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CRÍTICA «El increíble finde menguante»

La cabaña en el bosque, una y otra vez


El cine de terror (y en especial, aquella catedral titulada “La cabaña en el bosque”, y concebida por Drew Goddard y Joss Whedon) nos enseñó que la promesa de diversión y desconexión de un fin de semana con los amigos, es en realidad una trampa. Seguramente mortal. Cuando además el break se produce en medio de la naturaleza (es decir, muy lejos de la civilización) el riesgo aumenta exponencialmente.

A este escenario, y por supuesto a esta amenaza se enfrenta la ya-no-tan-joven Alba, quien acude a la cita con una mochila muy pesada. Atrás, en el falso confort de la ciudad, deja un padre con una salud precaria, y una vida profesional altamente insatisfactoria. Por si todo esto fuera poco, el grupo de colegas con el que pasará los siguientes dos días arrastra igualmente una serie de problemas nada fáciles de resolver... Y por si todo esto no fuera suficiente, uno de los acompañantes es su novio, cuya cordial fachada esconde una relación sentimental que a lo mejor está también en un estado ruinoso.

Como una película de terror: todo parece normal, hasta que se desata la sangría. Aquí sucede más o menos lo mismo, pero con un suceso fantástico que pone patas arriba el mundo de Alba. A la pobre, «la crisis de los 30» le estalla en toda la cara... una, y otra, y otra vez. Para entendernos, cuando parece que el universo al completo vaya a implosionar, el contador temporal se pone a cero, y todo vuelve a empezar.

De nuevo, estamos en la casilla inicial; de nuevo, empieza un fin de semana que, para más inri, se irá haciendo más y más breve. El director y guionista navarro Jon Mikel Caballero consigue lo más difícil: que de todo este embrollo fluya, de forma muy natural, un fantastique cuyo espíritu lúdico proporciona primero un entretenimiento fresco y divertido, y después, una reflexión incisiva sobre las –terroríficas– repeticiones que rigen nuestra existencia.