25 JUN. 2023 Consumo de psicofármacos, el género condiciona la salud mental A las mujeres se les diagnostica el doble de enfermedades mentales como depresión o ansiedad que a los hombres, y se les receta el doble de psicofármacos. Es solo uno de los datos ofrecidos por la profesora, enfermera y sicóloga Amaia Cuesta en su intervención durante los Cursos de Verano de la UPV-EHU. La profesora, enfermera y psicóloga Amaia Cuesta durante su ponencia en el Palacio Miramar, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV-EHU. (Gorka RUBIO | FOKU) Imanol INTZIARTE La adicción tiene género”. Bajo este título, rotundo, presentó Amaia Cuesta, enfermera, psicóloga y profesora de la Universidad de Deusto, su ponencia en el ciclo “Las adicciones en la realidad”, que durante dos jornadas se celebró esta semana en el donostiarra Palacio Miramar, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV-EHU. Estas charlas han abordado temas como la ludopatía, el cannabis, las relaciones sexuales, las nuevas tecnologías o el alcoholismo… y en el caso de Amaia Cuesta, principalmente el consumo de psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos, somníferos…), un aspecto en el que el género tiene una influencia diferenciada. La ponente comenzó su exposición sentando las bases de lo que entendemos por género, un «constructo social» que «define el comportamiento humano a partir de la interpretación que se realiza sobre un dato biológico, el sexo». Desde esa base, se marcan «las normas de conducta» y se llega a una «categorización jerárquica», en la que «lo femenino queda subordinado a lo masculino». Cuesta lo definió como «mandatos de género», que se observan a la hora de ejercer los cuidados, con las exigencias estéticas, en la violencia machista… roles asignados y definidos. No es casualidad, explicó, que la palabra “histeria” -que se usa con frecuencia en tono despectivo frente a un desequilibrio emocional, particularmente de una mujer- provenga del griego “hystera”, que significa “útero”. «El género condiciona el día a día y también la salud mental». Según datos publicados la pasada primavera, el Estado español es el mayor consumidor mundial de benzodiacepinas, en lenguaje llano tranquilizantes para tratar la ansiedad o el insomnio. En este contexto, Cuesta destacó que las mujeres reciben el doble de diagnósticos de depresión y ansiedad que los hombres, y se les receta, y consumen, el doble de psicofármacos. «No hay diferencias biológicas que justifiquen estos datos», remarcó. DOLORES EMOCIONALES Puede deberse a un doble fenómeno. Por un lado, el sobrediagnóstico y la sobremedicación en el caso de las mujeres, y por otro, el infradiagnóstico y la inframedicación en el caso de los hombres. Según una encuesta realizada en 2017 en la CAV, las mujeres consumían casi el doble de psicofármacos que los hombres, mientras que en otras drogas (tabaco, alcohol, cannabis…) los hombres estaban por delante. A juicio de Amaia Cuesta, los mandatos de género, el tener que cumplir con un rol social marcado, es la causa de muchos dolores emocionales, y criticó que la respuesta ante ello sea patologizar, convertirlo en enfermedad y medicar. Otro de los problemas que puso sobre la mesa fue el del tiempo de medicación. Por ejemplo, el periodo de toma de ansiolíticos no debería superar las diez semanas, incluyendo la desescalada para ir ‘quitándose’ gradualmente, pero «la realidad es otra», lo que incrementa el peligro de que se llegue a una situación adictiva. Con la edad se corre el riesgo de la «polimedicación», al aumentar otras dolencias crónicas que necesitan su propio tratamiento. «Las vascas mayores de 80 años tienen el triple de riesgo de consumir psicofármacos que los hombres», reveló. La situación se disparó durante la pasada pandemia, con un gran incremento, hasta el doble, en el consumo de tranquilizantes, sedantes y somníferos por parte de las mujeres. «Probablemente, el hecho de que sean las principales cuidadoras tanto fuera como dentro de casa -limpiadoras, enfermeras, auxiliares, médicas…- tenga alguna relación causal», sostuvo la experta. En el final de su intervención, Cuesta aseguró que su pretensión no es «demonizar el uso de estos medicamentos», porque «pueden ser necesarios en momentos puntuales», pero sí poner sobre el tapete su uso excesivo y durante más tiempo del necesario, lo cual cronifica el tratamiento y perpetúa la problemática. «Esperemos que en un futuro no muy lejano todo sufrimiento de la mujer no sea interpretado como enfermedad y sus procesos naturales y fisiológicos sean desmedicalizados», concluyó.