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CRÍTICA «Asterix: Jainkoen egoitza»

Una sátira actualizadora de la colonización romana


El noveno largometraje de animación basado en los cómics de Goscinny y Uderzo incorpora el 3D, y de nuevo supera a las discutidas versiones en imagen real. Pero más allá de la superación o avance técnico, hay que elogiar el divertido guion satírico de “Astérix: Le domaine des dieux”, que ofrece una visión actualizadora de la colonización romana llena de paralelismos con la civilización moderna, lo que demuestra que en el fondo la humanidad no ha evolucionado tanto.

Del latin clásico toma el concepto de la “Domus Divina”, esa casa de los dioses en que se convirtieron los palacios de la Roma Imperial, como la Domus Augusta. El capítulo de Astérix lo que hace es trasladar a la irreductible aldea gala la idea del lujo palatino, en cuanto modo de vida exportable dentro de las ansias expansionistas del César. Éste piensa que si no ha podido vencerles en el campo de batalla, tal vez pueda seducirles con promociones inmobiliarias.

El prólogo es genial, ya con la maqueta del proyecto residencial, mostrándolo primero a una escala que lo hace parecer una verdadera ciudad, hasta que entran en plano los cabezones de los cónsules romanos que la observan con extrañeza. Para que nadie se piense que esto no es una película de “Astérix y Obélix” llegan entonces los títulos de crédito iniciales, hechos en su totalidad con imaginativas composiciones que juegan geométricamente con los escudos de los legionarios. Y de ahí a la caza del jabalí, escenificada esta vez de forma vertiginosa para regocijo de los amantes de la acción animada.

Ya metidos en situación el humor es el que instala en la sala de proyección la sensación de atemporalidad, como cuando se parodia la violencia por parte de los gladiadores en el circo a la manera de un show televisivo, y por lo tanto se evitan los anacronismos forzados que tanto suelen chirriar en otras fantasías animadas que pretenden viajar del pasado al presente.