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CRÍTICA «El gran día»

La esforzada superación personal en el Tercer Mundo


El éxito internacional del documental “Camino a la escuela” (2013) ha llevado a Pascal Blisson a hacer una especie de continuación, que ya no resulta tan espontánea o natural. El título precedente encontraba su justificación en la inocencia de la propuesta, pues relataba en paralelo las odiseas de cuatro escolares que se veían olbigados a hacer muchos kilómetros a diario por sus propios medios para poder recibir educación elemental, al vivir en países pobres con infraestructuras insuficientes. Hablaba, en consecuencia, de algo tan básico como el derecho fundamental al aprendizaje, y en ese sentido resultaba tan didácticamente ejemplar como necesario.

Pero “El gran día” es ya otra cosa, debido a que el tema central es el de la superación personal, con todo lo que de tendencioso tiene aplicar un discurso neoliberal a sociedades subdesarrolladas o en vías de desarrollo, que todavía están muy lejos del nivel de vida occidental. El cuarteto protagonista de turno está ya en edad universitaria, y por lo tanto a las dos chicas y a los dos chicos elegidos les toca decidir sobre su futuro. Para ello deberán superar una serie de condicionantes añadidas a las de cualquier joven de países más ricos o industrializados, con lo que su casuística acaba siendo si cabe más dada al culto al esfuerzo individual, fuera de cualquier proceso socializador o de indentidad comunitaria.

Nidhi en la India, Tom en Uganda, Deegii en Mongolia y Albert en Cuba han de salir adelante por sí mismos, sin ayudas de ningún tipo, con lo que tendrán que demostrar mucho más de lo necesario en condiciones normales. Estos hijos e hijas coraje han de conseguir el sueño que no pudieron alcanzar sus padres, aspirando respectivamente a ingeniera, guarda forestal, contorsionista profesional y boxeador. En mi opinión se les pide demasiado, en correlación directa a los riesgos que han de afrontar los inmigrantes ilegales que se la juegan a diario.