08 NOV. 2020 Entrevista AINGERU MAYOR SEXÓLOGO Y MIEMBRO DE NAIZEN «El objetivo de la lucha diaria de los menores transexuales es claro: ‘Vedme’» “Tránsitos. Comprender la transexualidad infantil y juvenil a través de los relatos de madres y padres” es el último libro de Aingeru Mayor, sexólogo, padre de dos niñas –una con vulva y la otra con pene– y activista incansable a favor de la visibilización y normalización de la transexualidad. La publicación recoge 25 historias reales de niños y jóvenes, 25 retazos de vida que vislumbran una realidad. Amagoia MUJIKA DONOSTIA Naizen es la Asociación de Familias de Menores Transexuales, antes llamada Chrysallis Euskal Herria. Mayor, sexólogo de formación, es uno de los creadores e impulsores de la asociación. Conoce de primera mano la angustia, incertidumbre y preocupación que viven estas familias ante una realidad bastante desconocida: niñas, niños y jóvenes cuya identidad sexual no se corresponde con aquella que se les supuso al nacer. Niñas con pene y niños con vulva que gritan al mundo que quieren ser vistas, que luchan por poder ser quienes verdaderamente son. En Naizen acogen familias que acumulan muchas preguntas y miedos diversos. Pero son conscientes de lo reparador que resulta conocer las vivencias de otras familias y comprobar que hay luz al final del túnel, que a sus hijas e hijos les esperan la tranquilidad y la felicidad a la vuelta de la esquina. Hace cinco años un grupo de familias crearon Chrysallis Euskal Herria, que ahora es Naizen. Desde entonces, se han dado pasos de gigante. ¿Qué ha pasado en estos cinco años para que la sociedad cambie su forma de ver y entender la transexualidad? Cuando se creó la asociación, las familias por fin tenían a dónde acudir para pedir ayuda. Al mismo tiempo, en los medios se le ofreció al tema cada vez más espacio. De alguna manera, diría que se convirtió en un tema de moda. Para mí una de las claves ha sido que son menores, menores en situación de transexualidad. Las personas transexuales adultas han sido históricamente excluidas y siguen en la misma situación. Pero como hablamos de niñas y niños, la sociedad abraza a esos menores, los protege. La transexualidad infantil ha facilitado la deconstrucción del imaginario que hasta ahora estaba en la mente de mucha gente. De alguna manera, la sociedad no acepta ver sufrir a estos menores. En Naizen hemos abordado principalmente dos caminos. Por un lado, poner el conocimiento al alcance de todos y, por otro, el mensaje del amor. Creo que la sociedad ha recibido bien tanto la información como el mensaje de cariño. Cuantas más familias aparecen y se hacen ver, más amplio llega el mensaje. Es la pescadilla que se muerde la cola. En su libro «Tránsitos» queda claro que la realidad de la transexualidad la viven familias heterogéneas: de diversos colores sociales, económicos, políticos, religiosos... Esto es así y para la asociación ha sido un bonito regalo, porque nos ha obligado a aceptar realmente toda la pluralidad. Nos hemos juntado diferentes tendencias ideológicas, trabajadores de profesiones muy diferentes, situaciones sociolingüísticas diversas... para trabajar por el bienestar de nuestros menores. Ha sido la primera vez en mi vida que he conocido a gente de tan distinto pensamiento, porque en Euskal Herria las cosas se polarizan mucho en general. Pero en la asociación las ideologías políticas, las situaciones sociolingüísticas... se ponen en segundo plano a favor de nuestro objetivo. Los menores están sufriendo y eso es extremadamente duro. En la asociación estamos trabajando familias muy diferentes por la felicidad de niñas y niños. Habla de sufrimiento. Es muy significativo el relato de un padre recogido en su libro: «Yo soy un hombre muy básico, de motos y tías. No sabes lo duro que ha sido aceptar para mí que no tenía un hijo. Pero he hablado con personas transexuales adultas y les he preguntado dos cosas: desde cuándo lo saben y cómo ha sido su infancia. Todos me han dicho que siempre lo han sabido y que su infancia ha sido una mierda. Y yo no quiero eso para mi hija». Esa es la clave, nadie quiere que sus niñas y niños sufran. Me viene a la memoria la frase que una vez escuché a Ares Piñeiro. Piñeiro es un hombre transexual, miembro de la asociación Errespetuz. A su juicio, «hasta ahora éramos personas que luchábamos por nuestros derechos. Ahora son los padres de los menores los que luchan por la felicidad de sus niñas y niños y eso es imparable». Los padres que