21 AGO. 2015 MALA SANGRE El cine de Leos Carax no tiene fecha de caducidad conocida Mikel INSAUSTI Al ver la última y genial creación de Leos Carax “Holy Motors” (2012), la conexión con su protagónico Denis Lavant obligaba al cinéfilo con memoria a retrotraerse a “Mala sangre” (1986), porque el actor es el rostro del cineasta que hay detrás, así que sus arrugas son también las suyas. Era necesario recuperar el impulso vital registrado treinta años atrás por aquel joven llamado a convertirse en el alter ego de Leos Carax, reflejando su estilo pasional volcado en cinco únicos y excepcionales largometrajes. Por lo tanto, la reposición de su segunda realización estaba más que cantada. “Mala sangre” es de las pocas, contadas películas, que vista mucho tiempo después provoca una mayor emoción que la primera vez, y eso es mucho decir tratándose de un título sorprendente e innovador, que recibió en la Berlinale el premio Alfred Bauer, dedicado a impulsar nuevos e inexplorados caminos en el lenguaje cinematográfico. Pero aún así emociona de una manera diferente ahora mismo, al permitir comprobar lo visionario que fue este autor al descubrir un reparto joven destinado a perdurar, y que estaba formado por los hoy consagrados Denis Lavant, Juliette Binoche y Julie Delpie. Entonces es posible que Carax los viera como un trío godardiano, pero no cabe duda de que la perspectiva se ha ido ampliando en todos estos años. Y si la parte juvenil del reparto invocaba a Godard, la veterana rendía homenaje al maestro Jean-Pierre Melville, y a ese cine noir representado por Michel Piccoli y Serge Reggiani. Había mucho más de por medio, ya que también aparece el mítico dibujante Hugo Pratt con el impulso aventurero a cuestas. Porque “Mala sangre” es multigenérica, es drama romántico, es thriller nocturno, es ciencia-ficción en plena década del SIDA, y es también musical cuando Denis Lavant salta por las calles al ritmo de David Bowie en “Modern Love”.