21 MAY. 2020 Entrevista SANTI CARRILLO DIRECTOR DE «ROCKDELUX» «Las revistas musicales, como se han conocido, están en vías de extinción» Parece haber unanimidad en que la publicación barcelonesa «Rockdelux» era una de las mejores revistas melómanas al sur del Pirineo. Pero tras 35 años y medio en los quioscos había acumulado dificultades económicas, agravadas ahora por la crisis del coronavirus, y se ha visto forzada a echar la persiana, a pesar de un plan B, que las actuales circunstancias han impedido. Su director nos lo explica. 0521_kul_RDL Iñaki ZARATIEGI La publicación “Rockdelux” nació en la estela de “Vibraciones” y “Rock Espezial”, abriéndose hueco en el panorama de las revistas musiqueras que tuvieron por pioneras a “Discóbolo”, “Fans”, “Fonorama”, “Discoexpress”, “Ajoblanco” o “Star”. Acompañó en el quiosco a “Disco Actualidad”, “Popular 1”, “Ruta 66”, “El Gran Musical”, “Mondosonoro”, “Rolling Stone”, “Efe Eme”, “Heavy Rock”... Ha convivido con las más recientes “RockZone”, “Serie B”, “HipHopLife”, “La Heavy”, “This Is Rock”… Y con publicaciones catalanas como “Enderock” y vascas: “Muskaria”, “El Tubo”, “Sintonía” o “Entzun!”. Cambió el tic rockista de su genética para situarse en el pop cool. Algo así como un cruce entre el británico “New Musical Express” y el galo “Les Inrockuptibles”. Con rigor e independencia, vivió avatares estilísticos como la electrónica, hip-hop, nuevo flamenco, indie… Fue escuela de periodismo musical para muchos colaboradores de la prensa generalista. Elaboró ediciones especiales (“Factory”, “Dancelux”) y amplios balances con lo más destacado de cada año, a la par que editaba una colección de CDs que se repartía con la revista. Hasta existió de modo fugaz el grupo Rockdelux Experience, coordinado por el músico Refree, que actuó en Barcelona y Madrid. En la última época colaboró con los festivales barceloneses BAM y Primavera Sound. Había diseñado un plan de cambio, pero el momento socioeconómico les ha obligado a un cierre ordenado y con un especial número 394 dedicado al confinamiento, con recomendaciones de 55 colaboradores, que se ha agotado. Su director Santi Carrillo Vallverdú, que nació en Barcelona un 21 de junio de 1963 («el Día de la Música y cuando empieza el verano») realiza balance. Citan a Neil Young para afirmar que «es mejor quemarse que apagarse lentamente». Íbamos ya muy justitos, quizás teníamos que haber cerrado antes. La pandemia del virus nos ha rematado. Podíamos habernos ido difuminando en un proceso cada vez más decadente y ha sido mejor seguir ese slogan que Kurt Cobain usó al suicidarse. Pero no ha sido un suicidio: cada vez hay menos quioscos donde comprar una revista, habían bajado las ventas, dependíamos demasiado de la publicidad y con esta crisis de ahora mejor cerrar. Otra citas rockera: «Everbody loves you when you’re dead» (Stranglers). Se ha agotado el último número y le entrevistan hasta de Chile. Sí, está siendo un reconocimiento general muy emotivo que nos sirve de orgullo y satisfacción tras haber mantenido una línea muy clara de independencia y pluralismo. El cierre es noticia (mala), pero también es noticiable que una publicación tan especializada, e independiente de grandes grupos editoriales, haya resistido treinta y cinco años y pico. Ha sido una proeza, casi un milagro, mantener una iniciativa que no era precisamente comercial en un país como este que no es por ejemplo Francia, donde este tipo de trabajo está más considerado y respetado. Dicen que les ha ido minando la crisis generalizada de la prensa. ¿Hubo momentos de felicidad? Estuvimos arriba hacia el final de los noventa y comienzo de siglo. Con la crisis económica empezamos a bajar y nos mantuvimos con ERES o recortes de sueldos y a colaboradores. Ahora tirábamos casi 30.000 ejemplares y con lo que se pierde por ahí en distribución vendíamos más de 20.000, cifra que subía en los especiales con resúmenes de década, etc. La tormenta perfecta ha sido la pandemia en época de publicidad prefestivales de verano y cuando diseñaban un cambio. Exacto. El proyecto estaba acordado con una gran empresa. Respetaba la línea dando prioridad a la música en un 70%, pero abriéndose al elemento cultural a gran escala: TV, Cine, Literatura, entrevistas largas… Buscando también la complicidad del público joven con más contenido lifestyle, más tendencia y moda. Con un grafismo más visual y un formato de 200 páginas con lomo. ¿Y la web? ¿Con contenidos abiertos o un muro de pago con cuota? Teníamos una nueva, muy preparada y bonita, en relación al nuevo concepto de revista. Ahora está aparcada. El objetivo era que fuese de pago porque hemos repetido que no estamos de acuerdo en trabajar gratis y, obviamente, no íbamos a ofrecer contenidos sin recibir nada a cambio aparte de la publicidad, que se paga mucho menos que en las ediciones en papel. La gente debe mentalizarse de que no puede leer gratis algo que cuesta elaborar y producir. Hay que pagar por los contenidos de una publicación. ¿El periodismo musical virtual, gratis, ha degradado aún más falta de profesionalidad y rigor informativos? Desde luego. Las webs son en general horriblemente cutres. Se escriben barbaridades, se copia, los mismos párrafos en todos los sitios… Así es el periodismo musical amateur y gratis. «RDL» fue abriendo temática (Cine, libros, cómic, series…). ¿Eso amplió el número de lectores-compradores? No. Teníamos el hándicap general de que cada vez hay menos quioscos rebosantes de periódicos y revistas que eran