te limitan. Pintando lienzos, al estar solo, no hay nadie alrededor que te mire, me siento más cómodo y puedo probar cosas nuevas. En un mural grande tampoco te da tiempo a experimentar mucho. Además, intento no usar fotos.

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«Amy Winehouse» (2020)

¿Leioa le ha ayudado a descubrir otras disciplinas artísticas? Estoy tocando otras ramas. La escultura, por ejemplo, me está gustando, y también la fotografía. Digamos que en la Universidad estoy experimentando otros campos. Allí te enseñan por pautas, que lo que hagas tenga un proceso, trates bien el tema, hagas diferentes bocetos y no te quedes con el primero. También te enseñan a escribir. Estoy intentando hacer eso, y me parece bien, porque así tienes argumentos para defender tu obra.

¿Y qué opinan sus profesores? A algunos les gusta lo que hago y a otros no. Algunos son más conceptuales, quieren que experimente. Ahora estoy cambiando un poco, los murales son realistas, bonitos, coloridos... algunos son comunes, comerciales. La carrera de Bellas Artes es muy conceptual y muy abstracta. Me gusta entender todo tipo de arte y hay cosas del arte abstracto que me atraen.

¿Prefiere pintar lo que se le ocurre o pintar por encargo? No sé decir qué prefiero, si pintar murales o lienzos. Lo que sí quiero es que me den libertad total para plasmar lo que yo quiera. Pero eso lo he encontrado en los lienzos.

O sea, qué hay quien le sugiere el contenido. Siempre les explicamos que hay que dejar al artista expresarse. Muchas veces está ese primer tema o el «esto tiene que salir sí o sí», pero intentamos hablarlo esperando que sea bueno para ambas partes.

Tiene algo de profesión de riesgo por el hecho de subir al andamio, la altura, el viento, los productos que se usan en la creación que obligan a ponerse máscaras. Parece un trabajo duro. Eres como un obrero currando todo el día. Es muy físico, en verano cascando el sol fuerte y en invierno el frío. Puede resultar un poco agobiante. Para la elevadora tienes que llevar arnés y casco. Ahora ya no utilizo tanto la máscara porque estoy usando pintura plástica que también expulsa químicos pero no tanto como el spray.

¿Y ha tenido algún susto? Sí. Algunas elevadoras tienen una correa de seguridad que se sujeta con un imán que, al mínimo toque que le des, se suelta y para la máquina por completo. Una vez estaba girando para atrás bastante rápido, sin querer le di a la correa y te hace un efecto catapulta que se pone de lado a lado y puede lanzarte para fuera.

«Parkour parkea» (2021)

Antes utilizaba el spray y ahora la brocha con pintura plástica, acrílico y óleo. ¿Cómo influye en el resultado? Con el spray se pulveriza, es más detallado, son degradados limpios; aunque sea mate, tiene siempre un toque satinado y, cuando le da el sol, hace como reflejos. Y con la pintura plástica ocurre todo lo contrario, tiene más manchas, texturas, es más expresionista y se puede jugar con los colores. La pintura plástica está muy cara, un bote de cuatro litros de color rojo cuesta ciento y pico euros. Antes sí que mezclaba los dos, pero solo en muros pequeños. En tamaños grandes, los miras con distancia, se ve la diferencia y chirría. El spray te quema la piel, la brocha también es chunga, pero menos, y es mucho más fácil de limpiar con agua.

¿Es partidario de crear por ordenador? Me gusta mucho pintar por pintar, coger un lienzo y pintar lo que me salga, pero también veo bien que haya un proceso, un primer diseño. Para los murales suelo hacer diseño digital, tiro de fotografía, collage y también hago mucho dibujo de mi cuaderno que luego llevo a los lienzos o a los murales. Cuando voy a un festival en el que puedo pintar lo que yo quiera, intento meter cosas de mi cuaderno.

¿A lápiz? Soy más de rotulador negro o boli.

