17 SET. 2015 Entrevista MARKY RAMONE MÚSICO «Cuando firmas con una discográfica pasas a ser parte del establishment» Nacido en Brooklyn (New York) en 1952, Marc Bell empezó como baterista en formaciones como Dust o Richard Hell & the Voidoids antes de unirse a Ramones en 1978. Aunque problemas con el alcohol le alejaron del grupo en 1982, se reenganchó a la banda cinco años después. Acaba de publicar sus memorias: “Punk Rock Blitzkrieg: Mi vida en los Ramones”. Jaime IGLESIAS madrid Siendo el único superviviente de Ramones, Marky se siente obligado a mantener vivo el legado de la mítica banda, tanto en los conciertos que ofrece con su grupo Marky Ramone’s Blitzkrieg como en sus memorias que acaban de editarse en castellano en Libros Cúpula. En las distancias cortas, el baterista hace gala de la misma circunspección y sinceridad que muestra en su autobiografía al evocar la singularidad de unos años que, vistos en perspectiva, marcaron el punto álgido del rock. En «El hombre que mató a Liberty Valance» de John Ford hay una frase mítica: «Si tienes que elegir entre la realidad y la leyenda, escribe la leyenda». Con este libro ¿diría que ha alimentado la leyenda de Ramones o ha tratado de luchar contra ella? He buscado, sobre todo, ser honesto conmigo mismo y ofrecer una visión ajustada de mi propia experiencia vital. No me interesaba contribuir a fortalecer la leyenda de Ramones porque creo que, por suerte, hoy en día la banda goza de su justo reconocimiento, pero tampoco me tentaba la idea de airear miserias. Simplemente he tratado de poner en orden mis recuerdos de aquellos años atendiendo a mi particular punto de vista. Pero a la hora de escribir una autobiografía siempre existe el peligro de ser traicionado por la propia memoria, por los propios recuerdos. ¿Cómo se enfrentó a ese reto? Yo la verdad es que nunca he sentido ese riesgo. Aunque parezca sorprendente gozo de muy buena memoria y los años que pasé formando parte de Ramones, con ser un período muy intenso en mi vida, los tengo fijados a fuego en mi mente. Además, en aras de no dejarme llevar por un recuerdo idealizado de lo que fue aquella época, tengo una videoteca y hemeroteca muy bien surtidas a las que suelo acudir. Cuando se forma parte de una banda con ese aura mítica que siempre acompañó a Ramones, uno está expuesto a quedar devorado por su propio personaje. Al escribir el libro ¿sintió que entraban en conflicto su personalidad y la de su personaje? Es curioso pero creo que ese conflicto que mencionas jamás se dio en mí, quizá porque Marky Ramone es una prolongación de mí mismo, de Marc Bell, no un alter ego, por así decirlo. Antes de formar parte de la banda yo ya me sentía muy identificado con Ramones, ellos eran de Queens, yo de Brooklyn, pero todos llevábamos Nueva York en la sangre y también el sonido de la ciudad que en aquella época era un sonido hard rock: de inconformismo, de transgresión. ¿Qué condiciones diría que se dieron en aquellos años 70 para propiciar el surgimiento del fenómeno punk? Confluyeron varias cosas. Por un lado estaba toda la actitud contestataria que se dio con la guerra de Vietnam, por otra la decadencia de un modelo de desarrollo que había generado una euforia al calor de la cual se habían gestado fenómenos como el rock&roll. Eso era evidente, sobre todo, en ciudades como Nueva York muy degradadas, con grandes brechas sociales. El punk fue la respuesta de una generación frustrada ante un establishment que había absorbido también a muchos grandes nombres del rock. Aunque luego, por muy punk que seas, en cuanto firmas con una discográfica, tú también pasas a ser parte del establishment y a participar en esa dinámica capitalista. Contrariamente al tópico que define el punk como una simple cuestión de actitud, usted reivindica el valor musical del fenómeno. ¿Cree que toda la parafernalia que rodeó este movimiento ocultó la calidad de ciertos grupos? Bueno el punk fue sobre todo cuestión de actitud, del mismo modo que lo fue el rock en sus orígenes. De hecho, el punk fue una prolongación del rock que reflejaba una rabia, una necesidad de expresarte de un modo rotundo, sin alardes. Y eso fue lo que generó desconcierto social, no tanto lo llamativo de ciertas indumentarias, porque si nos fijamos en eso, también rockeros de primera hora como Elvis o Jerry Lee Lewis atendían muy mucho a su vestuario. A la hora de hacerte notar, la imagen cuenta tanto como tu propuesta musical. El tema está en saber llegar a la gente. Los Sex Pistols lo consiguieron con una estética que era una copia de la de Richard Hell, con quien toqué antes de formar parte de Ramones. Al final todos recibimos influencias de todos en base a una actitud compartida. Pero da la sensación de que el punk tuvo mejor acogida en Gran Bretaña que en EEUU. El problema es que EEUU es un país muy grande con unas diferencias sociales y culturales muy marcadas entre los distintos Estados que lo forman. En el medio oeste, por ejemplo, siempre tienden a mirar con desconfianza todo lo que venga de Nueva York. Además en las radios los DJ tampoco pinchaban punk, este