un punto referencial para vender una publicación. Se han ido debilitando, convirtiendo casi en testimonial. Y además, el público joven está acostumbrado a leer gratis en internet y no paga para leer en papel; se ha alejado de eso. La cantante euskaldun Mursego citaba a «RDL», junto a otros medios, en «Eusnob». Y Calamaro ironizaba diciendo que la revista se inventaba los grupos. ¿Eran demasiado enterados? ¿Fue una barrera sociocultural que redujo audiencia? No digo que no lo fuéramos, pero hemos sido así siempre. Si hemos aguantado tanto tiempo no íbamos a cambiar ahora. No es que seamos raritos, hemos intentado buscar y ofrecer lo que considerábamos música más interesante. No estamos en contra de lo comercial (hemos sacado a Michael Jackson, Madonna, Prince, Springsteen…), pero la música más interesante suele estar en el underground y ese era nuestro contenido fundamental. Sacar a Rosalía en portada, en verano de 2018, ¿mostraba que viraba la exigencia ideológica en lo musical? No, no. La gente le puede tener manía, pero es una artista incontestable. Ya era buena en el primer disco de flamenco que hizo con Refree. Ahí nos adelantamos al fenómeno del segundo disco cuando fue compaginando su base flamenca con tendencias como el hip-hop, rap, latino… con una perspectiva contemporánea muy personal. Y ha tenido un éxito universal. Se asomaron al universo reguetón con J Balvin en portada en diciembre de ese mismo año. Fue el número que menos vendió en la historia de la publicación... No conectamos con el público al que iba dirigido y molestó al nuestro más roquero, que en general es muy prejuicioso. El reguetón es una continuación de la música latina de siempre. Apostamos por él porque pensamos que era un producto muy contemporáneo, muy significativo de cómo vive ahora la música la juventud de muchos países del mundo, especialmente América, e intentamos explicarlo. Fue el fracaso mayor en ventas, sí. ¿Evidenció una encrucijada estilística y generacional de «RDL»? Evidenció que el público al que iba dirigido no quiso enterarse o pasó olímpicamente. Y a nuestro público habitual le molestó y enfadó. Lo que ocurre es que ese tipo de generación no lee en general. Lee poco y si lo hace es en internet o el teléfono, en pantalla. Esa ha sido una dificultad añadida. ¿No vendieron tampoco más cuando, dos meses después, se dio espacio al trap, con Yung Beef fumándose un porro en portada? Un abanderado de su generación. Vendimos un poco más porque en ese número tocaba CD con “los momentos del año”. Pero tampoco se notó mucho. Las dos últimas portadas han sido para el mundo flamenco (María José Llergo, Soleá Morente). Un final nada representativo del 99% de la historia de la revista. ¿Fue casual o un último giro? No, nada de giros, fue una enorme casualidad porque entonces no sabíamos aún nada de la pandemia y de que íbamos a tener que cerrar. MJ Llergo ha hecho un disco muy de rumba antigua, pero muy pop al mismo tiempo y con muchos hits potenciales. Llamará mucho la atención en los próximos años. ¿Vivió «RDL» en una burbuja ideológica que se fue abriendo en tiempos del 15M con un reflejo en editoriales o «Manifestos» de tendencia progresista? Siempre fuimos de izquierdas, ¿no se notaba? Creo que se veía en la forma en que lo hacíamos. Estuvimos con el 15M y la sección “Manifesto” ha estado durante muchos años dando opinión crítica, por supuesto de izquierda. ¿Cómo ha sido la relación con el rock euskaldun? Siempre hemos hablado de grupos vascos. Habíamos seguido a Kortatu y Negu Gorriak, que fue uno de nuestros grupos favoritos, dos veces disco del año a nivel estatal. Hemos sacado mucho a Fermin Muguruza, Anari, Lisabö, Ruper Ordorika, Jabier Muguruza… O a Mikel Laboa, al que idolatramos. ¿Y con el cantado en catalán? No hablamos de los grupos del horrible rock subvencionado que hubo en su momento. Pero cuando hubo un cambio a principios de este siglo con la retahíla de grupos mucho más modernos e interesantes hemos hablado de ellos sin complejo. Como del nuevo flamenco de Pata Negra y Nuevos Medios o más recientemente de grupos gallegos. Siempre hemos sido abiertos. Se nos acusa de ser una revista indie, pero no saben de la misa la mitad. Hemos dado lo indie, pero muchas otras cosas más: de Rubén Blades a Public Enemy, electrónica, hardcore… Ahí están los monográficos “Dancedelux” sobre el mundo tecno. ¿Las revistas musicales físicas van a desaparecer? «Popular 1» o «Ruta 66» siguen en los quioscos. Revistas como “Ruta” siguen saliendo y les deseo lo mejor, pero si esto no cambia mucho caerá alguna más. Dependerá de la estructura que tengan. Nosotros éramos ocho personas en redacción y pagábamos a los colaboradores. Si la hace una persona en su casa, sin pagar prácticamente a nadie, es evidente que puede seguir. Pero no era nuestro modelo, claro. Seamos sinceros: las revistas musicales, como las hemos conocido, están en vías de extinción. Pero como los propios periódicos en papel. El futuro es digital, siempre que la gente pague por los contenidos. De lo contrario, también esas redacciones se van a ir debilitando poco a poco. La gente debe mentalizarse de que no se puede leer gratis algo que cuesta elaborar y producir.Las webs son en general cutres. Se escriben barbaridades, se copia, los mismos párrafos en todos los sitios… Así es el periodismo musical amateur y gratis. Cada vez hay menos quioscos donde comprar una revista, habían bajado las ventas, dependíamos demasiado de la publicidad y con esta crisis mejor cerrar.