08 FEB. 2016 JO PUNTUA Cuervos, palomas y el sentido de la vida Anjel Ordóñez Periodista Si hacemos caso a la «Guía del autoestopista galáctico», de Douglas Adams, el número 42 contiene las claves necesarias para comprender en toda su extensión y profundidad el sentido de la vida. Aunque Adams no lo explica así, parece que el 42 conecta de forma significativa el mundo de los números primos con la física cuántica a través de la Hipótesis de Riemann, uno de los problemas abiertos más importantes en la matemática contemporánea. Dudo que ambas realidades tengan alguna relación. En 1948, el psicólogo conductista Burrhus Frederic Skinner realizó un experimento al que denominó «Superstición de la paloma», en el que participaron a la fuerza ocho colúmbidas hambrientas encerradas en una caja. Skinner proporcionaba a las aves comida a intervalos regulares, con independencia de la conducta de las protagonistas, a pesar de lo cuál éstas desarrollaron respuestas condicionadas totalmente aleatorias: una de ellas daba vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj, otra sacudía la cabeza, otra se pegaba a una esquina... Pensaban que con su gesto provocaba la aparición de la comida, porque la primera vez que lo ejecutaron asomó el alpiste. La superstición es un comportamiento connatural al ser humano. Desde tiempos inmemoriales, lechuzas y gatos negros presagian desastres, oir tañer las campanas libra a la mujer de los dolores del parto y oler ciclamen evita la caída del cabello. Para la Iglesia, todas son «creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón». Pero por mucho que se empeñen, superstición y religión son la misma cosa: aceptación de preceptos empíricamente falsos con la esperanza de que tal creencia proporcione satisfacciones espirituales a nuestros miedos ancestrales. Y si les digo la verdad, las supersticiones me parecen hasta cierto punto inofensivas –toco madera–, pero la Iglesia... Lo último, las inmatriculaciones, término legal que en realidad define la apropiación fraudulenta de catedrales, iglesias, ermitas y otros inmuebles por la cara. Las lechuzas no sé, pero los cuervos... Superstición y religión son la misma cosa: aceptación de preceptos empíricamente falsos con la esperanza de que tal creencia proporcione satisfacciones espirituales a nuestros miedos ancestrales