IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Tradición sostenible

En esta época en la que la tecnología avanza sin cesar, en la que esta se queda obsoleta según se estrena, la sociedad ha centrado buena parte de sus ensoñaciones de un mundo mejor, precisamente, en la capacidad técnica de la industria. Si en el mundo existe una región que pueda ser considerada como un paradigma de esta idea en la que la tecnología todo lo puede, esa es la formada por las economías árabes del petróleo, capaces de soñar con transformar el desierto en ciudades habitables. Pero este proceso no es en ningún caso gratuito, ya que supone borrar las tradiciones para lanzarse en los brazos todopoderosos de los avances ilimitados de la técnica.

Debido fundamentalmente a este cambio, tanto en la economía como en la cultura, los edificios de hoja de palma que durante siglos habían sido la forma tradicional de construcción en los Emiratos Árabes Unidos parecen haber pasado de moda. En un intento por reintroducir técnicas tradicionales perdidas, la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertización, convencida del valor de la historia, apoya el uso de estas tecnologías establecidas desde tiempos inmemoriales con el fin de luchar contra el cambio climático y reducir la pobreza. Por este motivo, la arquitecta Sandra Piesik construye, con el apoyo de este organismo internacional, un refugio de alimentos utilizando hojas de palma recolectadas en el propio entorno de la obra. El proyecto gira en torno a tres ideas principales que se relacionan entre sí. La utilización de hojas de palma persigue una solución sostenible para almacenar comida, al mismo tiempo que preserva una técnica constructiva considerada patrimonio de la humanidad. Pero también busca revitalizar viejas convenciones mediante la innovación, ya que esta podría tener efectos más importantes para ayudar a combatir el cambio climático futuro que, incluso, las tecnologías de última generación.

Los recursos renovables tradicionales, que han sido usados desde la antigüedad, ya que eran los materiales de construcción fácilmente disponibles en las regiones con más difícil acceso del planeta, han permitido a la gente desarrollar su vida desde siempre. Basándose en esta premisa, ahora también podrían seguir usándose para la construcción de estructuras que satisfagan las necesidades locales, incluyendo almacenes, viviendas, escuelas o clínicas locales. Una idea si se quiere simple, pero que en un mundo desarrollado culturalmente y cegado por los beneficios de la informática parece complicada de desarrollar, ya que las técnicas indígenas, aunque efectivas, parecen para muchos obsoletas y arcaicas.

Como respuesta a esta tendencia, Sandra Piesik ha construido el refugio de alimentos, localmente denominado como SABLA, que es un proyecto humanitario destinado a contribuir a los programas de desarrollo social en los países más pobres, donde se cultivan árboles de palmeras datileras precisamente desarrollando técnicas milenarias reforzadas por la modernidad. El proyecto utiliza las hojas de las palmeras, que normalmente serían desechadas, como una manera de abordar el problema de la comida que se desperdicia debido a la falta de almacenamiento adecuado.

El nuevo almacén es el resultado de un programa de investigación y desarrollo que ha necesitado de seis años de trabajo para demostrar que la combinación de materiales tradicionales con técnicas modernas puede ofrecer soluciones efectivas, rápidas y ambientalmente sostenibles a muy bajo coste. El equipo de ingeniería de la Happold Buro llevó a cabo una amplia investigación de laboratorio para certificar el uso de hojas de palma secas que componen las estructuras de arcos, que fueron testadas y ensayadas con modelos a escala.

El prototipo finalmente desarrollado define unas estructuras que son fáciles de erigir a mano, sin necesidad de instalaciones mecánicas, grúas o andamios, que no dejan residuos duraderos y que, como la tela que forma la cubierta, pueden ser reutilizadas una y otra vez. Las hojas son, por supuesto, biodegradables y el conjunto permite la creación de una amplia gama de tipologías espaciales, capaces de dar alojamiento a diversos usos, necesarios en los lugares más pobres del planeta. Esta facilidad de adaptación del diseño hace factible su uso como hangares diáfanos dedicados al almacenamiento de víveres, pero también se pueden utilizar para la organización de aulas, espacios de asistencia sanitaria o edificios auxiliares de índole diversa.

La técnica tradicional, basada en las hojas características del lugar, ha sido modificada con el fin de agrupar las hojas de palma más juntas, lo que otorga más rigidez al conjunto, que luego se ha trenzado para formar largas secciones de forma circular que se pueden curvar en perfiles arqueados que forman marcos estructurales. El resultado final es una construcción de módulos de 8x8 metros que proporcionan un área total sombría de más de 600 metros cuadrados.

Con el fin de aumentar su durabilidad, se ha reforzado el talón de Aquiles del sistema tradicional, la impermeabilización de la cubierta, con una tela tensada de tecnología contemporánea, lo que garantiza su futuro y alarga la vida del conjunto.

Este edificio, más que una construcción, es un manifiesto que pretende ser solo el comienzo de una iniciativa para traer de vuelta los métodos y materiales tradicionales como solución a los problemas más modernos de allí, pero también de aquí.