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Héroe contra villano para un combate pensado y organizado a lo bestia

Aunque hubo otros combates de mayor significado político y social, en los 121 años de historia del boxeomoderno ninguno generó la masa millonaria de dólares de esta pelea tan esperada y tantas veces dilatada


Tras una devastadora guerra de egos y de negociaciones truncadas que ha retrasado durante casi 7 años el combate entre los dos boxeadores más prominentes de la última década, esta madrugada se celebrará la histórica pelea entre Mayweather y Pacquiao. Un evento que ha trascendido ya el boxeo, que tiene un héroe, un villano y una historia que contar y ha conseguido captar la atención pública y el interés internacional.

Todo ha sido pensado y organizado a lo grande, a lo bestia. El volumen económico que generará no tiene parangón con ningún otro combate y sin duda será el más lucrativo de la historia del boxeo. Aunque tampoco puede ni debe compararse con el impacto político y social que tuvieron otras peleas memorables donde estaban en juego mucho más que el legado, la gloria o el premio económico.

Sirvan como ejemplos, el combate de 1910 por el título de los pesos pesados en el que el negro Jack Johnson hizo de Jim Jeffries –al que el escritor Jack London apodó la «gran esperanza blanca»– un saco de boxeo de entrenamiento cuando todavía los afroamericanos eran linchados en el sur de EEUU y considerados como ciudadanos de segunda en el norte. La pelea de 1938 entre Joe Louis y Max Schmeling, presentado por los nazis como «el campeón de la raza suprema aria» o la de Emile Griffith –primer y único boxeador gay campeón del mundo– contra Benny Paret en 1962. Griffith se tomó su venganza ante todos los insultos homofóbicos y los intentos de Paret por ridiculizarlo. Le propinó una terrible paliza que lo dejó KO y murió tras diez días de coma. Muhammad Alí brilla también con luz propia en esta categoría.

Pero no cabe duda de que el combate entre Pacquiao y Mayweather, el más esperado de todos los posibles y considerado por muchos como una pelea que solo puede verse una vez en la vida, ha roto todos los registros en el negocio del espectáculo y el entretenimiento. No solo se trata de las proezas físicas, de la fama o de los récords deportivos, es también el evento más lucrativo jamás conocido en el mundo del deporte. Ni en la Fórmula 1, ni en la NBA, ni Messi ni Ronaldo pueden pretender acercarse a lo que ganarán ambos púgiles.

Sensacional atracción planetaria

Un acontecimiento de este tipo necesita construir una historia que vender, un guión de héroes contra villanos, de arrogancia contra humildad. Han sido necesarios siete años para ensamblar todas las piezas de ese guión y proyectar esta pelea más allá de la exquisita técnica y la impenetrable defensa de Mayweather frente al avasallador lanzamiento de golpes en el cuerpo a cuerpo de Pacquiao.

Así, Mayweather es un perfecto villano lleno de pompa y excentricidades, obsesionado en hacer público todo el dinero que tiene frente a un «hombre del pueblo» que es el héroe de su país, Filipinas. El primero es el deportista mejor pagado del mundo y está invicto; el segundo, por su parte, es humano desde su sorprendente derrota contra Juan Manuel Márquez en 2012. Mayweather fue condenado por violencia de género, muestra sus vídeos en su cuenta de Instagram rodeado de harenes de mujeres en bikini, con su iPhone bañado en oro de 24 quilates, contando en efectivo sus millones de dólares, haciendo ostentación de sus colecciones de coches y relojes de lujo. Pacquiao, por el contrario, es presentado como un evangelista ardiente, que más que por su bolsillo lucha por su pueblo en el que es parlamentario, cantante y actor.

Todo está preparado para el llamado «combate del siglo» –¡y faltan 85 años para que termine!– donde el vencedor, además del título mundial de los pesos welter, se hará con un cinturón elaborado con oro, plata y decorado con 307 esmeraldas fabricado por 20 artesanos mexicanos. Lo estrictamente deportivo será apenas un ingrediente más de una sensacional atracción planetaria con una escala de negocio estratosférica. Así las cosas, resulta difícil sostener que el boxeo es un deporte decadente en peligro de extinción.