01 NOV. 2024 GAURKOA El cotidiano hecho denuncia Maitena MONROY Profesora de autodefensa feminista En los delitos de violencia machista sabemos de las dificultades que entraña interponer una denuncia legal. Por eso el feminismo siempre ha hecho denuncia social, para romper con la impunidad y para señalar tanto a los agresores como los lugares donde se había cometido alguna agresión. Una violencia que se ejerce gracias al poder en lo íntimo y/ o al poder en lo público. Nunca se trata de sexo, siempre es dominación. Ahora, las redes tecnológicas son espacios donde se puede practicar el escarnio público, la difamación o la violencia. He leído a algunas compañeras feministas que se lamentaban del trato a Errejón. Veremos qué rápido se volverá todo contra las víctimas. No se trata del escarnio público hacia un inocente. Errejón no niega los comportamientos machistas, así que las redes han demostrado que también pueden servir para visibilizar, denunciar públicamente y dotar de credibilidad a los relatos de las víctimas. Una credibilidad casi siempre ausente. Se tira del tópico, que muchos se creen de tanto repetirlo, de que las mujeres sacamos todo de quicio y no sabemos cuándo están jugando con nosotras a un sexo duro que, en el fondo, en un oscuro deseo, deseamos, así que nuestro consentimiento es innecesario porque por arte de birlibirloque ellos son los que saben lo que deseamos. Errejón se nos representa como una víctima del sistema y de la política. A estas alturas debería saber que lo que desgasta no es la política, es el poder, y que la violencia machista se deriva del abuso de este poder. En mi anterior artículo exponía la necesidad de hablar sin eufemismo sobre la violencia contra la libertad sexual de las mujeres. Siempre hemos denunciado que la violencia machista no responde a hechos aislados, sino que hay un hilo conductor con el construir la historia. Un hilo cargado de misoginia y sexismo. Hoy seguimos reafirmándonos en que, efectivamente, son todos hombres con poder, en lo público o en lo íntimo, los que ejercen esta violencia. No difieren tanto en toda su interseccionalidad porque si algo les hace hombres es su percepción de que sus intereses, necesidades y deseos están por encima de cualquier mujer y, por supuesto, por encima de los intereses feministas de transformar desde lo íntimo a lo público y viceversa. Quienes se apropiaron del slogan de “lo personal es político” no supieron descifrar el significado de un lema del feminismo radical que siempre se les atragantó. ¿Cuándo se ha dado cuenta Errejón de que tiene conductas machistas? ¿Su comportamiento con las mujeres no le parecía lo suficientemente grave como para dejar la política? ¿No lo había compartido con nadie de su entorno? ¿Nadie le había visto actuar? Es imposible, como lo es en el resto de las violencias machistas. Lo sabían en su entorno, en su partido, porque no es un hecho aislado, es una manera de percibir y actuar contra las mujeres. Es difícil dimensionar el daño que desde las filas de Sumar están haciendo a su credibilidad feminista. El partido de Errejón se ha ido sumando al despropósito y a la vergüenza. El diputado Xabel Vegas, de Sumar (partido mixto hasta donde sabemos), decía que “quizás necesitemos de espacios mixtos donde los hombres podamos escuchar, aprender y rendir cuentas de nuestros actos”. En una rueda de prensa, Urtasun y otras dirigentes, señalaban que no les había dado tiempo a implementar los protocolos, aprobados en marzo, contra las violencias sexuales. Duval, portavoz del Área de feminismos, incidía recientemente en una entrevista para la SER en que “todos los políticos tienen comportamientos machistas”, pero que “no tenían constancia de lo de Errejón”. No creo que sea una cuestión de buscar vidas ejemplares, sin rastro de sexismo. Nadie estamos exentxs de sexismo. El machismo, como el racismo o el clasismo, nos contamina a todas y a todos, pero la balanza no está equilibrada por ello. Ellos lo llamarán sexualidad; nosotras, acoso, abuso de poder y violencia. Los buenos agresores, los que tienen poder absoluto, suelen tener todo un coro que aplaude, que tapa, que trivializa, que invisibiliza las violencias del compañero y no solo en el ámbito sexual. En el caso de que Errejón hubiera contratado a una mujer migrada en régimen de explotación doméstica, hubiera sido admisible decir que ”todas somos racistas o que es el sistema neoliberal, amigo”. Parece que sexualidad y masculinidad ofrecen un binomio con el que tenemos otra vara de medir. Una pena eterna hacia estos pobres chicos que no se encuentran. Un perdón social antes de que incluso se sepan las agresiones cometidas. Solo cuando les pillan es cuando reconocen, parcialmente, los hechos. ¿Qué hubiera pasado si no hubiese una denuncia? Sin olvidar que un misógino no lo es solo en la cama. Esto me lleva a pensar qué normalizado está el machismo cotidiano. Quienes ya desconfiábamos de las bondades feministas de este político, que en diferentes ocasiones se había manifestado a favor de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres, desde la modernidad altruista, corroborábamos, una vez más, que de referente feminista tenía poco. Quiso ser abanderado y deja la política destrozando una vez más a la izquierda y al feminismo que sí deberían representar un binomio inseparable. Cuando nos rebelamos, hemos pasado de escuchar el “calladita te ves más bonita” al “qué bordes que sois” o al “no seáis exageradas”. Misma marejada de fondo y de superficie, aunque cambien las palabras con las que pretenden negarnos. Hemos asistido al declive de los que decían no ser machos alfa y se daban piquitos en los parlamentos para desmontar “su masculinidad tóxica”. Todo muy estético y muy carente de ética feminista. Mientras ellos siguen buscándose y, no salen de su masculinidad, nosotras vamos rompiendo con la acusación perpetua de locas y exageradas y nos vamos encontrando en la sororidad intergeneracional, en el acompañamiento colectivo que nos permite alzar la voz sin vergüenza. En la confianza de que nuestro relato es creíble, en la confianza en nosotras. No ha sido de la noche a la mañana. Sus violencias, tampoco.