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Entrevista
HANNOT MINTEGIA
VOZ, GUITARRA, LETRAS... DE MOXAL

«Me he guiado por mi intuición y por la idea de crear un disco coral»

Hannot Mintegia es un dinámico creador que aúna tanto el entusiasmo por la imagen como por la música, faceta en la que fue parte de Audience. Cuenta asimismo con notables colaboraciones al lado de Ainara LeGardon y Aitor Etxebarria. En la actualidad lidera el proyecto explorativo Moxal, iniciativa que deriva en el álbum «Zaldikatu», que presenta mañana en Kafe Antzokia de Bilbo (21.30).


«Me gusta definirme como un jornalero audiovisual. He trabajado en casi todas las diferentes áreas referentes a la realización de audiovisuales y espectáculos: documentales, videoclips, televisión, montaje, guion, composición de bandas sonoras, música... Puedo pasar horas delante del ordenador intentando crear una historia, pero me apasiona el trabajo de campo, el contacto con la gente y el de sus propias historias. Lo que me mueve es comunicar», comenta Hannot Mintegia (Gernika, 1978) ante una vida inquieta, sin constreñir, y de la que surge Moxal y el elepé “Zaldikatu”, editado solo en vinilo. Pieza dividida en ocho canciones que lejos de buscar la comodidad del pop y del rock incide en emociones creadas bajo atmósferas intensas, flexibles y poco convencionales.

“Gure telenobelie” es la puerta que abre “Zaldikatu”. Es un surco con guitarras limpias en bucle, voz relajada, percusiones, electrónica, voces… Forma una espiral de luz y tinieblas. Insinúa su frágil baile. En “Azalgorri” el ritmo tribal funciona como eje. Las voces parecen sorginak que acompañan en el trance.

“Atzokokaka” golpea y golpea, avanza entre la carne y el cobre. Fascina con sus contrastes, con la forma de su intimidad. Se escuchan voces translucidas tras el mazo. Suena un delicado piano. Surgen onomatopeyas, una tecla final, toc. Aunque el fin se titula “Bitxidxena”, que deja el corazón en hielo de rosas por su delicadeza.

Kraut y romanticismo. Ritmos repetitivos propios de la escuela minimalista y experimental. Fiesta y melancolía. Una guitarra eléctrica y otra buscando espacios. Loops, capas de voces con una propuesta original, ritmo y silencios que suenan.

Todo posible por la fusión de estos protagonistas citados alfabéticamente: Ager y Gaizka Insunza (Audience), Ainara LeGardon, Aitor Etxebarria (también El_Txef_A, de larga carrera internacional), Aiora Renteria (Zea Mays), Jatsu Argarate (Kokein), Maite Arroitajauregi (Mursego), Txufo Willson (Empty Files), Miren Narbaiza (Mice), Rafa Rodrigo (Ex–Willis Drummond) y Txufo Wilson (Empty Files). Todos bajo la voz y composición de Hannot Mintegia.

La producción es del propio Mintegia y el experimentado técnico, productor y músico Jose Lastra. El disco lo edita Forbidden Colours, sello comisionado por el músico Aitor Etxebarria, también de Gernika, y que en 2020 cumplirá cinco años.

Hannot Mintegia cuenta con una extensa carrera audiovisual, en la que se ha implicado de manera profesional.

Moxal y «Zaldikatu» se relacionan con los caballos. También estuvo en un proyecto llamado Zaldiak. Todo sugiere que existe una historia detrás.

El caballo es un animal que me encanta. Durante mi infancia y adolescencia ha habido caballos y han sido muy importantes para mí. Hasta entrada la adolescencia mi mayor ídolo era mi aitxitxe, quizá porque conducía un tractor, porque lo arreglaba todo, porque sabía construir lo que se le ocurriera desde cero, porque tenía muchos animales... El caso es que por todas estas circunstancias pasaba mi tiempo libre en el baserri Agarre de mis abuelos de Nabarniz. En cuanto al concepto de las canciones percibo su sonoridad como bastante bruta, que no acaba de definirse, que igual no se ven claramente los límites de las cosas...

¿Moxal es entonces una palabra que recupera de esa época?

Sí. Yo escuchaba en el baserri moxal y me parecía una palabara misteriosa porque no estaba claro su género, si era, además, un recién nacido u otra cosa. Hasta que supe su significado concreto.

¿Quiénes fueron sus inductores musicales?

Amigos y profesores, sobre todo en la época del instituto. Tuve un profesor de inglés, Fede, que nos grababa cintas de los Smiths, Pavement, Kinks... y un poco antes, entre amigos, Itoitz, Bad Religion, Nirvana, Mikel Laboa, REM... El primer cedé que me compré fue “Automatic for the people”, de REM. Pasada la adolescencia trabajé en un bar de Gernika, Irrintzi, que fue bastante más que una gran escuela musical.

