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EDITORIALA

Sin distorsiones ni estridencias, hacer que las soluciones fluyan


Como ha ocurrido durante unos cuantos años con aquellas esperadas visitas a Euskal Herria del abogado sudafricano Brian Currin, escuchar al Foro Social Permanente arroja luz hoy sobre el estado exacto del proceso de resolución, con sus avances y sus bloqueos. Son personas y entidades facilitadoras, y que en consecuencia mantienen una interlocución muy amplia, lo que les convierte en fuentes muy bien informadas. Por eso, la entrevista hoy en estas páginas a Agus Hernán no solo tiene el interés original de explicar la reciente propuesta del Foro para soltar los nudos pendientes, sino que sirve para calibrar la situación actual y la posición de los diversos agentes en este asunto tan multipolar.

Esta clarificación queda aún más pertinente al final de una semana enmarañada por la filtración por parte del secretario general de Derechos Humanos de Lakua, Jonan Fernández, de una propuesta al Gobierno de Pedro Sánchez sobre los presos vascos. Su formulación no solo fue matizada un día después por una voz superior del propio Gobierno (el portavoz, Josu Erkoreka), sino que incluyó afirmaciones que distorsionan la realidad de los hechos. Por ejemplo, no cabe seguir argumentando que los presos deben estar en Euskal Herria para emprender la vía legal cuando la mayor parte de ellos ya la está encarando desde las cárceles más lejanas, topándose casi siempre con respuestas negativas pero sin cejar por ello en su empeño; no es que no lo hagan, sino que no les dejan hacerlo. Tampoco tiene sentido insinuar que con ello se incentivaría esa implicación, porque dar esta batalla fue decidido por EPPK en condiciones de dispersión y alejamiento que hacían muy difícil el debate, ya en 2016. Y, en general, no cabe situar esa eventual repatriación como una gracia política cuando es justo al contrario: lo político es el actual castigo.

Puestos a facilitar, queda claro que el Foro Social Permanente lo está haciendo mejor. Y puestos a contar la verdad, también.

La normalidad es la vía

Distorsiones interesadas y estridencias innecesarias al margen, la irrupción de Jonan Fernández (en nombre propio o de Lakua, Idoia Mendia dice no saberlo) demuestra que efectivamente es la hora de poner letra pequeña a la solución para este tema, que es lo que ha hecho el Foro Social de modo más constructivo y plural.

La realidad sigue siendo terrible en la ruleta rusa de cada fin de semana, de este mismo fin de semana en carreteras nevadas y heladas, y, sin embargo, se mire donde se mire se encuentra una condición creada para superarla. Las hay antiguas y nuevas, provocadas y casuales, maduradas lentamente y aparecidas de golpe, perdurables y transitorias; todas conforman el escenario para desarrollar situación desde la «normalidad».

Por citar solo algunas de ellas, lo normal es que estos casi 250 presos vascos tengan la misma respuesta legal que el resto cuando cumplen exactamente los mismos requisitos, lo que se traduce en liberar a los enfermos sin circulares específicas al respecto, desmontar trampas legislativas para alargar condenas incumpliendo directrices europeas o asignar a la persona presa automáticamente la cárcel más cercana cuando comunica en el registro dónde está su residencia familiar.

Lo normal es que el Gobierno español cumpla simplemente la voluntad de la mayoría del nuevo Congreso, en el que encarrilar la situación de los presos vascos tiene más síes que los que recibió el propio Pedro Sánchez en la investidura. Lo normal es cumplir el Estatuto de Gernika transfiriendo la competencia penitenciaria, que de hecho ejerce Catalunya con normalidad plena. Lo normal es dejar de manipular a asociaciones de víctimas para situarlas como coartada de la excepcionalidad.

Lo normal es dejar de echar pelotas a los tejados de tribunales europeos. Lo normal para Madrid es mantener la misma unidad de acción con París que tuvo para afrontar el conflicto armado, sin desmarcarse ahora que lo que toca es desactivar las consecuencias. Lo normal es atender a lo que una mayoría incuestionable de Euskal Herria lleva años diciendo, en las instituciones, en los espacios intersindicales o en las calles. Lo normal sería que una niña de tres años llamada Xua volviera hoy a casa con su madre y padre, sin retenerlos presos negándoles la libertad condicional que les corresponde. Y lo normal es que todo el mundo lo entendería.

Y si todo esto es lo normal, por cierto, también debería ser pronto; cuanto antes, mejor.