Encuentros de verano

Es prácticamente ineludible acudir al encuentro del cine vasco que organiza el Zinemaldia cada verano a finales de agosto. No siempre están todas las que son, pero son todas las que están. Hay ausencias de personas que nos van dejando y se notan, lo hablaba con una conocida de la industria. Tiene algo de melancólico el encuentro. Recuerdo cuando acudí por primera vez, debutaba con “Irrintziaren Oihartzunak” junto a Saioa Etxebarria. Han pasado unos cuantos años y el cine me ha dado la posibilidad de explorar nuevas formas de expresarme, poder contar combinando sonidos e imágenes. El cine me ha dado disgustos que ahora recuerdo con ternura. Disgustos que, desde la distancia, me provocan una sonrisa, porque como dice mi querida Begoña Vicario, «fracasando, mejor». Me siento afortunada por poder seguir haciendo películas, libre, sin censuras, explorando y, sobre todo, compartiendo con las personas que me han acompañado (y me acompañan) en el camino todos estos años, por todos ellos ha valido la pena, junto a ellos he aprendido y he disfrutado. Sigo soñando con proyectos, algunos se harán, otros a lo mejor no deberán hacerse. Me gusta medir los «éxitos» en relación con los intentos. De intentos sabe mucho el cine vasco y toda esa fuerza bruta de personas mágicas que trabajan en la sombra para que las películas existan y nuestra cultura se reinvente y perviva.