Poner en relación

Una conocida cita del artista y teórico profesor de la mítica Bauhaus, László Moholy Nagy, asegura que «la creación espacial es la creación de relaciones de posición de cuerpos (volúmenes)». Esto viene a significar que crear desde lo espacial o escultórico es más que lo que un objeto puede proponer por sí mismo. En definitiva, tiene que ver con cómo interactúa con el lugar donde se sitúa y con el resto de elementos que se encuentran presentes. En una segunda línea, podríamos hablar de nuestra presencia como público, que a su vez desata otras capas de relación con lo que allí sucede. Desde nuestro rol, proponemos nuestra experiencia vital, nuestro punto de vista y nuestra capacidad de insertarnos en las lógicas que las piezas pueden llegar a ejercer. Todo esto, que escrito parece complejo, en realidad fluye de una manera mucho más orgánica y menos encorsetada. Es tan sencillo como que las obras escultóricas reivindican una presencia que inmediatamente condiciona y es condicionada por todo lo que les rodea, desde la luz, el color del suelo o la textura de los materiales y, quien las visita, es a su vez parte de ello.
La reseña de hoy se centra en la figura y el trabajo de la escultora Mertxe Sueskun (Iruñea, 1946). Cuatro décadas de creación avalan el recorrido de esta artista que posiblemente, una vez más, está disfrutando más tarde de lo debido del grado de reconocimiento que merece. Quizás, como en tantas ocasiones, nos lleva a pensar que el foco del arte profesional ha sido de nuevo perezoso para mirar a las mujeres creadoras. Sea como fuere, Nafarroako Museoa ha decidido dedicar una muestra retrospectiva que se inauguró a finales de marzo y que podrá disfrutarse hasta septiembre de este año. Bajo el trabajo comisarial de Txaro Fontalba, toma cuerpo un compendio de casi sesenta piezas realizadas desde los años ochenta, bajo el título “Jugando, cuento / Jostatuz, kontatu egiten dut”.
A pesar de que la intención de la muestra es dar cuenta del legado de su obra, no propone un recorrido cronológico en diferentes fases de la producción de Sueskun. Las piezas se relacionan entre sí desde lo formal o lo poético, creando una propuesta en sala que las dota de una potencia propia más allá de su sentido como memoria y homenaje. En las diferentes obras encontramos diversas técnicas y tendencias estéticas. Desde su trabajo con una resignificación desde lo sensible de objetos cotidianos y la recodificación de sus usos, a resultados bidimensionales como collages, composiciones basadas en la experimentación geométrica y el juego cromático. Una puesta en escena marcada por la sobriedad del color oscuro utilizado para las paredes de la sala y una iluminación directa, permiten un acercamiento directo a un trabajo honesto y sin imposturas.
No mirar arriba

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