«Lehioak mundura-Jokin Altuna» (2022)

¿Cómo puede influir la inteligencia artificial? Da un poco de vértigo. No soy partidario, pero me gusta enterarme y estar puesto para no quedarme atrás. La veo como una herramienta de trabajo. La inteligencia artificial te crea una imagen y ya está, no hay un proceso detrás. Una obra de arte no solo es el resultado final, hay un proceso detrás, cómo va cambiando la obra.

Sus murales al aire libre están a expensas de la meteorología o de que alguien pase y pinte algo por encima. ¿Cómo se lleva eso? Es arte efímero. Al estar en la calle, está a mano de todos o se ajan con el sol o se mojan con la lluvia y les salen humedades o te viene el listo de turno y te pone una pintada. Eso me ha ocurrido, me sentó fatal, una impotencia... Yo prefiero que se conserven, siempre miramos por la durabilidad del mural e intentamos pillar pinturas de calidad para que aguanten lo más posible o, si la pared está muy mal, ponemos paneles de fibra de vidrio, aunque con estos no estoy muy de acuerdo porque pueden quitarlo y llevarlo a otro lado.

Pintar en la calle sigue estando prohibido. Cuando los chavales empiezan a hacer grafiti, les pega el calentón y se ponen a pintarlo todo. Como te pillen, puede que vayas a juicio o te metan multas de mucha pasta. Si pintas en un tren, solo por bajar a la vía son 6.000 euros, o eso pone en el andén... pues suma.

«Amona eta biloba Ibarrako baratza batean» (2022-2023)

¿Pero entonces cuál es el protocolo? ¿Para pintar hay que pedir permiso en ayuntamientos? Sinceramente nunca hemos pedido permiso porque siempre ha sido por encargo o nos han llamado o me han invitado a festivales. Ha sido todo tan rápido. Pedimos medidas, hacemos el presupuesto y, cuando lo aceptan, empezamos con el diseño, que es un trabajo bastante largo porque es la creatividad y la raíz. Te comes mucho la cabeza. El precio depende del tamaño y del diseño, yo valoro mucho que me dejen libertad total. Ahora estoy jugando más con el valor del color, contrastes de colores apagados con saturados, o más oscuros.

¿Consecuencia de utilizar más el lienzo? Sí, y de mis referentes. Tengo muchos.

Díganos algunos. El primero es Aryz, un muralista de Catalunya; también está Sebas Velasco, un burgalés que estudió en la UPV y vive en Donostia, tienen una agrupación de artistas en Egia que se llama Formato Norte; Sainer, un muralista polaco; y está también la azkoitiarra Udane Juaristi ‘Udatxo’. En el tema de lienzos, Juan Ruiz, y también me gusta mucho Bixente Ameztoy. ¿De otras épocas? Goya, Velázquez, Sorolla... pero prefiero los actuales, tengo tantos que hasta se me olvidan.

«Kulturaren bidean» (2023)

Iniciativas como Street Art Cities pueden hacer pensar en una especie de competición. Pero a la vez sirven para dar visibilidad al arte urbano, para que la gente vote y se sienta partícipe. Está muy bien para darte a conocer, te da visibilidad, pero no hay un jurado y es la gente la que vota. Si tienes muchos amigos, te promocionas bien, vas a estar arriba. En esto la popularidad e influencia de cada artista en internet tiene su importancia.

El año pasado en ese certamen quedó entre los diez primeros. Este año, con dos murales seleccionados por parte de la organización, de 50 participantes quedó el 14º con el mural de Baiona y 21º con el de Ibarra. Seguramente casi todos merecen ganar, ¿no? El hecho de estar ahí ya está bien. Intento tomármelo como un juego, es una manera de que la gente conozca mi trabajo.

En 2021 ganó la Liga estatal de Graffiti. Quedé primero con Diego As. En la Liga, siempre me he mantenido arriba, segundo o tercero, pero la he dejado porque tengo bastante trabajo y con la Universidad es demasiado. Tienes que trasladarte a distintos lugares del Estado y los fines de semana no puedes estar ni con la novia, ni con los amigos.

