12 ABR. 2020 CUANDO TODO ESTO ACABE, ¿QUÉ NOS VAMOS A ENCONTRAR? «Cuando todo esto acabe» es la frase más repetida estos días. Hacemos planes e imaginamos destinos porque tenemos ganas de encerrar miedos y de desencerrarnos a nosotros mismos. Pero, ¿cómo será todo cuando esto acabe? Como hasta ahora, seguramente no. Iker BIZKARGUENAGA Algún día acabará la cuarentena. Todavía no acabamos de ver la luz, pero llegará. Y también remitirá la pandemia, no sabemos si con un hasta pronto, como la gripe estacional, o para siempre, como su hermana española, pero poco a poco saldremos a la calle. Lo que no sabemos es cómo será esa calle, cómo se habrá recompuesto este mundo hecho trizas. Lo que sí sabemos es que va a ser diferente. Lo fue después del 11S y lo ha sido después de una década de borrasca económica, cómo no va a serlo tras un evento que nos ha mantenido confinados durante semanas y que se ha llevado a tanta gente. Con ese escenario en mente, el diario Politico ha pulsado la opinión de treinta expertos en diversas materias para que expongan cómo va a ser ese día D y los que vengan por detrás. El espacio de reflexión es estadounidense, pero las ideas que se expresan ahí son fácilmente exportables en esta época de globalización y ante una crisis planetaria. Un menor contacto social Empezamos por nosotros mismos. ¿Cómo nos va a cambiar esto? Es posible que nos volvamos más retraídos, remisos a la interacción social. Así lo cree Deborah Tannen, profesora de lingüística en Georgetown, que observa una «pérdida de la inocencia». «Ahora sabemos que tocar cosas, estar con otras personas y respirar el aire en un espacio cerrado puede ser arriesgado» señala, para valorar que «la rapidez con que esa percepción retroceda será diferente para cada persona, pero nunca podrá desaparecer por completo para cualquiera que haya vivido este año». Tocarnos las manos y las caras generará aprensión y puede que muchas personas se sientan más cómodas solas que en compañía. Sí al menos de desconocidos. Curiosamente, puede que ese recogimiento llegue acompañado de un menor individualismo y un mayor sentido comunitario. El profesor de Sociología de la Universidad de Nueva York Eric Klinenberg cree que esta pandemia «marca el final de nuestro romance con la sociedad de mercado y el hiperindividualismo». «Vemos que los modelos de organización social basados en el mercado fracasan catastróficamente, ya que el comportamiento egoísta hace que esta crisis sea mucho más peligrosa», afirma en su artículo, donde sostiene que «cuando esto termine reorientaremos nuestra política y haremos inversiones sustanciales en bienes públicos». «La pandemia causará un inmenso dolor y sufrimiento, pero nos obligará a reconsiderar quiénes somos y lo que valoramos, y podría ayudarnos a descubrir la mejor versión de nosotros mismos», concluye. Este cambio interior podría afectar también al modo en que nos organizamos socialmente y, en concreto, a que lo público empiece a prevalecer frente a la preponderancia de lo privado que ha caracterizado las últimas décadas. En todos los ámbitos, y en concreto en el sanitario. Steph Sterling, del Instituto Roosevelt, señala que «el coronavirus ha puesto al descubierto las fallas de nuestro sistema costoso, ineficiente y basado en el mercado para desarrollar, investigar y fabricar medicamentos y vacunas». «Las empresas farmacéuticas privadas no priorizan una vacuna u otras contramedidas para una emergencia de salud pública hasta que se asegure su rentabilidad, y eso es demasiado tarde», apunta, para concluir que esta experiencia nos va a llevar «a un consenso respecto a que el sector público debe asumir una responsabilidad mucho más activa y directa para el desarrollo y fabricación de medicamentos». Reivindicación de la ciencia Pero no solo en el espacio de la salud. Lilliana Mason, profesora en la Universidad de Maryland, dice, mirando a su país, que «la era de Reagan ha terminado». «Este evento es una evidencia global de que un gobierno en funcionamiento es crucial para una sociedad saludable», afirma, apostillando que eso va a quedar en evidencia tras esta crisis. Lo público puede verse prestigiado, y también el conocimiento. “La ciencia reina de nuevo”, titula su aportación Sonja Trauss, directora ejecutiva de YIMBY Law, quien recuerda que «la verdad y su emisario más popular, la ciencia», han ido disminuyendo su aceptación social en favor de la «veracidad», hasta el punto de que se han puesto en tela de juicio hechos irrefutables y han pasado por razonables auténticas barbaridades. Señala por ejemplo que «la industria del petróleo y el gas ha estado librando una guerra de décadas contra la verdad y la ciencia, siguiendo el mismo esfuerzo realizado por la industria del tabaco», pero opina que con el Covid-19 hay un cambio sustancial, ya que «a diferencia del consumo de tabaco o el cambio climático, los escépticos de la ciencia pueden ver los impactos del coronavirus de inmediato». «Al menos durante los próximos 35 años –considera– podemos esperar que el respeto