Miren Azkarate
MIRADA AL MUNDO

BICI HOLANDESA BUSCA PADRES ADOPTIVOS

Llega a casa una gran caja de cartón, facturada desde Ámsterdam y hasta «bautizada». Digamos que se llama Rembrandt… o incluso tiene el nombre tan futbolístico como Toquero, algunos de los nombres con los que los cinco jovencísimos socios de BeCiclos han «humanizado» a las bicicletas que han recuperado de los depósitos municipales holandeses, donde dormían el sueño del abandono. Después de repararlas en su taller de Ámsterdam, gracias a sus mecánicos procedentes de un programa de reintegración social, BeCiclos las ponen a la venta online en precios que oscilan entre los 150 y los 250 euros. Y dentro de nuestra caja está la bicicleta, todo un objeto vintage, aunque preparada para volver al carrilbici, a la que su nuevo dueño debe prometer cuidar como si fuera propia, con papeles de adopción incluidos.

Reciclaje, movilidad sostenible, reintegración… Todos estos conceptos pivotaban en el nacimiento en 2013 de un proyecto universitario que parece que, al cabo de este tiempo, ha terminado convirtiéndose en una empresa, a tenor de lo que explica Ana Larrea, una bilbaina de 21 años residente en Ámsterdam y socia de BeCiclos junto a Danel Viana, de Errenteria; Gonzalo Fernández, de A Coruña y Saskia Schrijnen, de la ciudad holandesa de Leiden. Todos ellos estudian el grado de Liderazgo, Emprendedor e Innovación, o LEINN, en Mondragon Unibertsitatea, una carrera de nuevo cuño, de cuatro años, basada en el modelo educativo finlandés. Su objetivo es formar líderes para nuevas empresas, aunque con el espíritu cooperativista y el trabajo en equipo como bandera. Para ello tienen que crear empresas reales y una de estas es, precisamente, BeCiclos. «La idea surgió por ambos bandos –explica Ana–. Yo soy estudiante en el campus de Euskadi y quería hacer algo relacionado con las bicicletas, a poder ser las de estilo antiguo y de segunda mano. Una amiga y yo montamos en Bilbao una tienda Pop-Up de reparación (una tienda efímera), pero no había manera de obtener un número considerable de bicicletas y en un estado mínimo para recuperarlas. Danel, Gonzalo y Saskia, por su parte, estudian en Holanda. Danel y Gonzalo estaban impresionados por la marabunta de bicis que hay allí y en uno de sus viajes de vuelta pensaron que sería genial traer bicicletas aquí, que era justo lo que faltaba... Y así empezó todo. Estábamos hablando de una mínima infraestructura, de que íbamos a la aventura, con solo nuestros conocimientos e inversión propia».

Empezaron con lo mínimo y con una idea, la de exportar la cultura de la bicicleta holandesa. «Queremos expandir el andar en bicicleta, el verlo como algo del día a día y no solo de los domingos, y esta es nuestra forma de empezar a llevar ese reto a cabo, ofreciendo bicicletas de todo tipo (con cambios, sin cambios, de carretera, aluminio, antiguas o nuevas) hechas para aguantar muchos años más por delante, y que encima han contribuido a contaminar menos y a crear trabajos de reintegración social»… ¿Pero, por qué bicicletas holandesas? «Por varios motivos. Por su estilo, que es muy diferente y variado al que puedes encontrar en cualquier otro lugar del mundo, por la calidad y variedad de las marcas holandesas y porque hay muchísimas. De hecho, hay más bicicletas que habitantes en Holanda (18 millones frente a 16,7, según datos del año pasado). Muchas de ellas son abandonadas, o bien fueron dejadas mal aparcadas durante demasiado tiempo, o perdidas, desaparecidas... y la mayoría de las veces nadie vuelve a por ellas al depósito. Algunos porque no saben que su bici está allí o por pereza simplemente… ¿Quién sabe? Hay mil casos».

Hay, como quien dice, tres «rangos» de bicicleta. Las de 150 euros, las más baratas, porque pueden no tener cambios o haber necesitado menos horas o piezas de trabajo; las de 200 euros, que pueden ser nuevas o vintage, con cambios, en muy bien estado y bien conservadas en caso de que sean antiguas; las de 250 euros son las más caras, porque suelen ser modelos antiguos difíciles de encontrar y muy valorados, con piezas originales y diseños especiales, o bien bicicletas nuevas, de aluminio y con bastantes marchas. El precio incluye todos los gastos de envío, realizado a través del servicio de PostNL. Suele tardar entre cinco y seis días después de efectuar la compra. Con peticiones de adopción recibidas de todo Europa, surten, de momento, principalmente a Euskal Herria y el norte de la península. Han mandado también bicicletas a Suiza, Dinamarca, Londres, Estado francés, Lisboa... «Hasta recibimos peticiones de Sudamérica, pero el transporte lo hace complicado. El negocio va bien, sobre todo porque la gente queda muy contenta con su elección; suelen ser personas que estaban buscando algo como lo que ofrecemos: nuestras marcas, el estilo y el precio, que suelen ser difíciles de encontrar».

«El precio es el mínimo que se puede uno encontrar, al menos fuera de Holanda. Si no se aprecian las marcas holandesas (en su página web aparecen primeras marcas como Gazelle, Batavus, Giant o Pointer) o que sean bicicletas de segunda mano recicladas, que los mecánicos estén en un programa de reintegración, si no te chifla su estilo, si te parecen caras... La verdad es que suena raro decirlo, pero queremos vender a gente que quiera comprar porque aprecie lo que hacemos y lo que vendemos», concluye Ana, quien actualmente está en el cuarto y último curso del grado, mientras que el resto de sus socios acaban el año que viene. «La empresa tiene continuidad y la verdad es que ya es independiente de nuestros estudios; o sea, que esto sigue adelante». Su página web es www.beciclos.com.