se fue introduciendo poco a poco en los gustos de la gente. Frente a eso Gran Bretaña, que es un territorio mucho más pequeño, abrazó con entusiasmo nuestra música y proliferaron las bandas locales que recogieron la experiencia de lo que hacíamos en América. Eso explica que allí el fenómeno punk tuviera una repercusión más inmediata. Si hay algo de lo que se muestra orgulloso en sus memorias es de haber contribuido a fijar, desde la batería, ese sonido tan característico de la banda. Yo lo que reivindico, sobre todo, es la importancia de la batería a la hora de pulir un sonido que te defina como banda. Aún hoy, para mucha gente, la batería no pasa de ser un instrumento de acompañamiento, cuando se trata justamente de todo lo contrario. Antes de incorporarme al grupo, Tommy Ramone, el anterior baterista, ya fijó los tempos melódicos que definieron nuestro ritmo, yo me limité a perfeccionar la apuesta por un sonido que remitiera a la imagen de una locomotora desbocada, a la de un ataque relámpago. En el libro usted no oculta las tensiones que se daban entre los miembros del grupo, llegando a definir la confrontación entre Johnny y Joey como el choque entre un atleta y un poeta. ¿No fue difícil ejercer de puente entre dos figuras tan alejadas entre sí que incluso estuvieron quince años sin hablarse? Al principio puse todo de mi parte por limar asperezas, intenté llevar a las giras un poco de humor para relajar el ambiente y provocar un acercamiento entre ambos, pero no hubo manera, así que al final desistí porque no quería ni tomar partido por uno, ni verme salpicado en sus disputas. Desde fuera puede parecer una situación extraña que la banda no se disolviera con esa tensión latente entre nosotros, pero al fin y al cabo tampoco se trata de algo extraordinario. ¿Cuántas familias hay en las que algunos de sus miembros no se hablan entre sí y, sin embargo, llega el día de Navidad o los cumpleaños y quedan para celebrarlo? En nuestro caso lo que nos mantuvo unidos fue la pasión compartida por lo que hacíamos. La adrenalina que experimentas en el escenario tocando y la respuesta de los fans son razones suficientes para seguir al pie del cañón. Otra experiencia heavy debió ser la grabación de «End of the Century» al lado de Phil Spector. Para mí fue un lujo tener la posibilidad de trabajar con Phil porque al margen de su rigor profesional, su reputación como productor te colocaba en una posición muy buena para lograr una mayor repercusión como banda y llegar a un público masivo. Aquel disco marcó un punto de inflexión en nuestra carrera en la medida en que nos abrimos al pop, por así decirlo. Esas concesiones dieron lugar a algún encontronazo entre Phil y nosotros, pero de mucha menor intensidad de lo que se ha comentado. Finalmente fue nuestro álbum más exitoso, aunque su repercusión fue menor de la esperada, en parte debido a la poca implicación de las radios en el lanzamiento de los singles previstos. Hoy, sin embargo, es un disco de culto, lo cual está muy bien: nunca es tarde si la dicha es buena (risas). «Hoy todo se hace con ordenador y samplers, al rock le falta un toque humano» «End of the Century» incluía «Do You Remember Rock n’ Roll Radio?», un tema que, visto el devenir de la industria musical, tuvo algo de augurio. Aquella canción hablaba del fin de una época de esplendor para el rock y visto lo visto, efectivamente, tuvo algo de augurio. La música que domina hoy las listas de ventas carece de melodía, de composición, de interpretación: todo se hace con ordenador y samplers, al rock actual le falta un toque humano que lo defina y lo dote de singularidad. Cómo será la cosa que hasta la música disco que se hacía en los 70, y que aborrecí durante años, hoy en día me parece sumamente creativa (risas). Únase a este hecho el fenómeno de la piratería y se comprende que hoy en día muchos músicos se pregunten, ¿tiene sentido dedicarse a algo que, en el fondo, está al alcance de cualquiera y que es difícil que me vaya a permitir vivir con dignidad? Así está hoy en día la industria. En esta época donde domina el pop enlatado, ¿qué cree que queda de aquella energía que dominó la escena musical de los 70? Quedamos algunos supervivientes pero lo importante es estimular a las bandas más jóvenes a expresarse de acuerdo a sus propias inquietudes más allá de los imperativos industriales. Aunque la tendencia es justo la contraria: hoy en día se trata de homologar, no de dar voz a la singularidad. Eso nos conduce a un mundo terrible donde las grandes corporaciones tendrán la sartén por el mango sin posibilidad de réplica. Puestos a mantener vivo ese espíritu de transgresión, dentro de pocas fechas usted y su banda actuarán en Cuba. ¿Cómo encara ese concierto? Pues con mucha ilusión. Yo nunca he creído en el bloqueo y menos después de cincuenta años. ¡Ya está bien! Me encanta que esa situación anómala haya podido revertirse y que las relaciones entre ambos países se hayan normalizado. Además si hay algo que une a los pueblos es la música y en este sentido me apetece mucho regalarle mi música al pueblo cubano. Jaime IGLESIAS