Tejer la memoria

En el año 1977, en Argentina, se formó la asociación de las Madres de Plaza de Mayo. Varias mujeres, que buscaban desesperadamente a sus hijas e hijos desaparecidos por la dictadura de Videla, comenzaron a juntarse delante de la Casa Rosada para exigir la aparición con vida de sus familiares. Puesto que las concentraciones estaban prohibidas y ante la orden de «circulen, circulen», comenzaron a dar vueltas alrededor de la icónica plaza. Para distinguirse entre ellas mismas y juntarse con sus semejantes, decidieron anudarse en la cabeza el primer pañal de tela utilizado por sus hijas. Una reliquia familiar en la que aparece el nombre y la fecha de nacimiento del bebé, y que cada madre guardaba como recuerdo de ese día. Esa tela bordada, se convirtió en un símbolo internacional de la lucha contra la dictadura.
La Plaza Mayor de Lima (Perú), frente al Palacio de Gobierno, se convirtió en el año 2000 en el escenario para la realización de una acción colectiva de gran carga política. Todos los viernes, a partir de mediodía, cientos de ciudadanas se reunían para mezclar agua y jabón y sumergir la bandera de su país. El “lavado de bandera” se erigió como una de las protestas más famosas contra el Gobierno de Fujimori y la necesidad de eliminar y lavar la corrupción de sus estructuras. Un acto tan sencillo y tan potente a la vez, tuvo como protagonista, de nuevo, una tela. Un elemento cotidiano como el tejido, asume en ambos casos la carga simbólica de la memoria y de la transferencia de una responsabilidad.
En torno a la potencia de lo textil, hoy reseñamos “Urdir la memoria”, la exposición que Espacio Marzana inauguró a principios de mes. Hasta el día dieciséis de abril, el proyecto de Elssie Ansareo (México, 1979) habita el espacio bilbaino y nos invita a formar parte de él. Una historia propia es el motor de la muestra. La artista recibe de manos de su madre un pequeño tapete bordado por su abuela en el que el hilo recoge imágenes y nombres de familiares, amigas y personas afines. El legado, tejido a mano, salvaguarda el recuerdo y el gesto de quien lo realiza. Actúa como un aliento que conecta generaciones y memorias, y construye un fondo basado en el cuidado.
Salvaguardar lo que queda para mantener la vida. En sala, el montaje combina elementos textiles con una serie fotográfica. Las imágenes reveladas caen de manera natural sobre la pared, sin marcos ni artificios, casi queriendo ser tela. En las imágenes, sobre fondo negro, cuelgan tres cuerdas que, como hilos, posibilitan un trenzado. El hilo, sobre el fondo blanco, dibuja temblorosos cuerpos y rostros. Todos los elementos acaban por componer un relato tan propio como colectivo.
No mirar arriba

«Itxaropentsu nago herri honek borrokarako grina daukalako»

Un «time-lapse» por seis décadas de recuerdos personales y colectivos

Izaskun Ellakuriaga, Azoka hauspotu zuen emakume ekintzailea

