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Entrevista

Una alternativa que carece del glamour del cava malo


El año pasado quitaron el cava. Prohibieron las botellas de vidrio en la plaza. Y este año han vetado las latas. Entiendo que los cortes provocados por las botellas rotas eran un problema, pero no entiendo que no se permita el acceso con latas de cerveza. ¿Qué nos queda?, ¿cómo combates el calor a la espera de que baje Celedón si no te puedes duchar con quienes tienes al lado? El Ayuntamiento de Gasteiz solo nos ha dejado tres alternativas: llevar botellas de gaseosa al chupinazo, como se hace en otros pueblos de Araba; echar mano de la sangría y acabar como un cristo, al más puro estilo sanferminero; o pasar por el aro y comprar la bota verde.

Es cierto que la bota no tiene la gracia del cava malo, que primero escocía en los ojos y después dejaba un olor que, yo al menos, relaciono directamente con las fiestas de La Blanca. Pero hay que ver el punto positivo. La bota es reutilizable y puedes meter lo que quieras dentro. Vale para abstemios y para alcohólicos. Para los niños que beben agua y para los mayores a los que no les importa meter un buen tinto de Rioja Alavesa en un saco de plástico, que, además, se puede utilizar como pistola de agua. De agua, o de cualquier sustancia líquida.

Dicho esto, hagamos un inciso para hablar de la alquimia con la experimentan muchas cuadrillas estos días. No es fácil convertir un licor oscuro en un liquido naranja, ni dar con la formula precisa para hacer un mejunje azul utilizando una base transparente de dudosa procedencia. Pero estos días las ganas de fiesta agudizan el ingenio y dan alas a aquellos que van para químicos o cocineros.

Hacia el residuo cero

Y si hay algo que debemos agradecer a la dichosa bota verde es la drástica reducción en la toneladas de residuos. Ya no se ven montones de botellas de cristal en las cuatro esquinas de la plaza, ni latas vacías tiradas por el suelo. Ahora la gente va pidiendo agua con la bota verde colgada del cuello. No hace falta tirarla, puede lavarla al llegar a casa y dejarla bien guardada hasta el año que viene. Aunque, al ritmo que avanzan las prohibiciones en esta ciudad, puede llegar el momento en el que no se pueda entrar en la plaza ni con recipientes de plástico. Los más veteranos recuerdan con añoranza el puro, los treintañeros nos acordamos del cava, y los acaban de alcanzar la mayoría de edad... esos solo piensan en pasarlo bien.