02 ENE. 2018 ¿Qué hacer? Belén MARTÍNEZ Analista social Me preguntas si estoy de acuerdo con la instalación de “zonas seguras para mujeres” para prevenir las agresiones sexuales, y respondo como el Bartleby de Melville: «Preferiría no hacerlo». La segregación espacial en función del sexo contribuye a la fragilización de las mujeres, además de desviar la atención sobre el origen del problema. En Alemania se avivó la polémica encendida en Rotherham, al aludir al origen y estatus de los agresores, transformando automáticamente al inmigrante y refugiado en ser libidinoso, agresivo y fustigador. La diputada laborista Sarah Champion fue destituida por Jeremy Corbin por haber firmado una tribuna en “The Sun” que comenzaba así: «Gran Bretaña tiene un problema con los pakistaníes británicos que violan y explotan a chicas blancas. Ya está. Lo he dicho. ¿Esto me convierte en racista?». Y proseguía: «Llevamos mucho tiempo ignorando la raza de los violadores y, lo que es peor, intentando protegerlos. Se acabó. Son depredadores, y su denominador común es su herencia étnica». Corbin inscribe el artículo en una campaña que incita a la islamofobia y la estigmatización de comunidades enteras. En uno de los juicios, un acusado trató a su víctima de «white trash» (basura blanca). El abordaje de la violencia machista tiene también sus ángulos muertos.