«Aguacate naranja» Liga de Graffiti (2023)

Ha pintado a bastantes personajes de la cultura vasca, también de talla internacional. Al final es lo que me rodea y hay que defender nuestra cultura. He pintado a Lazkao Txiki, pero también a Abdulay Doiuf -un arrantzale senegalés al que inmortalizó en Mutriku- porque es una historia que me emocionó mucho. Abdulay vino de Senegal y me parece una persona super amable, abierta, diferente. Es alguien que inspira un montón y se lo merecía. En el Gaztetxe de Baiona pinté a Eneko, un amigo mío que tiene aquí una huerta, y a su oveja Julita. Esos son los murales más personales, cuando me dejan pintar lo que quiero.

Respecto a los festivales de arte urbano, ¿en Euskal Herria hay algo más que el Points de Vue Street de Baiona? Ese es el más potente, traen gente de fuera, artistas internacionales, pero hay festivales en Huarte Arakil, en Gares, el Entre Zarzas de Larraga, hay una Urban Festa todos los años en Basauri, que es más de grafiteros. En Gasteiz se han hecho muchos murales en la Parte Vieja, aunque no haya festival, y en Kamiñazpi se está intentando impulsar la realización de murales en la zona reflejando la historia de Ondarroa.

En Glasgow, por ejemplo, sus homólogos han acordado con el Ayuntamiento pintar 14 grandes fachadas, aunque excluyendo tres temas: nada de política, religión, ni fútbol. ¿Qué le parece? Me parece bien y mal. Por un lado, soy partidario de que le dejen al artista hacer lo que quiera, creo que es limitar al artista y a mí tambien me ha pasado. Pero, al final, si es algo público y es para no liarse, pues adelante.

«Erromeria» (2024)

¿Cómo es posible en estos tiempos que haya grafiteros exponiendo por medio mundo y se desconozca su identidad? Quizás quieren que se valore más su obra que a la persona.

¿Qué piensa de Banksy? No tiene nada que ver con lo que yo hago. Él utiliza plantilla para hacerlo lo más rápido posible por eso de que no le pillen. Creo que se contradice, porque está vendiendo su obra por una pasta y luego hace crítica social.

En 2023 pintó murales en Baiona, Baliarrain, Belauntza, Berastegi, Hernani, Gernika, Ibarra, Mutriku, Urnieta, Villabona, Zizurkil, Avilés, Castellón, Lerma, Pulpí (Almería), Tarifa, Ventas de Huelma (Granada), Cergy (Estado francés) y Leipzig (Alemania). En 2024, de momento, ha pintado en Donostia, Ereñotzu, el Gaztetxe de Zaldibar... ¿Se puede vivir de esto? Sí, trabajando mucho, promocionándote. Hay gente que vive de esto. Yo estoy viviendo con los aitas y en el piso de estudiantes pero no me he independizado del todo.

«Post-Punk, Zaldibarreko Gaztetxearen 20.urteurrena» (2024)

¿Disfruta cuando pinta? Sí, cuando pinto no pienso en nada, estoy totalmente a la obra, se me quitan hasta las ganas de comer. Es como cuando haces deporte, te evades de todo. Soy tímido y la pintura es mi manera de expresarme.

Además de pintar, ¿qué le gusta a Nextor Otaño? Estar con los amigos, hacer algo de deporte -antes jugaba a rugby, ahora me gusta verlo-, salir de fiesta, conocer gente, escuchar música, viajar... no sé, muchas cosas.

¿Próximos proyectos de Nexgraff? Acabar los encargos que tengo entre manos y me gustaría internacionalizarme.

Sus deseos quizás empiecen a materializarse. Llega al estudio Virginie Barrou Planquart, que desde 2010 tiene una galería de arte contemporáneo en París especializada en arte urbano y neopop. De momento, ha incluido a Nexgraff en su página web. Veremos.