Mariona Borrull

«Nina»

Un momento del rodaje de «Nina», la película de Andrea Jaurrieta protagonizada por Patricia López Arnaiz.
Un momento del rodaje de «Nina», la película de Andrea Jaurrieta protagonizada por Patricia López Arnaiz. (Jaizki Fontaneda | FOKU)

Llega como el primer gran estreno del cine vasco después de un Festival de Berlín sin bautizos ni confirmaciones, y no se anda precisamente con chiquitas. Conocemos a Nina bajo la lluvia, embutida en su chupa larga de cuero y agarrando una de esas fundas negras de piel que nunca llevan (a) nada bueno. Llueve a mares, patina y queda encharcada en el barro. Agazapada tras los arbustos de una lujosa casa, monta con apuros la escopeta que -sabemos- aún puede no disparar. Irá a contrapelo de todo, pero para el dedo decidido de Nina, ya en el gatillo, volver a casa y consultarlo con la almohada no es una opción.

Nina (Patricia López Arnaiz, de expediente inmaculado) ha vuelto de Madrid a su hogar natal con la venganza por gríngolas y sin ganas de poner a nadie al día de su exitosa carrera como actriz. De hecho, cada vez que alguien la reconoce y la saluda con la alegría extrañada de los pueblos “de regreso” -inmóviles, iguales que siempre-, a Nina le sobrecogen los sudores fríos (Arteire, localidad ficticia a caballo entre Mundaka y Bermeo, fácilmente podría llamarse “Villa PTSD”). Ella tiene tanta fama como miedo, y auténtico terror de cruzar miradas con quien ha venido a ejecutar.

Él es Pedro (Dario Grandinetti, especialista en péndulo entre los perdedores absolutos y los villanos más irredimibles), un famoso escritor al que las gentes de Arteire rinden ahora homenaje, totalmente ajenas a los agravios que Pedro fue cometiendo, jugando con los límites y uno tras de otro, para merecer un escopetazo en la sien. La Nina adolescente (Aina Picarolo, debutante en “La casa de los cactus” de Carlota González-Adrio) sí los conocía, y ni con los años los ha podido olvidar.

Hacer las paces con el pueblo, naturalmente, es bastante más complejo que dejarse amansar por los paréntesis que ofrece. La “Nina” de Andrea Jaurrieta parte de una obra de teatro homónima de José Ramón Fernández, a su vez versión libre del texto de “La gaviota” de Chéjov, elaborándola de nuevo desde los arquetipos del western y las formas del melodrama (pongan, “Johnny Guitar” en las costas de Bizkaia). La película de Jaurrieta no es ni pequeña, ni intimista: avanza con trazo híper estilizado, tanto en el trabajo con los rojos, azules y negros de la fotografía de Juli Carné Martorell, como en el subrayado musical de Zeltia Montes, suntuoso, omnipresente y cercano a la “Juha” de Aki Kaurismäki.

A la directora, guionista y productora Andrea Jaurrieta no le asusta el pulso rápido de un tic nervioso. Ya lo demostró con “Ana de día”, que recorrió festivales por doquier y le mereció una nominación a Mejor Dirección Novel en los Goya y en las Medallas CEC (Círculo de Escritores Cinematográficos). “Nina”, producida por BTeam, Irusoin, Icónica y Lasai, ganó en Málaga el Premio Especial del Jurado de la Crítica.