estamos en la asociación no estamos por nuestros derechos, la fuerza que nos empuja es la lucha por los derechos de nuestros menores. Hay familias que hacen el tránsito y se alejan de la asociación, y familias que siguen participando activamente. Muchas familias tenemos claro que tenemos que seguir cambiando la sociedad, que hemos conseguido que nuestros menores pasen de estar mal a estar bien, pero que hay muchas cosas que cambiar. No es solidaridad. Es la necesidad de cambiar el mundo. Sí, y es paradójico. El objetivo de estas familias no es en absoluto cambiar el mundo, sino que sus niñas y niños sean felices. Pero al dar estos pasos queda patente la necesidad de cambiar la sociedad, ya que al sacar a estos menores de casa, las amiguitas y los amiguitos, el vecindario, el profesorado, la familia... tienen que entender esa realidad, porque si no vendrá la exclusión y el sufrimiento. Nuestro primer objetivo, por tanto, no es cambiar el mundo, pero es verdad que en cinco o siete años hemos conseguido lo que muchos otros activismos sociales no han conseguido durante décadas. En el activismo social el objetivo a menudo es utópico y los que luchan muchas veces no ven los resultados. Pero los avances que se han dado en el tema de la transexualidad son enormes. No solo se ha conseguido visibilidad, hemos llegado más allá. Hace diez años la transexualidad infantil era invisible, pero también impensable. Hemos conseguido hacerla visible y concebible. En «Tránsitos» ha recopilado relatos en primera persona de las vivencias de 25 familias. Y de esos relatos ha sacado datos y conclusiones. Cuando familias en la oscuridad, con miedo y pérdidas se acercan a la asociación y reciben conocimiento teórico, lo que más valor e influencia tiene es recoger los testimonios de otras familias en la misma situación. Las familias llegan a la asociación en mal estado, asustadas y con mucha angustia, porque no saben qué hacer. Sobre todo, tienen miedo al futuro porque lo prevén muy oscuro. Cuando ven que otras familias están tranquilas y contentas, los menores jugando y sonriendo, eso tiene una fuerza increíble. Por eso muchas veces, cuando las familias vienen por primera vez a la asociación, las ponemos en contacto con otras familias, porque es de gran ayuda. Ese ha sido el principal motivo para la elaboración del libro, recoger testimonios útiles para familias en la misma situación. Pero estos testimonios no solo son útiles para las familias que están al inicio del proceso. El segundo objetivo es llegar a profesionales, educadores y sociedad en general. Por ejemplo, puede ser muy útil para una pediatra, si alguna vez encuentra un caso así, para poder identificarlo rápidamente. De los relatos del libro se desprende que el desconocimiento entre los profesionales es preocupante: pediatras, profesorado, psicólogos... Hasta ahora nadie sabía nada sobre la transexualidad infantil y juvenil. El desconocimiento no está solo entre los profesionales, sino en el conjunto de la sociedad. Por ello, uno de los objetivos más importantes del libro es ofrecer conocimiento e información a los profesionales, de dos maneras: a través de los testimonios y del análisis que aparece en la segunda parte del libro. Pero es importante que los profesionales lean los testimonios porque les ayudarán a entender muchas cosas cuando estén ante un menor en situación de transexualidad. Lo que necesitamos es que no solo las familias y los profesionales conozcan la realidad de nuestros menores, sino toda la sociedad. Se habla mucho de roles y de imposiciones de género. Los niños y niñas en situación de transexualidad asumen a menudo los roles y estereotipos más extremos, sobre todo al inicio del proceso. En el caso de estos menores, su identidad sexual no se ve, no se acepta y se niega. Cuando dicen de palabra lo que son, se les niega. Por eso toman los estereotipos que hay alrededor, los más extremos, para que nadie dude de lo que son. Utilizan estos estereotipos como herramienta para gritar al mundo lo que son. La cuestión es muy potente, porque en muchos casos, cuando se reconoce la identidad de estos menores, dejan al lado esos estereotipos, se relajan. Eso da que pensar, porque esos menores cada día, cada minuto, están peleando con el mundo. Y esa lucha es ardua porque la pierden todos los días. El objetivo de la lucha es claro: «Vedme». La propia identidad se construye en la interacción de la mirada de los demás. «Si no me ven, ¿cómo voy a construir mi identidad?».