público por la experiencia en salud pública y epidemias se restablezca». En parecidos términos se expresa Tom Nichols, profesor en la Escuela Naval de EEUU, que tras lamentar que sus convecinos y convecinas hayan llevado a la presidencia «a una estrella de los reality shows –en referencia a Donald Trump– como un ataque populista contra la burocracia y la experiencia», valora que esta crisis «ha obligado a las personas a aceptar que la experiencia es importante». «Ha sido fácil –dice– burlarse de los expertos hasta que ha llegado una pandemia. Ahora todo el mundo quiere recibir información de los profesionales médicos». De igual modo que la ciencia, parece que también la tecnología va a sufrir una sacudida positiva, sobre todo las herramientas de comunicación y trabajo online, cuyo uso se ha disparado a raíz de una cuarentena que afecta a tantos millones de personas. Katherine Mangu-Ward, editora de la revista Reason, considera que la crisis del Covid-19 va a traer una eliminación de algunas barreras existentes en este ámbito, también sociológicas. «No todo puede volverse virtual», admite, pero augura que «en muchas áreas de nuestras vidas» la adopción de herramientas online va a sufrir un auge vertiginoso. «Muchas personas están aprendiendo que la diferencia entre tener que viajar durante una hora para ir al trabajo o trabajar eficientemente desde casa siempre ha sido la posibilidad de descargar una o dos aplicaciones más el permiso de su jefe» apunta, para augurar que ahora «será más difícil y costoso negarles a los empleados esas opciones». Brecha social y nuevas protestas Por supuesto, en el extenso trabajo también hay quien advierte de las consecuencias negativas en el ámbito socioeconómico. Theda Skocpol, profesora de Sociología en Harvard, destaca que si bien «las discusiones sobre la desigualdad en EEUU a menudo se centran en la brecha creciente entre el 99% inferior y el 1% superior, la otra brecha que ha crecido es entre la quinta parte superior y el resto», una zanja que, avisa, «se verá agravada por esta crisis». «El 20% más rico ha obtenido mayores ganancias que los que están debajo en la jerarquía de ingresos en las últimas décadas» explica, detallando que ese segmento se compone en gran medida «de parejas casadas y altamente educadas», con buenos salarios, que viven en hogares con buena conexión a internet, que acomodarán al ejercicio del teletrabajo, y donde los niños tienen sus propias habitaciones. Y opina que en esta crisis buena parte de ellos mantendrá su nivel ingresos, oponiendo esta situación a la de quienes carecen de ese colchón. «Algunos estarán bien –dice sobre estos–, pero muchos lucharán con la pérdida de empleo y las cargas familiares», adelanta, advirtiendo de que, entre otras consecuencias, «en muchos casos sus hijos no obtendrán educación en el hogar, porque los padres no podrán enseñarles o porque sus hogares podrían no tener acceso a internet de alta velocidad, que permite la instrucción remota». Lo que redundará en su educación y perpetuará la desigualdad. Porque, es evidente, el modo en que cada familia y cada persona está pasando este difícil trago depende de su situación socioeconómica. Y sin duda, la forma en que salgamos de este embrollo tendrá consecuencias. Al respecto, Cathy O’Neil, fundadora de la empresa de auditoría algorítmica ORCAA, sostiene que «es probable que las secuelas del coronavirus incluyan un nuevo levantamiento político: Occupy Wall Street 2.0, pero esta vez mucho más masivo y más enojado». «Cuando termine la emergencia sanitaria veremos en qué medida las comunidades ricas, bien conectadas y con buenos recursos, habrán sido atendidas, mientras que las comunidades pobres y estigmatizadas habrán sido destruidas», expone. «Este desajuste –augura– probablemente tendrá consecuencias drásticas». Está por ver si ocurre algo así, y hay que insistir que es una reflexión que parte de la realidad estadounidense, pero sirve como aviso a navegantes. Aunque, por supuesto, de momento todo son hipótesis y elucubraciones; nadie sabe cómo vamos a salir y qué nos vamos a topar. Lo único importante es que al abrir la puerta volvamos a encontrarnos todos y todas. REALIDAD VIRTUAL«La realidad virtual nos permite tener las experiencias que queremos, incluso si tenemos que estar aislados, en cuarentena o solos», señala Elizabeth Bradley, presidenta de Vassar College, quien opina que esta pandemia va a disparar la clientela de este tipo de aplicaciones. A LOS PARQUESAlexandra Lange, crítica de arquitectura en la revista Curbed, augura un mayor protagonismo de los parques urbanos como lugar de esparcimiento, pues «son lo suficientemente grandes como para acomodar a las multitudes y mantener el distanciamiento social». NECESIDAD DE EVADIRSELa profesora de la Universidad de Pensilvania Mary Frances Berry explica que tras la gripe española y la Guerra Mundial, en los años 20, mucha gente buscó «entretenimiento sin preocupaciones» y fórmulas de evasión. Esto dio cauce a nuevos modelos de consumo, algo que podría repetirse.