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CLÁSICA

Una «Traviata» de Verdi de andar por casa


Fue una “Traviata” de andar por casa porque casi todo en ella tenía un componente de la tierra: desde la protagonista, Ainhoa Garmendia, que es de Ordizia, a los comprimarios, la orquesta y el director de escena. Eso sí, uno puede andar por casa vestido con dignidad o con un pijama lleno de agujeros. Esta “Traviata” tuvo sus agujeros, pero tratándose de una ópera que gira completamente en torno al personaje de Violetta, que Garmendia defendió con gran profesionalidad, no parecieron tan graves las carencias de Matteo Mezzaro, de timbre hermoso pero técnica insegura, o del Georgio de Paolo Gavanelli, con una emisión tan defectuosa que por momentos parecía que iba a ahogarse. Tampoco brillaron los comprimarios en sus breves intervenciones, a excepción del buen Grenvil de Jagoba Fadrique; ni la dirección de actores, un poco errática; ni los decorados de cartón piedra. Pero todo fue digno y el foso sonó bastante bien.

Es una suerte que Garmendia, tras tantos años trabajando en teatros alemanes, haya vuelto a Euskal Herria para crear Opus Lírica, que tras sus vacilantes comienzos parece ir asentándose en la vida musical donostiarra. Desde que Arteta dejó de cantar Violetta no hay otra soprano en Euskal Herria capaz de defender el personaje verdiano con la calidad con que lo hace Garmendia. Le costó redondear el virtuoso primer acto, pero en el segundo afloró la buena intérprete que lleva dentro y en el desolador tercero emocionó plenamente.