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DE REOJO

Esas raras costumbres


Vamos a ver: el supuesto intento de magnicidio con Donald Trump fue televisado al mundo entero. Casi en tiempo real lo repitieron decenas o cientos de veces, se escucharon sonido difusos, la reacción del futuro candidato republicano fue muy extraña, los miembros de su equipo de seguridad lo cubrieron inmediatamente, se levantó del suelo con una oreja algo ensangrentada, un hilito de sangre en la cara y la mano con la que se tocó esa parte de la cara limpia al igual que el puño de camisa. Y de repente arropado por los agentes, grita y levanta el puño en señal de lucha, de victoria. Y un enjambre de cuerpos de hombre y mujer embutidos en ternos negros, camisas blancas y corbata, zapatos y gafas oscuras lo sacan del escenario. El resto es un relato sin género.

Lo repetiré de nuevo, ¿por qué disparan a matar a los supuestos implicados en estas acciones y no los hieren para poder interrogarlos? Es una rara costumbre que alimenta la sospecha de una falta de interés por saber algo más, en este caso de un joven de veinte años que tenía relación con el partido de Trump. En la inmensa mayoría de los atentados atribuidos a movimientos de toda índole se usa este sistema que sirve para no dejar rastro. Atribuir a quien les interese la autoría y aumentar las excusas para seguir con sus guerras y desestabilizaciones globales.

Lo que podemos decir es que este suceso televisado es, objetivamente, un impulso para que Trump llegue de nuevo a la Casa Blanca. ¿Se acuerdan de que a Bolsonaro lo apuñalaron de manera extraña días antes de la elecciones que ganó en Brasil? Pues eso.