Toca guitarra, trompeta, compone, es vocalista... ¿Cómo va llegando cada instrumento, las ideas?

La primera incursión con la guitarra la hice en la ikastola. Una profesora de música, Gurutze, se prestó a darnos clases a un compañero y a mí. Más tarde, con la ayuda de otra amiga de instituto, Arlette, y luego ya con el remate de Gaizka Insunza, conseguí dominar un poco el instrumento. Y casi de inmediato me puse a componer. Claro, tuve el mitiquísimo grupo sin nombre en el que ensayábamos en un gallinero y no sabíamos nada de nada. Por estos años, mis influencias se remitían a Manta Ray, Nirvana, Pixies, PJ Harvey, Come, Dut, Sal o Helmet. Posteriormente ya creaba mis primeras canciones con Gaizka, tanto en Audience como en Young Talent Show.

En la actualidad reside en Bilbo, pero su base musical se teje en Gernika. ¿Bajo qué contexto cultural?

En Gernika he vivido un ambiente musical riquísimo. Siempre ha habido locales donde se ha generado cultura. No hay más que mirar la historia de conciertos que se han organizado y organizan en el Trinkete, Iparragirre, Astra o dentro de Lekuek Festibala. Y por ambiente e historia añadiría como bares de referencia el Irrintzi y el Metropol, sin duda.

En los rockeros y rupturistas Audience estuvo quince años. ¿Qué les dijo al dejarlo?

Fue un proceso natural y progresivo. El grupo tenía un ritmo vital y yo otro, y así es como se vivió. El último proyecto que realicé con ellos fue la banda sonora del documental “Jai Alai Blues” (Berdeprodukzioak, 2016). Ya llevaba algún tiempo colaborando con el músico Aitor Etxebarria y los siguientes pasos fueron tocar en los distintos conciertos de la gira de presentación de su disco “Markak” (Forbidden Colours, 2017). Llegamos a actuar en el Sónar de ese mismo año. También tuve la suerte de participar en el último discazo de Ainara LeGardon.

Cabe suponer que, al margen de colaboraciones, Moxal debía estar ya en su cerebro.

Algunas de las canciones del disco las compuse hace dos y tres años, otras son muy recientes. El proceso de creación ha sido bastante artesanal y casi como si fuese escribir una especie de diario en el que escribía ideas y partes más concretas de posibles canciones. Un paso clave para dar forma a todo esto fue la implicación de Jose Lastra como productor y, además, poder disponer de unos días en los estudios Tío Pete para acabar de dar forma a las canciones y mezclarlas.

Al margen de escuchas y gustos personales, ¿qué es lo más directo que le ha podido influir y derivado hacia este «Zaldikatu»?

Creo que mi mayor influencia siempre han sido los grupos en los que me he implicado (Audience, Young Talent Show y Zaldiak) y los artistas con los que he colaborado: Ainara LeGardon y Aitor Etxebarria. En esta última etapa he aprendido mucho gracias a poder seguir de cerca los procesos creativos de Ainara, sobre todo en el último disco, y Aitor. Destacaría, entre muchas cosas, la manera tan personal que tienen de entender y desarrollar una canción, tanto por sonoridad como por las estructuras. Lo que yo aporto es mi personalidad y mi manera (bastante concreta) de enfocar lo que hago, ¡que tampoco voy sobrado de recursos!

Las voces cuentan con más responsabilidad y peso del que cabría dilucidar en una primera escucha. En realidad, parece un proceso complejo de ensamblar.

Todo ha sido gratificante, y las colaboraciones, una gozada. Me he guiado por mi intuición y por la idea previa de crear un disco coral. Repartí entre los colaboradores las canciones con unas mínimas indicaciones y lo que se me devolvió, superó cualquier expectativa. ¡Pero ahora mismo casi ni tengo claro cómo se montó todo el puzzle! ¡Je je je! Creo que una de las claves fue afrontar las canciones con la mayor amplitud posible y sabiendo que nada era imprescindible.

¿Cómo ha gestionado la elaboración de las letras y su sonoridad ante una ambientación en ocasiones abstracta?

Los textos y la manera de cantar es lo más intencionado o premeditado del disco, aunque luego la intuición tenga un papel muy importante. Me planteé que los textos, las palabras escogidas, y la manera de decirlo fuesen lo más natural y cercano posible. Vamos, cantar como yo hablaría (o como hablaría mi aitxitxe, por ejemplo). De las letras lo que más me interesa es la sonoridad, la estética fonética, un proceso bastante laborioso.

Moxal reivindica la imaginación y el riesgo. No estará, posiblemente, en el cuadro de unas fiestas, ¿le molesta?

El fin primordial ha sido dar salida a una inquietud, poner en marcha un proyecto para seguir aprendiendo, que surjan colaboraciones e intercambios y disfrutar.