GARA Euskal Herriko egunkaria
KOLABORAZIOA

Sindicalismo de Bruce Lee


Hace unos días, en “Kolaborazioa”, ocho personas, militantes de LAB, platicaban sobre la necesidad de un nuevo sindicalismo para la transformación social. De entrada, vaya con ellos mi complicidad en la iniciativa porque, efectivamente, los estilos dirigistas y anquilosados por viejas formas de funcionamiento organizativo no van a resultar útiles para afrontar los desafíos del neoliberalismo. El capitalismo no se articula siempre de la misma forma y, ahora, nos toca lidiar con la representación más rancia de lo teorizado por F. Hayek o M. Friedman. El neoliberalismo, para nuestra desgracia, se ha convertido en una forma de sociedad, en una forma de existencia. Es más que una doctrina ideológica o una política económica, es un proyecto de sociedad con seres humanos moldeados. Margaret Thatcher ya anticipó: «La economía neoliberal es el método, el objetivo es cambiar el alma».

Expuesta mi connivencia con los propósitos generales de los firmantes de la colaboración con GARA (desconozco si son los dinamizadores del proyecto), tengo que exteriorizar mi estupefacción por la cita filo-taoísta que encabeza el artículo: «… Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si la pones en una tetera se convierte en tetera. El agua puede fluir o puede golpear. Sé agua». Los autores de la reflexión sindical no han reparado (al menos eso espero) en que la narración solo fue una de las frases pronunciadas por Bruce Lee en su última entrevista televisiva antes de su muerte, el 9 de diciembre de 1971, en un programa de televisión canadiense. Despojados ya del misticismo, diré que, en mi condición de maisu de artes marciales orientales, no tengo nada personal en contra de Bruce, pero no me ha parecido nada serio sustentarse en lo que los compañeros llaman proverbio chino y no es tal. El taoísmo compara el wu wei, o «no acción», con la naturaleza pasiva y a la vez perseverante del agua de un río. A diferencia de los materiales sólidos, el agua no tiene voluntad, decían los primeros taoístas, pero ello le permite llenar cualquier recipiente y tomar cualquier forma, así como buscar el más mínimo resquicio para escurrirse. Visto así, queda muy esnobista y molón, pero no creo que la metamorfosis de LAB deba apoyarse en semejantes ideologías, máxime cuando éstas adoctrinan sobre principios de «acción decreciente» –o perseverancia no revolucionaria–, capaces de transformar el fondo de las cosas sin recurrir a revoluciones.

En respuesta a algunas de las interrogantes que se esbozan en la introversión, para no perderme en semánticas difusas, procuraré centrarme en aspectos muy concretos sobre el modelo organizativo y el estilo de dirección. Obra en mi poder la encuesta enviada a las bases de LAB por los facilitadores del proceso Birpentsatzen y he echado en falta una mirada dirigida al interior del sindicato. Cómo evitar la decisiva influencia de los aparatos en la toma de decisiones sectoriales en sindicatos que se postulan como no centralistas y asamblearios, sería una buena pregunta. Una sensible conexión con la realidad laboral exigiría que la mayoría de los cuadros que conforma la dirección hayan trabajado en empresas. Los responsables asalariados de las formaciones, frente a los militantes «no profesionales», tienden a ser menos críticos con la propia estructura. Los lazos entre los y las delegadas sindicales y los trabajadores no deben ser puntuales.

Otra interpelación podría referirse al tipo de unidad organizativa; si la sección sindical seguirá siendo el pilar básico. He intuido, de lo leído en los materiales, que existe una cierta confusión en el planteamiento de cómo agrupar a trabajadores asalariados, a desempleados, o a migrantes. Los experimentos entre colectivos que son de difícil cohabitación, porque tienen realidades disímiles, no los veo factibles. Desde hace tiempo, se dan contrasentidos curiosos: asalariados muy reivindicativos que ejercen también de patrones tacaños con compañeras trabajadoras del hogar.

Si los sindicatos deben conformar su propia ideología y liderar la estrategia socio-económica sin dependencias ni injerencias externas; o cómo conducirse cuando el empleador (administración pública) es un potencial aliado, también lo agregaría a las preguntas.

Finalmente, apunto algún que otro esbozo para la reflexión: El proceso de la globalización debilita la capacidad sindical para regular el trabajo y el empleo dentro de los entornos propios. Si no lo evitamos, cada vez nos pareceremos más a los países anglófonos, los más próximos a las economías de mercado liberales, que tienen sólo débiles legislaciones sobre empleo y derechos sindicales. Allí los sindicatos están fragmentados a lo largo de divisiones ocupacionales e industriales. Hay que poner mucho énfasis en el uso de las nuevas tecnologías y formas de comunicación. Los sindicatos no deben ser vistos como meras compañías de seguros. Sirva de colofón, cómo organizar a colectivos, cada vez más amplios que no tienen vínculo permanente con una empresa, o qué relación debe tener el sindicalismo con otras formas de organización social de los trabajadores fuera del lugar de trabajo.

Las cuestiones a debatir pueden ser inacabables y este espacio se queda pequeño. La práctica, no exenta de muchas contradicciones y encrucijadas, es la única guía fiable. ¡Suerte para Birpentsatzen!